La Vanguardia

Operación desprestig­io

- Pilar Rahola

Hicieron demasiado bien su trabajo. A pesar de que la tragedia nos había helado el corazón, la sociedad elevaba el grito de la vida, y nuestra policía, esos Mossos tan a menudo vilipendia­dos, hacían demasiado bien su trabajo. Durante una semana, que debió de parecer una eternidad en los aledaños del poder central, ese que se alimenta del orgullo sobreactua­do, el Estado no existió en Catalunya, porque el otro Estado, el que aspira a serlo, demostró arrojo y eficacia. Y cuando la eficacia se marida con la seguridad, en tiempos del miedo y la incertidum­bre, se reviste de prestigio.

Los Mossos, pues, hicieron bien, demasiado bien, su trabajo, y en pocos días se detectó a toda la célula, se neutralizó el peligro y se cerraron los flecos policiales de la tragedia, con una rapidez insólita en un atentado de esa naturaleza. Y así, ese sonsonete cavernario de un Govern inepto, incapaz de resolver los problemas ciudadanos, se quebró de golpe, porque el aplauso fue general. Catalunya era capaz de gestionar con categoría una crisis con decenas de víctimas, y la mirada internacio­nal lo elevaba a noticia de titular. Hicieron tan bien su trabajo, que lo hicieron demasiado bien, y el adverbio hizo arder Troya.

Había que reaccionar. El 1-O está a las puertas, la Diada se atisba masiva y aunque el ruido usa palabras gruesas, nadie sabe cómo parar la marabunta catalana. La determinac­ión de votar está intacta, arrecian las voluntades, casi a punto la logística, y sólo parece posible pararlo a las bravas. Pero ¿quién quiere la imagen de un Estado enviando a la policía a perseguir urnas? O, también nefasto, ¿quién está dispuesto a forzar la legalidad hasta el punto de ilegalizar al Govern? Sólo faltaba que los Mossos hicieran demasiado bien su trabajo.

Y así empezó el ruido. Primero fue un susurro…, sí, bien, pero la Guardia Civil no está contenta, lo de Alcanar fue una chapuza, había que poner bolardos, prever mejor... Era cierto: Barcelona estaba en la diana, tanto, que yo misma he escrito artículos afirmándol­o, en este espacio. Era cierto: salíamos en los papeles yihadistas. Era cierto: los servicios de inteligenc­ia internacio­nales observaban de cerca. Y porque todo era cierto, estábamos en alerta 4 y ya se había conseguido frustrar posibles atentados. ¿Y si hubiéramos blindado la Rambla? Habrían atacado en el paseo de Gràcia. Y, además, ni ellos habían previsto ese lugar para el atentado. Pero era igual, porque el ruido había empezado y arreciaba en micrófonos, en papeles, en declaracio­nes. Y no se trataba de informar mejor, sino de embarullar, contaminar, crear un atisbo de duda. Lo de los buenos abogados con los jurados populares. Es decir, se trataba de ensuciar el buen nombre que los Mossos habían conseguido, inesperada­mente, porque habían hecho demasiado bien su trabajo. Nada, dicen que hacen periodismo.

Pravda también lo aseguraba.

Se trataba de ensuciar a los Mossos porque habían hecho bien, demasiado bien, su trabajo

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