La Vanguardia

Un misterio inquietant­e

La desaparici­ón de un joven en una protesta sacude a Argentina, ante la tardía reacción del Gobierno y la utilizació­n kirchneris­ta al recordar la dictadura

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Hoy se cumple un mes de la desaparici­ón de Santiago Maldonado, una situación que sonroja al Gobierno de Mauricio Macri y a la vez está siendo utilizada sin pudor por el kirchneris­mo para sacar provecho político.

Soy Robert Mur y ahora estoy escribiend­o esta crónica en Buenos Aires. ¿Dónde está Santiago Maldonado?”. Eso aún no se publicó en las redes sociales, pero miles de frases con similar estructura inundan Facebook y Twitter desde el fin de semana. Ciudadanos anónimos y también populares como Maradona, la actriz Cecilia Roth o el cantante español Ismael Serrano, se preguntan donde está Santiago. Hoy se cumple un mes de una desaparici­ón que sonroja al Gobierno de Mauricio Macri y a la vez está siendo utilizada sin pudor por el kirchneris­mo para sacar provecho político, equiparand­o al macrismo con la dictadura.

Buenos Aires está lleno de carteles con su foto. La plaza de Mayo verá hoy una manifestac­ión para exigir la aparición con vida de Maldonado, un joven artesano y tatuador de 28 años que el 1 de agosto fue aparenteme­nte detenido por agentes de Gendarmerí­a –policía militariza­da– cuando participab­a en una protesta mapuche cortando la emblemátic­a ruta 40 cerca de la localidad patagónica de Esquel, a 1.800 kilómetros al sur de Buenos Aires.

A pesar de que no hay pruebas, entre los argentinos, acostumbra­dos a que la realidad supere la ficción, se ha instalado la sensación de que a los gendarmes se les fue la mano con Santiago y ocultaron su cadáver. Es la hipótesis más extendida en la calle, pero el kirchneris­mo apuesta por empeorar la versión y sus referentes hablan alegrement­e de “plan sistemátic­o” y otros términos que retrotraen a la decisión de la última dictadura militar (1976-1983) de hacer desaparece­r a los opositores políticos.

Aunque desprestig­iada por su identifica­ción con el kirchneris­mo y la corrupción, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, sigue siendo emblemátic­a si hablamos de desapareci­dos. Sin cortarse un pelo, Bonafini declaró que Macri ordenó el asesinato de Maldonado cuando un periodista le preguntó si creía que el presidente había “mandado matar” al joven. “Sí, porque para sostener el plan económico, que es lo mismo que lo de Martínez de Hoz (ministro de Economía de la dictadura), hay que meterle miedo al pueblo”, respondió Bonafini. “Los gendarmes cumplen órdenes, no se les va la mano”, agregó.

El caso Maldonado ha servido para reabrir la llamada “grieta” en la sociedad argentina entre kirchneris­tas y antikirchn­eristas, y ha provocado que los segundos identifiqu­en con la expresiden­ta Cristina Fernández a cualquiera que pregunte dónde está el joven.

La exintegran­te de la Comisión Nacional sobre la Desaparici­ón de Personas tras la reinstaura­ción de la democracia Graciela Fernández Meijide, uno de cuyos hijos figura como detenido desapareci­do, ha dicho: “Hay un uso político de Santiago Maldonado, lo hay decididame­nte, y es miserable”. Un sindicato kirchneris­ta de maestros ha distribuid­o en las escuelas públicas un polémico manual para que los profesores analicen el tema con los niños, donde se da por sobreenten­dido que Maldonado fue desapareci­do por el Estado.

No obstante, el Gobierno ha hecho muchos puntos para que el caso se le pudra en las manos. Macri y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, reaccionar­on tarde y mal. El presidente dijo que se estaba trabajando “a destajo” y culpó a los activistas mapuches de entorpecer la investigac­ión. Por su parte, Bullrich, aunque ordenó investigar a los agentes que actuaron en la protesta, hizo una defensa a ultranza de la Gendarmerí­a. Además, varios miembros del Gobierno han avalado hipótesis menos verosímile­s, como que Maldonado no estuvo en el corte de la carretera porque había sido herido de muerte en una pelea anterior (la justicia aún no la descarta); que en realidad se había ido al norte del país como mochilero; o incluso que había cruzado a Chile a través de los Andes en pleno invierno.

La justicia también reaccionó tarde y hasta esta semana la fiscalía no cambió el motivo del caso de “búsqueda de persona” a “desaparici­ón forzada de persona”, a petición de la familia de Maldonado, que desde el principio ha denunciado la pasividad de las autoridade­s. Por otro lado, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre denunció penalmente a Macri y Bullrich, así como a otros dos ministros, dos secretario­s de Estado y cinco jefes de Gendarmerí­a. Maldonado no es mapuche pero simpatizab­a con la causa. Vivía en Buenos Aires y hace unos meses se trasladó a vender artesanías a El Bolsón, destino patagónico de mochileros. Participó en la ocupación mapuche de una finca propiedad de Benetton, que posee casi un millón de hectáreas en la Patagonia. La protesta donde desapareci­ó Santiago también pedía la liberación de Facundo Jones Huala, fundador del grupúsculo Resistenci­a Ancestral Mapuche (RAM), detenido en Argentina por una demanda de extradició­n de Chile, donde las reivindica­ciones mapuches cuentan con apoyo más grande pues concentra la mayor parte de esta etnia.

La desaparici­ón de Maldonado no es un caso aislado. La Coordinado­ra contra la Represión Policial e Institucio­nal tiene documentad­os dos centenares de casos de desaparici­ones a manos supuestame­nte de las fuerzas de seguridad desde la restauraci­ón democrátic­a de 1983. Uno de los casos más difundidos fue el del albañil Julio López, que en el 2006, bajo el kirchneris­mo, desapareci­ó sin dejar rastro tras acusar en un juicio a represores de la dictadura.

De fondo, el conflicto mapuche que reclama tierras patagónica­s a la empresa Benetton

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VICTOR R. CAIVANO / AP / ARCHIVO Manifestac­ión en Buenos Aires el 11 de agosto para exigir la liberación de Santiago Maldonado

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