La Vanguardia

Un souvenir estival

- Quim Monzó

Alas ocho y media de la mañana, en una de las mesas de mármol del café de la Sociedad del pueblo un hombre con gafas gruesas desayuna y lee el diario. Todo sería silencio si no fuera porque el televisor está conectado a una emisora de radio que emite música rap, que a los camareros les debe de gustar porque probableme­nte les recuerda la farra de anoche, pero que a los clientes que hay ahora más bien les molesta porque no les permite concentrar­se en lo que leen (los que leen, porque otros simplement­e toman su café con la mirada perdida u observando el movimiento de mujeres con capachos que hay en la plaza).

Entra un señor calvo que, cuando ve al hombre que lee el diario, sonríe porque sabe que ha encontrado la presa deseada. Se acerca y se sitúa delante de la mesa, privando así de la claridad que llega del exterior al hombre que lee. Le pregunta: –¿Qué, de vacaciones? A lo largo de las semanas que hace que está aquí, al hombre con gafas le han hecho esa misma pregunta un mínimo de ciento cincuenta veces, y calcula que hasta que se marche se la harán ciento cincuenta más. Contesta: –Sí. –Se está bien de vacaciones, ¿eh? Lejos de Barcelona, con todo aquel ruido atronador de gente y coches arriba y abajo... Oh, yo no podría vivir en Barcelona. ¡Antes muerto! Si alguna vez tengo que ir, forzado porque he de resolver un asunto, estoy el mínimo de tiempo posible. Llego, hago rápidament­e lo que tengo que hacer y me largo. Ahí te quedas, Can Fanga, toda llena de fanguers y pixapins en su salsa. ¡Ja ja ja!

Ríe para remarcar que lo que ha dicho le parece muy divertido. El hombre que lee da un nuevo mordisco al bocadillo de fuet y baja la cabeza para seguir leyendo. Pero el hombre calvo no se va. Continúa delante de él, observándo­lo. Pasan un montón de segundos, un minuto, dos minutos... Es evidente que le parece extraño que el hombre que lee no le dé conversaci­ón, siga con la cabeza agachada y, cuando ha leído la noticia de esta página que le interesaba, cambie de hoja. Eso activa la inventiva del calvo:

–¿Qué? ¿Dicen muchas cosas interesant­es los diarios? Venga, si siempre dicen lo mismo y, además, mienten. Todos mienten. No hay ninguno que no mienta. ¿Cómo puede alguien perder el tiempo leyendo diarios si, además, las noticias importante­s ya te las dan en la tele? Francament­e, no sé qué le encuentran. Y además usted se los compra, yo vengo aquí, al bar, y leo los de la casa.

–Pero ¿no dice que todos mienten y que es una pérdida de tiempo?

–Sí, pero los del bar los lees gratis, y eso es un gran qué. Siga, siga leyendo, que no quiero molestarle.

Y con un medio rictus de desdén se va hacia la barra.

Todo sería silencio si no fuera porque el televisor está conectado a una emisora que emite música rap

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain