La Vanguardia

Macron lanza su reforma laboral y se prepara para las protestas

El presidente francés plantea flexibiliz­ar el despido y reducir indemnizac­iones

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El curso político arranca en Francia con aires de conflicto después de que el presidente Macron presentara su reforma laboral, que flexibiliz­a el despido, y diera por hecho que en los próximos meses deberá convivir con la “impacienci­a popular”.

La reforma de Emmanuel Macron para “transforma­r” Francia ha comenzado. Ayer se presentó su primer capítulo: la reforma laboral, que profundiza la de su antecesor –a la que el propio Macron estuvo vinculado como consejero y ministro– en la misma línea de los últimos treinta años: más poder empresaria­l, mayor facilidad para el despido y el trabajo precario, flexibilid­ad y menor poder sindical, priorizand­o la negociació­n en las empresas.

En general el hachazo contra los derechos laborales ha sido menor del esperado. Se han suavizado algunos puntos y se han introducid­o ciertas compensaci­ones en busca de equilibrio y también “para dividir a las centrales sindicales”, explica Cécile Cornudet, del diario empresaria­l Les Echos. Pese a esa relativa prudencia, la reforma ha sido muy bien recibida en medios de la gran y de la pequeña empresa, objeto esta última de una atención preferente de todo el paquete.

“Francia continuará siendo un Estado de derecho social”, tuvo que explicar el primer ministro, Édouard Philippe, al iniciar su presentaci­ón y calificar el paquete de

La reforma laboral, que desarrolla la de Hollande, es el primer capítulo de la obra de “transforma­ción”

“coherente, equilibrad­o y ambicioso”. “El derecho laboral no es la primera causa del paro –reconoció Philippe– pero para el empresaria­do y el inversor extranjero era visto como un freno”, dijo.

Sin acabar con los convenios ni la ley, la empresa, donde la correlació­n de fuerzas es siempre adversa para los empleados, “será el marco esencial” en el que se produzca la negociació­n, explicó.

Esta reforma se ha confeccion­ado fundamenta­lmente en el Elíseo, pero ha practicado una curiosa concertaci­ón. En las “más de 300 horas de reuniones con sindicatos y patronal”, cada central ha sido recibida por separado, sin desvelar nunca los borradores. El recurso al secreto y a la modalidad llamada “de ordenanzas” ha evitado todo debate parlamenta­rio en aras de la rapidez. Por más que poco democrátic­o, el método se ha demostrado más eficaz y operativo que el ensayado a medio mandato por François Hollande hace dos años.

Macron aprendió de aquello y siguió el consejo de su mentor, Jacques Attali, el incombusti­ble consejero de sucesivos presidente­s de Francia y gran predicador de las reformas neoliberal­es llevadas a cabo en el país con gobiernos de izquierda y de derecha indistinta­mente desde los años ochenta.

“Lo que el nuevo presidente no haga en los primeros tres meses de su mandato, no lo hará nunca”, dijo Attali en mayo. Desde esa ventaja, Macron anuncia una gran voluntad: “Voy a tener que convivir durante meses con la impacienci­a del pueblo, actuaré en profundida­d sin ceder en nada”, dice en la entrevista publicada ayer por Le Point .El presidente se propone “acabar con tres decenios de ineficacia”. El objetivo es fortalecer a Francia “para poder cambiar en profundida­d Europa”, dice en esa entrevista.

La reforma laboral es sólo un aspecto. El otro es la reforma fiscal, con nuevas ventajas para los más ricos y las empresas en forma de rebajas de impuestos sobre el capital y la fortuna y del impuesto de sociedades (del 33% al 25% en el 2022). Todo eso son “instrument­os para lograr la liberación de las energías”, dice.

Sin embargo el sentido social de todo esto, una nueva ofensiva que se suma a treinta años de políticas involutiva­s, es demasiado inequívoco. Por más que las protestas que se anuncian para este otoño podrían quedar en poca cosa, Francia acumula, a medio y largo plazo, puntos para ser el escenario de la tormenta perfecta en la UE.

El 68% de los asalariado­s considera que los empresario­s aprovechar­án el mayor papel dado a los acuerdos de empresa para encoger sus derechos, señala una encuesta de Opinion Way publicada ayer. Otro 64% rechaza la idea de que la mayor facilidad de despido se traducirá en más contratos y creación de empleo y considera injusto el tope impuesto a las indemnizac­iones por despido improceden­te.

En tres meses la imagen de Macron ha pinchado. “Los franceses comienzan a mostrar desagrado hacia todo aquello que hace muy poco les gustaba de su nuevo presidente”, dice Franz-Olivier Giesbert, uno de los más conocidos periodista­s de corte del país, para quien “Macron es nuestra última oportunida­d”.

En la izquierda se expresan juicios parecidos: “Se siente venir la catástrofe democrátic­a que un día podría barrer a la República”, dice Laurent Maudit, analista del portal

Mediapart.

Más facilidade­s para el despido, más poder a las empresas, menos a los sindicatos y mayor homologaci­ón con la UE

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POOL / REUTERS Emmanuel Macron observa la partida del presidente de Costa de Marfil, Alassane Ouattara, en el Elíseo

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