Expropiación del duelo
La instrumentalización de la manifestación del sábado se confirma a medida que pasan las horas. Oficialmente, los ciudadanos fuimos convocados a las 18 h, en los Jardinets de Gràcia. Extraoficialmente, decenas de asociaciones se organizaron para administrar el espacio y el tempo de ocupación de la calzada. Con legítimos aunque opinables fines políticos, buscaron el protagonismo de las imágenes con una clara preponderancia de la marea azul antimilitarista, antiislamofóbica y antiborbónica, y controlar la onda expansiva televisiva para desactivar la maniobra de convertir el acto en propaganda de la deteriorada marca España.
Los disciplinados ciudadanos que acudieron a los Jardinets fueron excluidos de esta coreografía y relegados a la cola de un torrente humano espoleado por motivaciones compatibles pero complementarias con el unitario lema del “No tinc por!”. ¿Estelades? La mayoría, reactivas contra la catalanofobia post-17-A, otras espontáneas y muchas inducidas por la consigna de la ANC de no renunciar a su seña de identidad. ¿Razones para escandalizarse? Tantas como para indignarse porque las autoridades tuvieran la caradura de atribuirse una cabecera aislada del mundo que tergiversó la convocatoria y desvirtuó el respeto por los muertos y los heridos. Una vez expropiado el protagonismo de la gente y contaminada la condolencia cívica, autoridades y contra autoridades actuaron por puro interés, pendientes sólo de situara su gente, ya sea la jet set institucional, ya sea el star system de los Otegui de turno. Por lo tanto, que no se quejen de los insultos ni de las acusaciones de manipulación.
¿Fue una encerrona? Quizás, pero todos contribuyeron a que lo fuera. Tuve la oportunidad de vivir toda la secuencia de la llegada de autoridades y abucheos desde primera fila. Y en ningún momento me pareció que hubiera consignas ensayadas por el servicio de orden, ni megáfonos instigadores de sonoridad sindicalista, ni mensajes inducidos, pero sí que los partidarios de abuchear a Felipe VI y al presidente Rajoy y de aclamar al presidente Puigdemont habían llegado antes con la intención de estar en primera línea con la misma previsión y espontaneidad con la que otros se situaron en primera fila en la plaza Catalunya el día 18, cuando aplaudieron mayoritariamente al Rey antes de compartir un minuto de silencio. Después, la hostilidad fue tan evidente que si alguien pensaba vitorear al Rey o proponer el silencio como lección de credibilidad ciudadana y antídoto de una bilis que corre el riesgo de sumarse al seny yala rauxa como símbolo nacional, quedó enterrado bajo un malestar que, por cierto, era previsible. La mayoría de los situados cerca de la cabecera se sumaron al griterío pero también curiosos que aportaron sus gritos y exabruptos. Parafraseando a Jordi Basté cuando convoca a sus oyentes a un programa en público: el primero que llegó, el primero que insultó.
Con legítimos aunque opinables fines políticos, se buscaba el protagonismo de las imágenes