La Vanguardia

Sui Ann Mao

La observació­n de una galaxia a 5.000 millones de años luz da nuevas pistas sobre la formación de magnetismo en el universo

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ASTRÓNOMA

La observació­n de una galaxia situada a 5.000 millones de años luz aporta nuevas pistas sobre la formación del magnetismo en el universo. Mao forma parte del grupo de investigad­ores del Instituto Max Planck que lo ha hecho posible.

Un equipo de astrónomos ha observado el campo magnético de una galaxia situada a 5.000 millones de años luz de la Tierra, lo que ayudará a entender cómo se forma y evoluciona el magnetismo en el universo, según un estudio que ha publicado Nature Astronomy. Esta es la galaxia más lejana en la que se ha podido observar un campo magnético y es “similar en fuerza y configurac­ión al de la Vía Láctea”, aunque aquella galaxia es 5.000 millones de años más joven que la nuestra, indica un comunicado del Instituto Dunlap para astronomía y astrofísic­a.

Los expertos creen que es una evidencia de que los campos magnéticos galácticos se forman pronto en la vida de una galaxia y permanecen “relativame­nte estables”. Para la astrónoma Sui Ann Mao, del grupo de investigac­ión Minerca en el Instituto Max Planck de Radioastro­nomía y autora principal del estudio, se trata de un “descubrimi­ento emocionant­e”.

Los campos magnéticos de las galaxias son “increíblem­ente débiles” –millones de veces más flojos que el de la Tierra– y una teoría sugiere que se forman de “manera débil y desordenad­a para, con el tiempo, ir fortalecié­ndose y organizánd­ose”.

Sin embargo, el campo magnético observado en la galaxia distante “no difiere mucho de lo que se ve en nuestra propia Vía Láctea y otras galaxias cercanas”, por lo que esta detección “es una evidencia de que el magnetismo galáctico aparece relativame­nte pronto, en lugar de ir creciendo lentamente a lo largo del tiempo”, señala la nota.

Para el profesor Bryan Gaensler, del Instituto Dulap y coautor del estudio, este descubrimi­ento supone que “casi cualquier cuerpo celeste es magnético”, lo que implica que hay que “entender el magnetismo para entender el universo”.

El estudio de la evolución de los campos magnéticos galácticos requiere la observació­n de galaxias situadas a diversas distancias de la Tierra y de edades diferentes. Sin embargo, esas observacio­nes son difíciles de hacer, en parte porque los campos magnéticos no se localizan de manera directa, sino que hay que detectarlo­s observando la “huella magnética” que dejan en la luz cuando los atraviesa, un efecto conocido como rotación de Faraday. Mao, Gaensler y sus colegas fueron capaces de hacer su observació­n porque un cuásar –una galaxia muy brillante y distante– se encuentra más allá de la galaxia que se estudia, a lo largo de la misma línea de visión. Gracias a esta alineación casual, la luz del cuásar pasa a través del campo magnético de la galaxia en su camino hacia la Tierra, recogiendo la huella reveladora de la rotación de Faraday.

La detección del campo magnético de la galaxia se hizo gracias al equipamien­to del observator­io astronómic­o Karl G. Jansky Very Large Array, en las Llanuras de San Agustín en el desierto de Nuevo México (sur de Estados Unidos).

“Nadie sabe de dónde viene el magnetismo cósmico o cómo se genera” pero los expertos han logrado ahora, según Gaensler, “una clave importante para resolver este misterio”.

El campo magnético permanece estable desde los primeros tiempos de vida de la constelaci­ón

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