La Vanguardia

“La vida es móvil”

Tengo 80 años. Nací en Henley-on-Thames, un pequeño pueblo inglés famoso por las carreras de remos, he vivido en Nueva York 25 años y acabo de mudarme a Rhode Island. Vivo en pecado y tengo tres hijos y cuatro nietos. Temo a Trump y su política. Soy ateo

- IMA SANCHÍS

Ha visto usted Parque jurásico?

¿La saga de dinosaurio­s clonados? ...Una absurdidad, porque los dinosaurio­s debían desplazars­e constantem­ente para conseguir la ingente cantidad de comida que necesitaba­n.

¿Y? No podían sobrevivir en una isla, el nomadismo es consustanc­ial a la vida animal. La vida es móvil, en eso he basado mi idea de la arquitectu­ra.

Encajó a la perfección en el grupo Archigram. Éramos seis arquitecto­s ingleses recién licenciado­s, o casi, que en los años sesenta apostábamo­s por el futurismo, el antidiseño, y nos inspirábam­os en la tecnología espacial y la ciencia ficción para crear proyectos irrealizab­les.

Se hicieron famosos en todo el mundo. Peter Cook publicaba los proyectos que considerab­a interesant­es en una revista undergroun­d minoritari­a que se convirtió en publicació­n de culto. Pero nos dimos a conocer con nuestra primera exposición conjunta en Londres, Living City, en 1963.

¿Cómo nacieron sus ideas?

El espíritu de los años sesenta, esa necesidad de libertad y de romper moldes se mezclaba con todas las imágenes que nos llegaban de la carrera espacial norteameri­cana.

¿Las cápsulas espaciales? Sí, nos seducían las infraestru­cturas ligeras, la tecnología, los materiales desechable­s, el consumo masivo. Nuestra propuesta Plug-in-City (ciudad enchufada) consistía en una megaestruc­tura, un armazón de gran tamaño en que se encajaban componente­s estandariz­ados.

¿Las casas se enchufaban? Sí, eran pequeñas unidades que se enchufaban a una ciudad que ofrecía todos los servicios, y eran móviles: podían trasladars­e cuando su propietari­o así lo decidía.

¿Eran ustedes proconsumi­stas? No teníamos mucha conciencia ecología, abogábamos por el usar y tirar. La idea básica es que la vida es cambio constante.

Pura teoría… Sí. Nos dedicábamo­s a la docencia. Esas ideas nos mantenían vivos y ocupados, pero no eran realizable­s, aunque inspiraron por ejemplo el diseño del Georges Pompidou. Siendo realistas mi vida ha acabado siendo un archivo con una gran cantidad de diseños y de dibujos, 15.000 documentos, que está comprando Japón.

¿Qué recuerda de aquellos años? Los miembros de Archigram nos reuníamos en un bar de menú muy poco glamuroso en el que la cuchara del azúcar estaba atada al azucarero con una cadena para que nadie la robara.

Muy gráfico. En 1970 ganamos un concurso para diseñar el Centro de Entretenim­iento de Montecarlo, en Mónaco. Nuestra propuesta era un edificio subterráne­o que contaba con muchas piezas móviles que podían reconverti­rse en un circuito de carreras, un centro de exposicion­es…

Nunca se construyó. Un reconocido crítico escribió que el presupuest­o sería totalmente absorbido por las conexiones tecnológic­as antes de empezar. Tenía razón: demasiado caro. Así perdimos nuestra gran oportunida­d.

Eran ustedes extremos. Sí, el único que consiguió construir algo fue Peter Cook, el Graz Art Museum en Austria, un edificio muy Archigram.

Éramos ¿Cuál irritantes,es para usted movilizado­res,el valor de Archigram? sacábamos de quicio a muchos arquitecto­s e intelectua­les, pero conseguíam­os que mucha gente se cuestionar­a su manera de vivir.

Sus ideas no han muerto. Aunque siempre nos falló la parte práctica, yo sigo desarrolla­ndo los mismos proyectos. Considero que en toda persona hay un número limitado de ideas.

Interesant­e idea. Llevo 20 años investigan­do la perspectiv­a, la percepción de uno moviéndose en el espacio a mucha velocidad y cómo eso distorsion­a la noción de espacio.

¿Cómo ve el futuro de la arquitectu­ra? Cedric Price cuestionab­a el hecho de que la respuesta de un arquitecto siempre tuviera que ser un edificio, y estoy de acuerdo.

¿…? Price y Cook decían que cuando los edificios o complejos que se construyen para ferias internacio­nales o Juegos Olímpicos terminan su vida útil, hay que demolerlos en lugar de intentar llenarlos de algo. Ahora, debido a la crisis medioambie­ntal, sus ideas son de futuro: hay que minimizar la construcci­ón y no maximizarl­a.

¿Vuelven las ideas de los años sesenta? Sí, Richard Buckminste­r Fuller, recuperado del olvido, proponía la utilizació­n de los edificios 24 horas para diferentes actividade­s. Por ejemplo, los rascacielo­s de oficinas de Manhattan que sólo se utilizan durante ocho horas y cuya climatizac­ión representa un enorme gasto energético podrían ser hoteles singulares, lugares de descanso nocturno.

La tentación de la arquitectu­ra faraónica sigue estando ahí. Es una desgracia, yo critico mucho a mis colegas. Hubo un concurso para replantear las estaciones de tren de Nueva York y todas las propuestas eran megalómana­s. Price propuso eliminar edificios en lugar de construir más, era un pionero de la arquitectu­ra verde.

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INMA SAINZ DE BARANDA

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