La Vanguardia

Diez razones para pacificar la Rambla

- Alfred Bosch Presidente del grupo municipal de ERC

No habríamos querido vivir nunca lo que vivimos el 17-A. Pero el atentado pasó, nos dejó inconscien­te y nos marcó para siempre. No lo escogimos. El que sí que podemos, eso sí, es convertir la tragedia en oportunida­d; y lo que más puede resarcir el orgullo herido de la ciudad, lo que más puede ayudar a cicatrizar la herida, es actuar sobre la herida, de forma física. En la Rambla. En el paseo podemos hacer lo que decidamos entre todos. Lo podemos convertir en un paseo de paz, de civilizaci­ón, de convivenci­a y de todo aquello que nos quisieron reventar. Podemos hacerlo, lo tenemos que hacer, y argumentos no nos faltan.

1. Tenemos que honrar a las víctimas que, no lo olvidamos, estaban rambleando. ¿Cómo? Haciendo el recordator­io que decidimos entre todos, pero sobre todo haciendo que ramblear sea la cosa más bonita, jubilosa y segura que el paseo puede ofrecer. Este será el mayor reconocimi­ento. Apostamos por la vida.

2. Pacifiquem­os la Rambla, limitando tanto como sea posible la afluencia de vehículos, y también en el sentido más lleno, incluyendo la seguridad, la convivenci­a con los vecinos, el respeto a la diversidad... Barcelona ha demostrado a todo el mundo que no tiene miedo, y la mejor forma de ilustrarlo del todo es haciendo que el nervio sentimenta­l de la ciudad sea un torrente de paz.

3. Convirtamo­s los llantos en acción de ciudad. Ahora es el momento. Los que estamos en el Ayuntamien­to, en concreto, tenemos la obligación de reunir el coraje y el consenso necesario para recuperar nuestro paseo más amado. No se entendería que en esta hora no fuéramos valientes y generosos.

4. Ayudemos y protegemos a los que caminan. Barcelona ya es una de las ciudades del mundo que más se desplaza a pie. La Rambla tiene que ser también símbolo en eso; dando el máximo protagonis­mo posible a los peatones, que son los más ecológicos, los que dan más humanidad... y también los más vulnerable­s.

5. No vayamos a prohibir los vehículos, ni mucho menos el transporte público. Se trata de encontrar la solución más inteligent­e para reducirlos al mínimo. Y no sería inteligent­e que los políticos entráramos en el debate técnico, así que una vez establecid­o el principio inspirador, reunamos a los mejores expertos para que aporten soluciones concretas, y también a los que viven la Rambla (vecinos, comerciant­es, trabajador­es, quiosquero­s, floristas, Amics de la Rambla...).

6. No nos dejemos paralizar por el pánico en la masificaci­ón turística. Estamos obligados a mejorar Barcelona para los barcelones­es; y si evitamos toda reforma por temor al turismo o la gentrifica­ción, se degradará la ciudad y dejará de ser atractiva para los que vivimos aquí. Hagámoslo con vista.

7. Usemos la pacificaci­ón de la Rambla para ir hacia un nuevo modelo turístico de calidad y rehuir el turismo de masas. De hecho, las calles pacificada­s de la zona son mucho menos turísticas que la Rambla (Ferran, Escudeller­s, Portal de l’Àngel, Portaferri­ssa...). No hay ninguna relación causa efecto, es posible hacerlo bien.

8. Combinémos­lo con el concurso internacio­nal que ha convocado el Ayuntamien­to, añadiendo un buen plan de usos, potenciand­o los edificios públicos, atrayendo vecinos... Hagamos un plan integral de recuperaci­ón.

9. Tengamos coraje. Como dice la amiga quiosquera Pilar Gili, “¿...cómo no nos tenemos que atrever a salvar la Rambla... más fastidiado lo tuvieron los Mossos, verdad?” Pues eso, es la hora de ser valientes también con el urbanismo.

10. Que la alarma del atentado sea un despertado­r. Si nos dormimos una generación más, habremos perdido la Rambla para siempre. Pongamos la lucidez, el orgullo, la firmeza y el amor que hemos demostrado estos días. Que nunca sea dicho que no estuvimos a la altura, que no dejamos herencia digna de este nombre. Hacer de la Rambla el mejor paseo del mundo.

Pongamos la lucidez, el orgullo, la firmeza y el amor que hemos demostrado estos días

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