Drama y pacto
Mariano Rajoy inscribió ayer la cuestión catalana en el discurso del robustecimiento orgánico y electoral del Partido Popular. El presidente emplazó a los suyos a convertir las elecciones municipales y autonómicas de mayo del 2019 en el Domingo de Resurrección de la derecha española. Aquel mismo año podría haber elecciones generales, si a Rajoy no se le muere antes la legislatura, por asfixia (falta de apoyo a los presupuestos), o como consecuencia de una moción de censura bien artillada.
Horizonte 2019 con tres objetivos primordiales. Primero: intentar capitalizar la mejora estadística de la economía, que muchas personas no perciben en su vida cotidiana. Segundo: aparecer de manera constante como garante de la unidad de España, y poder acreditar ante el bloque electoral conservador (siete millones de votantes, con preponderancia de personas mayores de 60 años) que el Partido Popular ha parado los pies al secesionismo catalán. Tercero: dejar atrás el marco narrativo de la corrupción, objetivo un tanto difícil después de haber fracasado en la doma de la Fiscalía Anticorrupción.
Partido Alfa capaz de frenar el “desafío catalán”, sin dramas y sin pactos sustantivos. Sin dramas, para no expulsar al Partido Nacionalista Vasco de la actual mayoría presupuestaria y para no facilitar una moción de censura del PSOE, hoy imposible, pero que en una situación de altísima tensión podría prosperar como única salida viable a la crisis de Estado. Sin pacto, porque la derecha de la derecha veta cualquier negociación.
Esta es una de las claves profundas de la actual situación española. Este es el dato que escapa a muchos observadores europeos que se preguntan, con razón, por qué Rajoy no intenta una negociación con los soberanistas catalanes; por qué no dialoga con una corriente política y emocional que, con todos sus matices y contradicciones, suma casi el 50% de la sociedad catalana, más del 60% de los jóvenes, y mucha gente más si consideramos a toda la Catalunya emprenyada. Rajoy no negocia porque no quiere y porque no puede. No hay un lepenismo español que le pueda robar votos, pero ahí están Ciudadanos –partido nacido como antagonista del nacionalismo catalán– y la enorme balsa de la abstención. Ahí está José María Aznar, asistido por Cayetana Álvarez de Toledo, que mañana mismo activaría la ley de Seguridad Nacional.
Afrontar la cuestión de Catalunya sin dramas y sin pactos. ¿Es esto realmente posible? Atentos al próximo Onze de Setembre. La tensión de estos últimos días –la viva sospecha de que se pretende culpar a los Mossos de los atentados– puede llevar más gente a la calle.
Llegar a octubre sin dramas y con media puerta abierta al pacto. Esta es la propuesta de Pedro Sánchez, que el mes de agosto viajó a Catalunya con discreción y escuchó opiniones diversas. Se reunió con Carles Puigdemont. Tomó nota de las opiniones de Miquel Roca, entre otras. Mantuvo abierta la comunicación con Rajoy. Sánchez propone una comisión parlamentaria sobre Catalunya, fórmula que hace meses ya fue planteada por el PDECat (programa electoral de junio del 2016) y por los comunes (Xavier Domènech).
El secretario general socialista no quiere abrir una batalla en la Mesa del Congreso (que podría perder), está dispuesto a esperar a octubre, y cree que la iniciativa acabará siendo apoyada por el PP. Suave en las formas, ayer repitió que “no descarta” una moción de censura. Pondrá énfasis en el diálogo con el PNV. Lo decíamos el domingo: los nacionalistas vascos son determinantes en el actual tablero. Y los de Sabin Etxea no quieren dramas en Catalunya. Negociar, negociar, negociar. Iñigo Urkullu volvió a repetirlo ayer en Radio Euskadi.
La derecha se burla de la nación de naciones de Sánchez –“¿cuántas naciones tiene España?”, le preguntan en las ruedas de prensa–, y también intenta ridiculizarle la fragata de opinión que apoyó a Susana Díaz en las primarias socialistas. Coña plurinacional. ¿Cuántas naciones? ¿Cuántos cantones? Linimento Pi i Margall, esa ironía corrosiva y aceitosa que la Restauración destiló después de la fallida Primera República, para que los españoles se olvidasen para siempre del federalismo.
Pero son muy pocos los que desean un drama.
Rajoy, obsesivamente atento al retrovisor derecho, quiere afrontar la situación catalana sin dramas y sin pacto Sánchez propone una comisión en el Congreso, no descarta la moción de censura y hablará mucho con el PNV