La democracia perdida
La “lucha contra el terrorismo islamista”, prioridad exterior
Emmanuel Macron afirma al glosar las líneas maestras de su política exterior ante los embajadores de Francia que Venezuela vive bajo un régimen dictatorial.
Continuidad con Hollande al glosar su política exterior ante los embajadores de Francia Convencido de que sus problemas son de imagen, el presidente nombra nuevo portavoz
La caricatura de Venezuela vuelve a entrar en la política francesa como factor de disputa interna. Ya lo hizo en la campaña electoral presidencial, periodo de pasiones y discursos estridentes por excelencia, pero ayer el presidente Emmanuel Macron reanimó el recurso en clara clave interna al glosar las líneas maestras de su política exterior ante los embajadores de Francia.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, “lucha por perpetuarse en el poder” después de haber “creado una dictadura”, dijo. A continuación el presidente ofreció la clave de esa única referencia latinoamericana de su discurso, al añadir: “Nuestros ciudadanos no entienden cómo algunas personas han sido tan complacientes con el régimen que se está estableciendo en Venezuela, una dictadura que intenta sobrevivir al precio de un costo humano sin precedentes”, dijo.
La parrafada era una alusión al líder de la oposición de izquierda francesa, Jean-Luc Mélenchon, uno de los pocos que no condenan al Gobierno venezolano y se desmarca de la narrativa dominante sobre la situación en aquel país.
Mélenchon, que dirige un minúsculo grupo de 17 diputados en la Asamblea Nacional, ha convocado para el 23 de septiembre una gran manifestación en París contra la reforma laboral de Macron, reforma que califica de “golpe de Estado social”. La referencia sugiere no sólo que Macron reconoce al grupo de Mélenchon, La Francia Insumisa, el título de única oposición activa (la derecha está paralizada por la división interna y el Frente Nacional no aparece en el radar), sino que se la toma en serio.
Por lo demás, el discurso que trazó las líneas maestras de su política exterior no ofreció grandes novedades. Más allá de la energía del personaje, derivada de su dinamismo y juventud, el discurso ofreció un hollandismo con ciertos acentos gaullistas.
“El mundo tiene la vista fija en Francia”, les dijo Macron a sus embajadores. El presidente definió el papel francés en el mundo como una función de “contrapeso” cultivadora del multilateralismo, que pareció definir como una especie de táctica contra el declive del peso francés en el mundo, en la línea de la habitual doctrina exterior europea.
“Si no nos metemos en la senda del multilateralismo, serán otros países quienes lo harán, a veces desde otros valores”, dijo citando a China y su iniciativa de “rutas de la seda”, la única oferta integradora y no belicista que existe en el mundo de hoy.
Más allá de esta consideración, Macron caminó por terreno trillado: la prioridad de la diplomacia francesa es “la lucha contra el terrorismo islamista”, dijo. De esa prioridad, y de la tradición colonial francesa, se deducen las urgencias en África para paliar los desastres ocasionados por la última intervención militar europea en Libia, con gran protagonismo francés, que al disolver el Estado libio, ha desestabilizado aún más los flujos de emigrantes hacia la Unión Europea, gran preocupación del momento.
El presidente abundó en los objetivos de detener esos flujos en las fronteras meridionales de Libia, antes de que crucen el Mediterráneo, apuntados en la cumbre euroafricana celebrada el lunes con los presidentes de Níger y
Chad, además de responsables libios, y otros tres países europeos: Alemania, España e Italia.
Envuelta en discurso humanitario, la UE está deteniendo drásticamente la emigración por todos los medios en África y en las condiciones propias de ese continente. En Sabrata, principal ciudad libia del Mediterráneo de embarque de emigrantes, una milicia armada mafiosa financiada por el Gobierno de unión nacional, a su vez financiado por la UE, impide violentamente los embarques y detiene a los emigrantes en condiciones brutales, informó recientemente la agencia Reuters.
En otro orden de cosas, el presidente, convencido de que la brusca caída de su prestigio se debe a fallos de comunicación, nombró ayer un portavoz presidencial en la persona de Bruno Roger-Petit, un periodista de corte que fue muy beligerante y activo en su favor durante la campaña electoral, lo que llegó a molestar a sus compañeros de redacción de la revista
Challenges. Esa circunstancia llenó ayer las redes sociales de bromas acerca de que el nuevo portavoz, seguirá haciendo su trabajo de siempre, aunque ahora de forma remunerada.