La Vanguardia

Siria: Erdogan, a la suya

- Valentín Popescu

La historia del Oriente Medio –enrevesada, empecinada y dominada por intereses y orgullos personales desde siempre– se ha complicado ahora aún más con la intervenci­ón de la Turquía de Erdogan en la guerra contra el Estado Islámico (EI).

Gracias al presidente turco, la ofensiva general contra las posiciones sirias del EI es también una lucha interna de los antifundam­entalistas ya que las fuerzas armadas de Erdogan atacan ahora más a los kurdos, aliados de Estados Unidos, que a los hombres del Al Bagdadi.

Desde el punto de vista de Ankara, esta actitud tiene cierta lógica; pero es una lógica que no comparte nadie más. Erdogan fue siempre hostil al presidente sirio, Bashar el Asad, y ayudó en un principio tibiamente a los sublevados. Luego, el auge del islamismo radical y el protagonis­mo del EI en el Oriente Próximo (y también la presión política de Washington) decidieron al presidente turco a mandar a su Ejército a luchar contra los fundamenta­listas en la llamada operación Escudo Éufrates. Con ella pretendía primordial­mente tener el control militar sobre la frontera meridional de su país y los territorio­s adyacentes.

Pero más que una alianza internacio­nal contra el EI, el Escudo Éufrates era para Erdogan un sucedáneo de la guerra civil que no quiere tener en su propia casa contra la gran minoría kurda. Y es que los brotes de terrorismo nacionalis­ta kurdo han corrido casi siempre a cargo de comandos del PKK (Partido Comunista Kurdo turco) y estos han sido el armazón sobre el que se han formado las milicias de voluntario­s kurdos iraquíes y sirios –denominada­s YPG– que interviene­n decisivame­nte en las batallas contra los bastiones del EI.

El Pentágono financia, arma y entrena a estas milicias porque su eficiencia permite a EE.UU. intervenir en la guerra contra Al Bagdadi sin tener que mandar tropas de infantería y las apoya hasta el extremo de que se olvida de que el propio Departamen­to de Estado norteameri­cano tiene calificado al PKK como organizaci­ón terrorista. A Erdogan esta alianza kurdo-estadounid­ense le irrita mucho, pero la soportaría sin más de no existir el riesgo de que tres regiones sirias vecinas a la frontera sudorienta­l turca –zona que los nacionalis­tas kurdos llaman Royava (Kurdistán Occidental)– se unan en un gran territorio totalmente controlado por los partidario­s de la creación de un Estado kurdo que englobe las regiones de esta etnia actualment­e bajo el dominio de Turquía, Irak, Irán y Siria. Incluso si esto no fuera más que un riesgo a largo plazo, la existencia de una poderosa entidad paraestata­l que pueda servir de base y eventual refugio al terrorismo kurdo-turco inquieta grandement­e en Ankara.

En esta guerra dentro de la guerra –en junio último, en plena ofensiva aliada contra el bastión fundamenta­lista de Raqa– los turcos llevaron a cabo frecuentes (a veces, hasta 100 en un día) bombardeos de las posiciones sirias de los YPG que también atacaban Raqa. Gracias a esto, las tropas turcas y sus aliados locales han logrado abrir varias brechas en Royava.

Pero no es este logro militar turco lo que realmente inquieta a los dirigentes nacionalis­tas, ya que saben que tales cuñas son posiciones imposibles de mantener en un periodo de paz. La gran preocupaci­ón nacionalis­ta es la futura conducta de Washington. Y es que una vez erradicado el EI –y con él, el peligro del terrorismo fundamenta­lista– los YPG ya no serán necesarios y entonces el Departamen­to de Estado podría volver a anteponer los intereses del Estado turco al de los kurdos turcos.

Turquía interviene en Siria en un sucedáneo de la guerra civil que no quiere tener en su propia casa contra la gran minoría kurda

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