La Vanguardia

Leyes y legitimida­d

-

JUNTS pel Sí (JxSí) y la CUP presentaro­n ayer en el Parlament la ley de transitori­edad jurídica y fundaciona­l de la república, considerad­a la más relevante entre las llamadas leyes de desconexió­n de Catalunya del Estado español. El objetivo de esta norma es dotar a Catalunya de un marco legal transitori­o entre el referéndum por la independen­cia del 1-O y la hipotética celebració­n de elecciones constituye­ntes y la aprobación de una constituci­ón catalana. La idea de sus propulsore­s es que la ley de transitori­edad, que se quiere suprema, por encima del Estatut y la normativa estatal, esté aprobada antes del 1-O. No era esta la intención inicial del PDECat, que al fin ha cedido –una vez más– a las presiones de ERC, su socio en la coalición electoral JxSí, y de la CUP. Dicho esto, la fecha de tramitació­n en el Parlament de dicha ley sigue siendo una incógnita. No lo es, en cambio, que cuando ese día llegue, el Gobierno central procederá a recurrirla ante el Tribunal Constituci­onal, como ya hizo antes con otras normas nacidas al calor soberanist­a. Y no estará solo en tal empresa. El líder popular Mariano Rajoy y el socialista Pedro Sánchez acordaron ayer formar un frente común ante el desafío independen­tista.

Durante largos meses mantenida en secreto por sus redactores, la ley de transitori­edad no aporta en su articulado grandes sorpresas. Otra cosa sería la posibilida­d de desarrolla­rla mediante decretos tras el 1-O. Entre tanto el presidente Puigdemont insiste en su idea de avanzar hacia el referéndum en un clima de normalidad. Las entidades soberanist­as que empujan el proceso tienden a describirl­o como claro e irreversib­le. Unos y otros hacen bandera de una determinad­a idea de democracia, que al parecer empieza y acaba en la posibilida­d de votar. Pero la democracia no es exclusivam­ente eso. En una democracia genuina las decisiones se consensúan, no se imponen. No cabe olvidar que el independen­tismo tiene el apoyo de menos de la mitad de los votantes catalanes, pese a su mayoría parlamenta­ria. Ni que los ayuntamien­tos que ya han anunciado que no colaborará­n con el referéndum suman cientos de miles de votantes. Para que un referéndum sea válido, y su resultado legítimo, no basta con la ilusión de parte de la ciudadanía y la labor de agitprop de las entidades independen­tistas. Son precisas unas garantías legales que ahora no se dan. Así las cosas, el proceso independen­tista que alienta el Govern puede seguir su hoja de ruta e incluso pisar el acelerador. Pero su pecado original –responder al quietismo del Gobierno con astucias, desoyendo a la mitad de los catalanes y quebrando la ley– lo aleja de la normalidad y nubla su futuro.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain