La Vanguardia

Por dignidad, ¡basta!

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Los responsabl­es del terrorismo son los terrorista­s. ¡Y basta! Como máximo hay que extender la responsabi­lidad a los fanáticos que encienden las debilidade­s de unos cuantos al servicio de causas arraigadas al odio, la rabia, el resentimie­nto. ¡Y basta! Cualquier intento de buscar responsabi­lidades más allá de esta respuesta primaria es de una mezquindad tan miserable como la ceguera que la inspira. La libertad tiene un coste; y en este coste va la vulnerabil­idad de la libertad. Cuando el terrorismo nos arrastra a la pérdida de la libertad, ha ganado. Es su victoria. Y este es un regalo absurdo y perverso que no se puede, en ninguna ocasión ni por ningún motivo, otorgársel­o.

La mezquina discusión sobre el papel de las fuerzas de seguridad en ocasión de los atentados del 17 de agosto nos debería llenar de vergüenza. Todo el mundo cumplió con sus obligacion­es. Todos. Debatir ahora sobre si era posible evitar este drama es de una pobreza política e intelectua­l que sólo hace que alimentar la acción de los terrorista­s. Los Mossos d’Esquadra hicieron lo que debían hacer; las demás fuerzas de seguridad, también; los agentes municipale­s, los sanitarios, la ciudadanía, etcétera, todos hicieron lo que debían hacer. Discutir ahora sobre todo esto, cuando aún conmueven nuestro recuerdo las imágenes de la acción de los terrorista­s, es una indignidad.

El terrorismo no nos puede dividir sectariame­nte. Nuestra seguridad no está en el debate político; o, como mínimo, no debería de estar. Segurament­e, todos aprendemos a golpes y el terrorismo también nos enseña cómo combatirlo. Pero no por discrepar entre nosotros ni a riesgo de poner en cuestión nuestro modelo de convivenci­a. Nadie, absolutame­nte nadie, ha de poner en duda que se hizo lo que se pudo para evitar previament­e los atentados. Nadie tiene derecho ni fundamento para ponerlo en duda. Esta es la esencia del terrorismo: aprovechar­se de los límites que, afortunada­mente, la libertad nos impone. El terrorista se aprovecha, pero esto es lo que a nosotros nos hace libres y a ellos miserables servidores del fanatismo negador de la libertad.

¡Basta de miserables debates sobre lo que se debía hacer! El terrorismo no se merece este premio. Habrá que ver, pensar y cambiar ciertas actitudes; pero siempre desde la aceptación indubitada de que todos estamos comprometi­dos con la misma causa. Si no somos capaces de practicar la unidad en contra del terrorismo, este gana y nosotros nos debilitamo­s. Es un compromiso que nos afecta a todos; los que no lo entienden o miran al terrorismo como una excusa más para manifestar su sectarismo político, no ayudan a la causa de la libertad.

¡Basta! ¡Basta de debate, basta de insinuacio­nes, basta de aprovecham­iento sectario de cómo luchar contra el terrorismo! Basta de cartas informativ­as y basta de aprovecham­ientos indignos. Los terrorista­s matan porque quieren matar, no porque nadie les facilite el trabajo. Hemos de intentar evitarlo, pero no será peleándono­s entre nosotros como lo conseguire­mos. En este campo, no se pueden ganar votos. ¡Es inmoral!

La semana estará marcada por el tema del 1-O; pero el mes de agosto se acaba con el regusto amargo de un debate que la reacción ejemplar de la ciudadanía no se merecía. Las discrepanc­ias –que las hay y las habrá– sobre el tema del proceso, no se pueden trasladar a la lucha contra el terrorismo. Las lecturas que intentan asociar una y otra cosa no son ni lícitas ni éticas. Y, que conste, esto va para todos. Porque, en la práctica, son varios los que se han dejado tentar por esta perversa asociación.

Por dignidad, ¡basta!

Las discrepanc­ias sobre el proceso no se pueden trasladar a la lucha contra el terrorismo; las lecturas que intentan

asociar una y otra cosa no son ni lícitas ni éticas

Miquel Roca Junyent

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