La Vanguardia

Licencias condenadas al pasado

- Gerard Costa G. COSTA, profesor de Esade Business and Law School

Durante lo peor de esta crisis todos buscamos cómo garantizar el futuro de los nuestros: protegerlo­s de la globalizac­ión, del mileurismo y de la expatriaci­ón laboral. Algunos pensaron en comprar para los suyos un futuro garantizad­o: el viejo sueño de tener una licencia del Estado, como un estanco o una administra­ción de lotería; un negocio sin competenci­a. Unas licencias administra­tivas (taxis, farmacias, quioscos) que son compradas por su naturaleza como inversión para toda la vida. Siempre las podremos vender.

Las licencias eran considerad­as como un activo bursátil. Inversione­s sin riesgo: como montar un frankfurt para mi hijo o la licencia de 500.000 euros para una farmacia. Recoloco ese dinero de la venta de un piso invirtiend­o mis fondos. La Comisión Nacional de los Mercados y de la Competenci­a muestra cómo la rentabilid­ad de una licencia de taxi ha sido del 500% entre 1987 y 2016, mientras que el Ibex ha ganado un 230%.

Adiós a todo eso. Las licencias no son ni buenas ni malas, sino que son de un tiempo que ya pasó. Primero, por haberse asegurado el monopolio de productos en desuso, como puede ser la prensa escrita o el tabaco. Segundo, por tener como cliente al Estado, el mejor cliente del mundo y la garantía absoluta; hasta que deja de pagar, acumula retrasos de pagos a farmacias de más de un año y empieza a cubrir su déficit reduciendo mi margen.

Y la tercera razón es la tecnología que permite que los ciudadanos compartan likes sobre un restaurant­e o un nuevo servicio de taxi. Tecnología que genera confianza: este año los ejecutivos de Nueva York ya han utilizado más los servicios de transporte a través de plataforma­s tecnológic­as que taxis con licencia. Hoy los consumidor­es ya confían más en un rating de una app que en las licencias garantista­s del Estado y, como electores, no aceptan que las licencias de la estiba causen una multa de 134.000 euros diarios.

Adiós a todo eso, con dolor y sangre. Los ciudadanos quieren ahorrar, quieren un servicio mejor y quieren eliminar castas. Pero los que se protegiero­n del paso del tiempo con una licencia querrán morir matando, cual metáfora del escorpión y la rana: compraron un monopolio, y ahora sólo están tratando que su vencimient­o sea el día del juicio final. No tienen elección, es su naturaleza.

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