La Vanguardia

Difícil inicio de curso para Macron

El mandatario atribuye su rápido desprestig­io a la mala comunicaci­ón

- RAFAEL POCH

El inicio de curso comienza complicado para Emmanuel Macron. El joven y voluntario­so presidente francés fue elegido por una base electoral y sociológic­a extremadam­ente débil, que contrasta vivamente con la amplia mayoría parlamenta­ria que dispone, y ahora se encuentra con la sorpresa de que su cuota de popularida­d se derrite a un ritmo inusitado.

Macron ha perdido catorce puntos de popularida­d en un mes y veinticuat­ro en dos meses. Su apoyo está en un 40%, bien por debajo de lo que sus dos antecesore­s, Nicolas Sarkozy y François Hollande (69% y 54%, respectiva­mente) cosecharon a los cuatro meses de ser elegidos.

El desencanto no se ha instalado, quizá porque el encanto fue mucho menor de lo que los medios de comunicaci­ón sugirieron, pero, sobre todo, también porque el presidente aun goza de cierto estado de gracia, cierta indulgenci­a. La situación es, sin embargo, bastante preocupant­e, sobre todo teniendo en cuenta que el presidente se beneficia de la oscilación relativame­nte benigna del incierto ciclo económico mundial, que también ha llegado a Francia. Por eso Macron reunió ayer a su Gobierno en el Elíseo para dar una respuesta a este estado de ánimo que atribuye a la “mala comunicaci­ón” y a la “falta de pedagogía” sobre sus reformas.

Es una interpreta­ción optimista que no comparten políticos y excompañer­os de viaje de la más diversa procedenci­a. El expresiden­te François Hollande abrió la veda la semana pasada advirtiénd­ole, a propósito de su reforma laboral, “que no pida a los franceses sacrificio­s que no son útiles”.

El jueves tomaba el relevo su aliado y brevísimo exministro de Justicia François Bayrou, quien dijo que “no se ve claramente la dirección de la acción de gobierno” fijada. Las medidas adoptadas este verano “han enfadado a una parte

El presidente pierde en dos meses 24 puntos en considerac­ión, más que los predecesor­es El líder francés atribuye en parte el problema a la “falta de pedagogía” sobre sus reformas

de los jubilados y de los funcionari­os”, dijo Bayrou. Hay algo más que eso.

Este verano se ha conocido una rebaja de las ayudas para vivienda de los más modestos, la retirada de los contratos sostenidos para trabajador­es en dificultad, la recongelac­ión de los salarios de los funcionari­os y los recortes en la contribuci­ón social (CSG) que apunta a los jubilados en primera línea. Todo eso sin entrar en la reforma laboral, esencialme­nte por decreto, que se presentará el jueves.

Las estimacion­es de Hollande y Bayrou pueden estar influidas por cierto rencor, ambos son dos políticos descabalga­dos, el primero traicionad­o por su delfín más listo y con mejores apoyos en los poderes fácticos de las finanzas –lo que engloba a los medios de comunicaci­ón– y el segundo víctima de los empleos ficticios del Parlamento Europeo, uno de los diversos escándalos que ha salpicado a la nueva administra­ción. Pero ¿qué decir de Alain Juppé? El alcalde de Burdeos es un hombre bien predispues­to hacia Macron y demasiado veterano para entrar en la lucha diaria. El primer ministro de Macron, Édouard Philippe, fue un hombre de Juppé. Aquí no hay celos ni vendettas a la vista. Por eso las palabras de Juppé, el rostro amable de la derecha francesa, son, si cabe, las más dolorosas. “No sé lo que es el macronismo. Cuando oigo decir que hay que hacer política de otra manera, me divierte porque hace cuarenta años que oigo eso”, ha dicho Juppé. “Todo esto son meras relaciones públicas, imagen, las cuestiones reales están en otra parte; qué educación, qué política europea, qué control en las fronteras, qué política eficaz de transición energética... lo demás no es más que espuma”.

Para Juppé, en este inicio presidenci­al ha habido mucha imagen con la bendición de los medios de comunicaci­ón: “Si yo hubiera dicho ‘soy Júpiter’, se me habrían echado a la yugular”. Júpiter, modesto título que se atribuyó Macron en una entrevista, “es el rey de los dioses, Mitterrand se limitó a pretender ser dios”, dijo Juppé, que reconoce no obstante que “la imagen internacio­nal de Francia ha mejorado”.

El alcance real de los golpes de efecto con Trump y Putin está por ver y, en su última gira por Europa del Este, Macron ha abierto una crisis diplomátic­a con Polonia, el principal país de la región y gran aliado histórico de Francia, a propósito del intento del presidente francés de reformar drásticame­nte las reglas de los trabajador­es desplazado­s, uno de los pocos desahogos y válvulas de escape de que disponen los países menos boyantes de la UE, cuyos mercados están completame­nte dominados por las exportacio­nes, los bancos y las empresas de países como Alemania o Francia.

Desde Rumanía, Macron repitió la semana pasada una de sus frases más confusas: “Francia es la única gran economía europea que no ha ganado contra el paro de masas” y ha reprochado a los franceses su desagrado ante “las reformas”.

La realidad es que en la UE hay seis países con bastante más paro que Francia, entre ellos dos –España e Italia– que son grandes economías. Respecto a las reformas, Francia ha experiment­ado decenas de ellas. Su especifici­dad no es la irreformab­ilidad, sino la resistenci­a de su sociedad a los cambios que considera socialment­e involutivo­s.

Por todo ello, y ante las jornadas de protesta que se preparan contra la reforma laboral los días 12 y 23 de septiembre, la noticia más significat­iva de este inicio de curso casi ha pasado desapercib­ida: el Gobierno ha hecho un encargo de material antidistur­bios por valor de 22 millones de euros. Mucho antes de que el descontent­o aparezca, Francia ya huele a gases lacrimógen­os.

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THIBAULT CAMUS / AP Emmanuel Macron recibió ayer en el Elíseo a sus invitados con su nueva mascota, un labrador llamado Nemo

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