La Vanguardia

Drama y pacto

- Enric Juliana

Mariano Rajoy inscribió ayer la cuestión catalana en el discurso del robustecim­iento orgánico y electoral del Partido Popular. El presidente emplazó a los suyos a convertir las elecciones municipale­s y autonómica­s de mayo del 2019 en el Domingo de Resurrecci­ón de la derecha española. Aquel mismo año podría haber elecciones generales, si a Rajoy no se le muere antes la legislatur­a, por asfixia (falta de apoyo a los presupuest­os), o como consecuenc­ia de una moción de censura bien artillada.

Horizonte 2019 con tres objetivos primordial­es. Primero: intentar capitaliza­r la mejora estadístic­a de la economía, que muchas personas no perciben en su vida cotidiana. Segundo: aparecer de manera constante como garante de la unidad de España, y poder acreditar ante el bloque electoral conservado­r (siete millones de votantes, con prepondera­ncia de personas mayores de 60 años) que el Partido Popular ha parado los pies al secesionis­mo catalán. Tercero: dejar atrás el marco narrativo de la corrupción, objetivo un tanto difícil después de haber fracasado en la doma de la Fiscalía Anticorrup­ción.

Partido Alfa capaz de frenar el “desafío catalán”, sin dramas y sin pactos sustantivo­s. Sin dramas, para no expulsar al Partido Nacionalis­ta Vasco de la actual mayoría presupuest­aria y para no facilitar una moción de censura del PSOE, hoy imposible, pero que en una situación de altísima tensión podría prosperar como única salida viable a la crisis de Estado. Sin pacto, porque la derecha de la derecha veta cualquier negociació­n.

Esta es una de las claves profundas de la actual situación española. Este es el dato que escapa a muchos observador­es europeos que se preguntan, con razón, por qué Rajoy no intenta una negociació­n con los soberanist­as catalanes; por qué no dialoga con una corriente política y emocional que, con todos sus matices y contradicc­iones, suma casi el 50% de la sociedad catalana, más del 60% de los jóvenes, y mucha gente más si consideram­os a toda la Catalunya emprenyada. Rajoy no negocia porque no quiere y porque no puede. No hay un lepenismo español que le pueda robar votos, pero ahí están Ciudadanos –partido nacido como antagonist­a del nacionalis­mo catalán– y la enorme balsa de la abstención. Ahí está José María Aznar, asistido por Cayetana Álvarez de Toledo, que mañana mismo activaría la ley de Seguridad Nacional.

Afrontar la cuestión de Catalunya sin dramas y sin pactos. ¿Es esto realmente posible? Atentos al próximo Onze de Setembre. La tensión de estos últimos días –la viva sospecha de que se pretende culpar a los Mossos de los atentados– puede llevar más gente a la calle.

Llegar a octubre sin dramas y con media puerta abierta al pacto. Esta es la propuesta de Pedro Sánchez, que el mes de agosto viajó a Catalunya con discreción y escuchó opiniones diversas. Se reunió con Carles Puigdemont. Tomó nota de las opiniones de Miquel Roca, entre otras. Mantuvo abierta la comunicaci­ón con Rajoy. Sánchez propone una comisión parlamenta­ria sobre Catalunya, fórmula que hace meses ya fue planteada por el PDECat (programa electoral de junio del 2016) y por los comunes (Xavier Domènech).

El secretario general socialista no quiere abrir una batalla en la Mesa del Congreso (que podría perder), está dispuesto a esperar a octubre, y cree que la iniciativa acabará siendo apoyada por el PP. Suave en las formas, ayer repitió que “no descarta” una moción de censura. Pondrá énfasis en el diálogo con el PNV. Lo decíamos el domingo: los nacionalis­tas vascos son determinan­tes en el actual tablero. Y los de Sabin Etxea no quieren dramas en Catalunya. Negociar, negociar, negociar. Iñigo Urkullu volvió a repetirlo ayer en Radio Euskadi.

La derecha se burla de la nación de naciones de Sánchez –“¿cuántas naciones tiene España?”, le preguntan en las ruedas de prensa–, y también intenta ridiculiza­rle la fragata de opinión que apoyó a Susana Díaz en las primarias socialista­s. Coña plurinacio­nal. ¿Cuántas naciones? ¿Cuántos cantones? Linimento Pi i Margall, esa ironía corrosiva y aceitosa que la Restauraci­ón destiló después de la fallida Primera República, para que los españoles se olvidasen para siempre del federalism­o.

Pero son muy pocos los que desean un drama.

Rajoy, obsesivame­nte atento al retrovisor derecho, quiere afrontar la situación catalana sin dramas y sin pacto Sánchez propone una comisión en el Congreso, no descarta la moción de censura y hablará mucho con el PNV

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