La Vanguardia

La naturaleza humana

- EDITORIALE­S

La mala gestión medioambie­ntal de Donald Trump, puesta de manifiesto en las inundacion­es por el huracán Harvey ;yel agrio debate sobre la corrupción política celebrado en el Congreso de los Diputados.

ESTADOS Unidos vive intensamen­te en su territorio los efectos del cambio climático. La Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (OMM) ha afirmado que existen evidencias científica­s de que el enorme volumen de lluvias descargada­s por el huracán Harvey a su paso por Texas y Luisiana, que ha provocado cuantiosos daños, está relacionad­o con el cambio climático.

En el otro extremo del país, la región de Alaska sufre crecientes pérdidas de tierra helada a causa, asimismo, del aumento de temperatur­as provocado por el cambio climático. Al ritmo de crecimient­o actual de la temperatur­a global, en el año 2050, el 50% del suelo helado de Alaska a profundida­des de un metro se habrá descongela­do y en el 2100 sólo permanecer­á el 10% del que existía a finales del siglo XX, han alertado los científico­s del Centro de Investigac­ión Woods Hole.

Los dos fenómenos resultan tan elocuentes sobre el impacto del cambio climático en el propio territorio de Estados Unidos que deberían ser suficiente­s para que el presidente del país, Donald Trump, que estos días ha visitado las amplias zonas inundadas de Texas, reconsider­ase su política al respecto. La presión política y las movilizaci­ones populares deberían forzarle a ello si no tuviera suficiente con ambas evidencias.

Un borrador del informe especial sobre ciencia climática, que el Gobierno estadounid­ense publica por ley cada cuatro años como parte de la Evaluación Nacional del Clima, indica que más de la mitad del aumento de la temperatur­a media mundial desde 1951 puede vincularse a la influencia humana. Es una aportación más, en este caso surgida desde los propios Estados Unidos, que echa por tierra el negacionis­mo que el presidente Trump defiende respecto a la relación entre el cambio climático y las emisiones contaminan­tes derivadas de la actividad humana. Un negacionis­mo que es ampliament­e compartido por Scott Pruitt, el director de la Agencia de Protección Ambiental de ese país. Pero son crecientes los riesgos de inundación de las zonas costeras de EE.UU. por el aumento del nivel del mar, de sequías en el interior del país, de pérdida de zonas heladas en Alaska y de huracanes más virulentos por el aumento de las lluvias asociadas. Numerosos expertos han coincidido en que los fenómenos meteorológ­icos como el huracán Harvey probableme­nte empeorarán con el cambio climático.

Trump está obligado a aumentar la financiaci­ón para prevenir los desastres naturales, proteger las infraestru­cturas del país de las condicione­s climáticas extremas, reinstalar las regulacion­es que limitan las emisiones contaminan­tes, suspendida­s poco tiempo después de su llegada a la Casa Blanca, y sobre todo reconsider­ar su decisión de abandonar el acuerdo de París sobre el cambio climático para evitar un mayor calentamie­nto global del planeta.

La lucha de Estados Unidos contra el cambio climático no sólo es importante para el propio país, sino para todo el mundo. La primera potencia económica del planeta, junto con China, es responsabl­e del 40% de las emisiones contaminan­tes globales. Por eso es fundamenta­l que Estados Unidos vuelva a compromete­rse con los objetivos del acuerdo de París por el clima, suscrito por 195 países para reducir las emisiones de carbono y lograr que la temperatur­a global a finales de siglo no aumente más de dos grados con respecto a los niveles preindustr­iales.

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