Con mamá o con papá
El juez que interrogó a Juana Rivas alertó de la posibilidad de que sus dos hijos pudieran haber sido puestos en contra de su padre
“Sólo la generosidad de la pareja evitará una factura a los niños”, afirma el psicólogo Javier Urra
El juez que tomó declaración a Juana Rivas la pasada semana (el día que fue detenida) advertía de la posibilidad de que los dos hijos de la mujer hubiesen podido ser víctimas, durante el año que han permanecido junto a su madre sin ningún contacto con el padre, de lo que se conoce como “alienación parental”. Es el término –hablar de síndrome sería incorrecto, pues ninguna comunidad científica lo ha reconocido como tal– utilizado para referirse a casos en los que tras una separación o divorcio uno de los progenitores intenta poner a sus hijos en contra del otro.
Vista la trascendencia mediática que ha tenido este caso, recalca Javier Urra, psicólogo forense y experto en temas de menores, “sólo la generosidad de los padres va a evitar que toda esta historia pase factura a los niños” y no tengan que elegir entre mamá o papá. Urra desconoce si durante el tiempo que esos dos menores han estado con su madre sin contacto alguno con el padre, la mujer o el entorno de esta han intentado manipular a los niños para ponerlos en contra de su progenitor. Pero por su experiencia profesional sí que sabe que esto ocurre cuando una de las partes “está convencida de que la relación de los hijos con el otro miembro de la pareja puede ser lesivo para ellos”; pero también cuando una madre o un padre “deciden hacer un uso perverso de su papel como progenitores y transmiten a sus hijos señales y mensajes para generar en esos niños un odio hacia la otra parte”. En los episodios más extremos (ahora mismo no hay elementos para aventurar si este podría ser el caso de los dos hijos de Juana Rivas) esos menores suelen tener dificultades para reiniciar las relaciones con el progenitor alienado. Algunos indicadores que ayudan a detectar la existencia de este estado son explicaciones incoherentes por parte de esos niños al justificar por qué odian a su madre o padre o frases referidas a ellos que son una copia de lo que han oído mientras ha durado el contacto con sólo uno de los progenitores.
Javier Urra aventura, sin embargo, que en el caso de Juana Rivas el pequeño de los hijos, de 3 años, apenas sería consciente en estos momentos de la historia protagonizada por sus padres y, en lo que afecta al de 11 años, “a esa edad, en caso de haber existido manipulación, un padre normal tendría que ser capaz de reconducir la situación después de explicar a su hijo los motivos que han llevado a los padres a esa situación”.
Javier Urra añade que por lo que conoce del caso –que en su opinión jamás habría tenido que llegar al estadio actual por el bien de los niños– se apunta muy difícil cerrar el asunto con una custodia compartida. Y reitera que lo mejor para esos menores “sería que tanto la madre como el padre fueran generosos para que los menores no vuelvan a ser privados del contacto con ambos progenitores”. Siempre, recalca este psicólogo forense, “que quede totalmente acreditado que la convivencia con el padre no entrañe ningún riesgo para esos niños, tal y como ha sostenido en todo momento el fiscal, que entre sus cometidos tiene la responsabilidad de velar por el bienestar y derechos de la infancia”.
Javier Urra, con una dilatada experiencia en conflictos con menores, fue de los primeros en advertir (aún considerando lógico el apoyo y calor social hacia Juana Rivas) que la batalla judicial planteada por esta mujer era errónea. Como otros juristas, Urra sostiene que la pugna en los tribunales debe de trasladarse a Italia, donde se habrían cometido los últimos malos tratos denunciados por esta mujer tras huir a España con sus hijos.