Tacones para el barrizal
UNA cosa es que su marido niegue el cambio climático y otra que ella piense que para pasearse por la zona devastada por el huracán Harvey no hay nada mejor que calzarse unos zapatos de tacón de aguja. Donald y Melania Trump forman una pareja tan disparatada que, a veces, incluso resultan entrañables. Es lo que tiene la condición de primera dama en Estados Unidos: siempre hay un asesor en el Air Force One que le recomienda a la esposa del presidente que se ponga unas zapatillas deportivas en lugar de los stilettos para moverse por el barrizal.
El matrimonio fue recibido en Corpus Christi por el gobernador Greg Abbott, miembro del Tea Party, quien les habló de las consecuencias del huracán que abandona Texas en dirección Luisiana, donde hace doce años el Katrina dejó 1.800 muertes y transformó el paisaje. Ni uno ni otro creen en el cambio climático, seguramente prefieren cargar la responsabilidad a la Providencia antes que reconocer que Estados Unidos es en parte causante de tales catástrofes, cuando juntamente con China genera el 40% de las emisiones contaminantes del planeta. No habían salido de Texas cuando los Trump conocieron otro drama medioambiental en su país, como es que el aumento de la temperatura está haciendo que Alaska pierda su superficie helada, cambiando la vida de los osos, que para sobrevivir comen bayas, o de los esquimales, que se han trasladado ante el avance de la costa. Si la Organización Meteorológica Mundial ha afirmado que existen evidencias de que la agresividad del Harvey es fruto del cambio climático, el Centro Woods Hole ha advertido que, a fines del siglo XXI, por el efecto invernadero quedará sólo el 10% de la masa de hielo que había en Alaska en el 2000 .
Pero el presidente se niega a recuperar los acuerdos de París para la reducción de gases de carbono. Para él es una cuestión de fe, igual que creer que su esposa puede ir con tacones a un territorio inundado.