La Vanguardia

Una mujer libre

MIREILLE DARC (1938-2017) Actriz y realizador­a

- ÓSCAR CABALLERO

Humanista, tan apasionada como inspirador­a”. “Generosa, daba más de lo que recibía; los franceses la amaban, una gran luchadora que saboreaba la vida”. “Actriz de talento, mujer valiente y comprometi­da”. “Era la hermana mayor, la madre y la mamá”. Anne Hidalgo, alcaldesa de París; Brigitte Bardot; Nicolas Sarkozy; Françoise Nyssen, ministra de Cultura, y el novelista y director de cine Philippe Labro, en ese orden, despidiero­n así, ayer, a Mireille Darc.

Fallecida a sus 79 años, al cabo de tres días en coma, debilitada por tres accidentes vasculares cerebrales sufridos el año pasado y por una cardiopatí­a congénita que le costó, en 1980, una operación de riesgo que tuvo en vilo a Francia, su muerte fue el tema principal de radios y television­es.

Los responsos no olvidaban a la mayor sex symbol de la Francia de los años setenta. Con el detalle de que en aquellos años de auténtico seísmo en las costumbres, sus personajes en el cine eran los de una mujer libre y liberada, que escogía a sus amantes cuando las francesas casadas no podían siquiera tener una chequera con su apellido de solteras.

Medio siglo más tarde es tan difícil imaginar aquella época como aquel cine del que fue musa, que no era el francés tradiciona­l ni el de la nouvelle vague, pero que reunía surrealism­o y realismo. Desde la ficción, filmes sin pretension­es pero con público pasaban a la historia como documentos antropológ­icos.

El gran rubio con un zapato negro (1972, y 1973 en España) y el vestido mítico, con el mayor escote trasero de la historia del cine –con el que deja tartamudo a Pierre Richard–, la instalaron en la popularida­d, reemplazan­do el estatuto de icono femenino de Brigitte Bardot, con quien nunca alternó en cine pero sí en la vida.

“Lloro a Mimí, mi hermana pequeña de cine –dijo ayer Bardot–, una mujer que conservó su alma de niña mientras actuaba de gran señora y escondía su fragilidad y su pudor. Un alma sensible y una gran actriz”.

Egresada del conservato­rio de Toulon –su ciudad natal– con el premio de excelencia, su carrera incluyó cincuenta y tres protagonis­tas en películas de Georges Lautner (quien la convirtió en estrella y la filmó en trece ocasiones), Jacques Demy e incluso José María Forqué. Sin olvidar por supuesto un ovni de Godard,

Weekend, “fábula pesimista y visionaria de la sociedad de consumo”, según Le Monde.

“Godard me recibió con un gesto de disgusto –recordaba Darc, cuyo personaje improvisa un discurso sobre el erotismo inspirado en Georges Bataille y termina por comerse al marido– y me dijo que me necesitaba para el filme. Pero que yo le caía fatal, física y espiritual­mente. Fue divertido. Un tira y afloja”.

Y es que por encima de todo Mireille Aigroz –apellido suizo de su padre legal– fue la protagonis­ta de una vida real digna de un melodrama. Tenía seis años cuando su padre amagó con suicidarse delante de ella mientras le contaba que no era su hija sino una bastarda. “Y mi madre –contará en el 2008, en su autobiogra­fía Mon père– me repetía que no podía ni mirarme porque le recordaba a su amante”.

En 1980 sufre una operación a corazón abierto que por entonces era a vida o muerte. Tres años después, un accidente de automóvil en el que se fractura la columna vertebral la inmoviliza durante tres meses. Ahí terminan sus tres lustros de vida común con Alain Delon. En 1989 dirige el que sería su único filme detrás de la cámara, un año después de que un trasplante de hígado terminara con su segundo compañero, el periodista Pierre Barret. Todavía le queda salud para remontar una embolia. Y otra operación del corazón, en el 2014. Y faltaban los tres accidentes vasculares cerebrales del 2016.

Desde 1992 hasta el 2015 modificó su perfil en la televisión francesa, donde había protagoniz­ado dieciocho ficciones, con la realizació­n de documental­es de choque. Directora y entrevista­dora, detrás y delante de la cámara, denunció problemas sociales como el que le tocaba de cerca, sobre los hijos de un padre desconocid­o. Y con dos puntos fuertes, Pas

sur la bouche, un documento sobre la prostituci­ón actual, sin complacenc­ia, o con el que cerró su carrera en el 2015, Elles sont des dizaines de milliers sans abri,

sobre los franceses –y las francesas en particular– sin domicilio.

Desde el 2005, esta mujer que recibió la distinción de caballero de la Legión de Honor en tres rangos, era un eslabón activísimo de la cadena de la esperanza, que financia operacione­s de niños africanos con cardiopatí­as. Entrevista­s, viajes con las criaturas, colectas... El fotógrafo Richard Melloul –autor de Une femme libre, sobre Darc– recordó ayer “la dificultad de hacerla hablar de sí misma. Le preguntaba­s cómo le iba y desviaba la conversaci­ón para saber qué hacías tú y contarte las penas de los demás”.

“Murió rodeada por quienes la querían”, declaró ayer su agente. Se refería a su marido desde 1996, el arquitecto Pascal Desprez, y sus hijas, que Darc había adoptado. Y al que fue siempre su gran amigo, Alain Delon.

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AFP Mireille Darc, en una imagen del año 1980
 ?? PATRICK KOVARIK / AFP ?? El presidente Chirac otorgó a Darc en el 2006 la Legión de Honor
PATRICK KOVARIK / AFP El presidente Chirac otorgó a Darc en el 2006 la Legión de Honor

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