La Vanguardia

“‘Déjele hacer lo que le gusta’, dijo la psicóloga; fue sabia”

- VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 39 años. Nací en París. Vivo en el Born (Barcelona). Soy un ingeniero emprendedo­r. Estoy casado y tengo tres hijos, Romeo (9), Liam (3) y Lynh (4 meses). Soy apolítico, nunca he votado. ¿Creencias? Creo en todo. He diseñado tablas de surf y bicicletas eléctricas

Qué hace en este local del Born? Inventar juguetes que no estaban en el mercado.

¿Qué juguetes? Durante un tiempo fueron tablas de surf. Ahora son bicicletas eléctricas. Y quiero que todo sea muy estético, con estilo, elegante.

¿Qué tienen que ver el surf y la bici? Me gusta la libertad, la aventura, el aire libre... Y las tablas y las bicis son compañeras.

¿Cómo empezó con sus juguetes? Era un adolescent­e complicado, me gustaba la calle, las motos... A los 13 años me llevaron a una psicóloga, que le dijo a mi padre: “Déjele hacer lo que le gusta”. Fue muy sabia.

¿Por qué? Si me hubiesen forzado a estudiar, hubiese acabado mal. Ya estaba robando motos...

¿Y qué le gustaba? El windsurf. Lo ensayé en un lago, en invierno. Aprendí. Y me harté del frío: empecé a soñar con California desde que veía en la tele la serie

Los vigilantes de la playa...

Eso puede cambiarte la vida... No es broma: decidí vivir allí. Ayudé a mi padre en su taller de fotografía, ahorré un poco con ese objetivo...

¿Y se fue? A San Francisco. Y allí me gané la vida como fotógrafo. Y el resto del tiempo, ¡en las olas! Tenía 18 años.

Eso es tenerlo todo. No tenía responsabi­lidades, tenía olas y una novia como Pamela Anderson, camarera en un bar. Fui feliz. Pero uno se cansa de todo.

¿En serio? Me volví a Europa, pero evité París. No sé por qué, me vine a Barcelona. Tenía 22 años y trabajé en la cubierta de un yate del Port Vell. A la vez, diseñaba páginas web.

¿Qué hacía en el yate? Baldear, cocinar, ¡de todo! Y navegué como tripulante por el Atlántico, el Caribe y el Pacífico. Llevé barcos de un sitio a otro, buceé, pesqué atunes, superé tormentas, me aburrí en calmas chichas...

¿Qué sueño tenía entonces? Vivir como capitán de barco. Pero conocí a muchos y un día me di cuenta de que envejecían mal: solos, sin familia, alcoholiza­dos... Y no quise eso para mí.

¿Y qué hizo? Estudié Arquitectu­ra Naval y diseñé catamarane­s por encargo.

¿Y las tablas de surf? Apliqué lo aprendido para mejorarlas: las tabla de surf no habían evoluciona­do desde los años veinte. Las hice de fibra de carbono biaxial, las llamé Exxite... ¡y tuvieron mucho éxito!

¿Qué tenían de particular? Eran superresis­tentes, flexibles, seguras, ágiles, rápidas, nerviosas, de recuperaci­ón rápida al girar la ola: acumulaban muy bien la energía cinética para salir de la ola.

Suena bien. También se usaron para el surf a remo, para carreras, porque les daba mucha estabilida­d: ¡mis tablas eran ganadoras!

¿Hizo muchas? Medio millón al año. Primero artesanalm­ente, luego industrial­mente en Tailandia, de modo que vivía dos meses allí y uno aquí.

No ha parado usted. Llegué a un acuerdo con Starboard, la compañía de windsurf más grande del mundo, y me contrataro­n. Y así mis tablas las han usado todos los campeones de surf, windsurf, surf a remo en carreras...

¿Y cómo pasó de las olas a las bicis? Quise sentar la cabeza, ganar estabilida­d, criar a mis hijos en Barcelona... Y en el parque con mi hijo, un amigo llegó con una bici con capazo, y su hijito dentro... Me iluminé.

¿Qué pensó? Que tenía ante mí el futuro: para ir de compras en la ciudad, para llevar a los niños... ¡Bicicleta eléctrica! Sin combustibl­e, con pedal y batería de litio... recargable­s con toma eléctrica, ¡y también con los rayos del sol!

¿Una bicicleta solar? Sí, por eso la llamo Rayvolt, y luce un diseño elegante, con un punto de moto vintage, emulando la moto Racer Cafe. La primera que diseñé era de bambú ecológico.

Toma ya.. Me la hice para mí. En mi último viaje a Tailandia, un mosquito me inoculó el dengue, y tuve fiebres altísimas: estaba tan obsesionad­o... que se me ocurrió un giróscopo para tener siempre localizada la bici, y cómo tener un mapa GPS en el tablero... Y también un motor que incrementa su potencia según la necesidad, de máxima eficiencia.

Pero... ¿qué autonomía tienen esta bici eléctrica? Hasta 160 kilómetros, a una velocidad de 45 km/hora. Este año fabricarem­os un millar. Ya tengo pedidos del extranjero.

Se ve antigua y moderna a la vez. El tablero conectado a la computador­a de la bici muestra velocidad, distancia, consumició­n, estado de la batería, diagnosis en tiempo real de cualquier avería... Es algo más que una bici. Y las hacemos aquí.

En pleno barrio del Born de Barcelona. Me enorgullec­e y me estimula saber que la gente de este barrio levantó con su ingenio, recursos e ímpetu la basílica de Santa Maria del Mar. ¡Y Picasso vivió a dos puertas de mi local! Todo esto me resulta inspirador

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INMA SAINZ DE BARANDA

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