La Rambla se conjura para cerrar la herida y recuperar la normalidad
La Rambla quiere dejar de ser el paseo del recuerdo para volver a ser lo que era. La marca de lo sucedido permanecerá para siempre pero el paseo debe recuperar su espíritu. Ese es el sentir de la mayoría de colectivos de la Rambla. Quieren volver a recuperar su día a día. Despojarse de la perenne agonía que azota el paseo con el imborrable recuerdo de los atentados. “Debemos cerrar la herida. La cicatriz siempre permanecerá pero la herida tiene que empezar a cerrarse”, asegura Fermín Villar, el presidente de la Asociación Amics de la Rambla.
En ese camino de deshacerse de la continua presencia de la barbarie, aplauden la retirada por parte del Ayuntamiento de los memoriales improvisados que se apostan a lo largo de toda la avenida. Es un zigzag constante, que obliga a contener la respiración a cada paso. Los comerciantes, quiosqueros y floristas son conscientes de ello. “Queremos recuperar la normalidad cuanto antes”, relataba ayer uno de los trabajadores del quiosco del principio de la Rambla que queda justo delante del primer memorial improvisado plagado de rosas, flores y mensajes de conduelo. El recuerdo de lo sucedido le martillea continuamente, la memoria ante la incesante llegada de turistas y vecinos que se agolpan alrededor de las ofrendas. El presidente de Amics de la Rambla define el sentir de los comerciantes así: “En vez de cerrar la herida con mercromina le estamos poniendo vinagre”.
Los visitantes no le han cogido
miedo a la Rambla pero muchos de ellos se acercan con el único objetivo de visitar los enclaves del recuerdo. “La gente sigue viniendo pero no se paran tanto a comprar”, asegura el quiosquero. Lo mismo le sucede a Joan, cuyo quiosco se encuentra al lado del mosaico de Joan Miró, la zona cero de la memoria. Las rosas, las flores blancas y mensajes inundan el espacio. La ruidosa Rambla queda tomada por un silencio respetuoso y solemne. Al quiosquero Joan se le encoge el corazón y compungido trata de aguantar toda su jornada laboral. Por eso aplaude que retiren las flores. “Estamos alargando la agonía”, se lamenta.
La compra de flores que se hacía antes del atentado constituía un ejercicio de alegría y de felicidad que ahora se ha convertido en un gesto de respeto hacia las víctimas. Los floristas han vendido mucho estos días y quieren seguir haciéndolo, pero para reivindicar las flores como símbolo de felicidad y alegría para sobreponerse a la barbarie. Y así empezar a pasar página. “El ánimo de la Rambla se ha resentido, pero hay que seguir adelante”, conviene el florista Josep Moya.
Tras la retirada de las ofrendas espontáneas, la Rambla espera engalanarse para celebrar les Festes del Roser del mes de octubre en las que los comerciantes y vecinos tendrán un recuerdo para las víctimas del atentado y procurarán que el paseo deje atrás la tristeza a través de las flores con el fin de recuperar el espíritu de lo que siempre fue, un símbolo de vida.