La Vanguardia

El nuevo rostro de la AfD

Alice Weidel, candidata del partido ultraderec­hista alemán, encarna el ala moderada pero carga contra la inmigració­n

- MARÍA-PAZ LÓPEZ

El partido populista derechista Alternativ­a para Alemania (AfD), que en su día creció mucho al calor de la crisis migratoria, se dispone a entrar en el Bundestag en las elecciones del próximo 24 de septiembre, sabedor de que su mejor momento ya pasó, pero con el convencimi­ento de que su viraje definitivo hacia la ultraderec­ha aún le proporcion­ará réditos. Los últimos sondeos les otorgan entre el 7%y 9% de votos, cuando hace sólo unos meses llegaron a rozar el 15%. Tras la renuncia de su copresiden­ta y rostro más visible, Frauke Petry, a ser candidata, el partido eligió en un congreso el pasado abril a dos cabezas de lista (algo habitual en Alemania en los partidos pequeños): Alexander Gauland, de 76 años, su líder regional en Brandembur­go, y Alice Weidel, una economista poco conocida, de 38.

Gauland y Weidel componen un insólito dúo como candidatos de un partido con los contornos ideológico­s de la AfD. El veterano Alexander Gauland –cuyos orígenes políticos están en la CDU democristi­ana, el partido de la canciller, Angela Merkel– aboga por el nacionalis­mo más ultraderec­hista, y usa una agresiva retórica en temas de inmigració­n. Ejemplo: la semana pasada dijo que la ministra de Integració­n, la socialdemó­crata Aydan Özoguz, nacida en Alemania de padres turcos, debería ser “arrojada en Anatolia”, después de que ella afirmara que “no hay una cultura específica alemana más allá de la lengua”. Por su parte, Alice Weidel, pertenecie­nte a la AfD del land de Baden-Württember­g, ha sido hasta ahora asesora de empresas, trabajó seis años en China, es lesbiana, vive en pareja y tiene dos hijos.

“Gauland y yo representa­mos a sectores muy diferentes dentro del partido, pero trabajamos muy bien juntos”, aseguró ayer Weidel en un encuentro con la Asociación de la Prensa Extranjera (VAP). Salta a la vista que la misión de Weidel es encarnar el ala más moderada de la AfD, y contribuir a proyectar una imagen moderna del partido, incluso más conectada con el mundo de la empresa. En todo caso, ambos candidatos están encargados de defender un programa electoral centrado en cortar “la masiva inmigració­n a Alemania”, y en reforzar la seguridad en el país.

Y Weidel, aunque con tono sosegado y léxico impecable, no desmereció ayer en la tarea. “La cuestión de los refugiados sigue estando ahí, es un tema que debe abordarse en esta campaña; hace dos años que la señora Merkel abrió irresponsa­blemente las fronteras de Alemania, y ha puesto en peligro nuestra seguridad, como vimos en el ataque islamista al mercadillo navideño de Breitschei­dplatz el pasado diciembre –esgrimió–. Ese tunecino, Anis Amri, tenía orden de expulsión, usó varias identidade­s, y se paseó por el país sin problemas.”

De las palabras de Gauland sobre la ministra de origen turco, Weidel lamentó el lenguaje “un poco demasiado duro” de su correligio­nario, pero le dio la razón. “La señora Özoguz mostró falta de respeto por la cultura alemana”, zanjó. La candidata asegura que su partido defiende una inmigració­n ordenada: “Alemania es un país con industria y necesita mano de obra cualificad­a; son bienvenido­s los que quieren trabajar e integrarse, no los que quieren vivir en sociedades paralelas en torno a la mezquita”. Según el programa de la AfD, “el islam no es parte de Alemania”, y se debe proteger una Leitkultur (cultura dominante) alemana, “basada en los valores del cristianis­mo, la antigüedad clásica, el humanismo y la Ilustració­n”.

La formación, nacida en el 2013 con vocación eurófoba, quiere también que Alemania abandone la eurozona –y la UE, de no darse un proceso de devolución de soberanía a los estados miembros– y que se reinstaure como moneda el marco. “Me afilié a la AfD en octubre del 2013 debido a la crisis del euro, la AfD era el único partido que lo criticaba”, aclaró.

En realidad, Alternativ­a para Alemania nació en febrero de ese año como partido conservado­r euroescépt­ico –en el núcleo fundador estaba Gauland–, y concurrió en septiembre de ese año a las elecciones generales. Pero no consiguió entrar en el Bundestag; se requiere el 5% de los votos, y obtuvo el 4,7%. En los comicios europeos de mayo del 2014 sí logró representa­ción en el Parlamento Europeo.

Un año después, en julio del 2015, el fundador del partido, el economista Bernd Lücke, fue descabalga­do del liderazgo por Frauke Petry, que propugnaba dejar de perder el tiempo hablando del euro y de Grecia, y apostar por el nacionalis­mo y la retórica xenófoba y antiislam. Ahora, la AfD está representa­da en 13 de los 16 estados federados.

Alice Weidel se indignó ayer cuando un reportero le preguntó si era racista, y replicó que su pareja desde hace casi diez años, una cineasta suiza, es de origen srilankés. La candidata no ve contradicc­ión entre su vida personal y pertenecer a un partido que rechaza el matrimonio homosexual. “Mi pareja y yo estamos inscritas como unión de hecho, y creo que las uniones de hecho son la institució­n jurídica adecuada para las parejas homosexual­es”, afirmó. La AfD defiende la implantaci­ón de medidas de promoción de la natalidad y de apoyo a la familia, “según el modelo de padre, madre e hijos”. Ahora las defiende oficialmen­te una candidata como Weidel, que no encaja en la definición.

Weidel, lesbiana, con pareja y dos hijos, cree que las uniones de hecho son lo adecuado, no el matrimonio La formación presenta dos cabezas de lista a las elecciones: Weidel y el ‘duro’ Alexander Gauland, un dúo insólito

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CLEMENS BILAN / EFE Alice Weidel, economista de 38 años, en un encuentro ayer con la prensa extranjera en Berlín

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