Una Guardia Urbana de primera
La policía local de Barcelona hace un trabajo extraordinario cada día, por el que también tiene que recibir apoyo, comprensión y afecto
El sábado 26 de agosto por la noche, al acabar la manifestación en Barcelona en que más de 500.000 personas habíamos expresado nuestro rechazo al terrorismo y reivindicado la paz y la no violencia como único camino legítimo para expresar cualquier idea, convicción o creencia, pasé al lado de un furgón de la Guardia Urbana aparcado en la esquina de la ronda Sant Pere con la plaza Catalunya, justo al inicio del paseo de Gràcia. El parabrisas delantero y todo su frontal estaba cubierto de rosas rojas, amarillas y blancas que decenas de ciudadanos habían ido depositando. También las lunas de detrás y las rejillas que cubren luces e intermitentes sostenían ramilletes de flores. La imagen era impactante, y con emoción la compartí en las redes sociales.
También los vehículos de los Mossos, las ambulancias de los servicios médicos, de los bomberos, se llenaron de flores aquella tarde. Fue la manera con que de forma espontánea la ciudadanía rendía homenaje y agradecía a los centenares de profesionales de multitud de ámbitos –emergencias, seguridad, sanitarios, servicios sociales, de limpieza...–, que con rigor, exigencia, eficacia y excelencia, desde las cinco de la tarde del desgraciado 17 de agosto, nos han atendido, protegido, curado, aliviado, consolado, en definitiva, servido. Las flores, los aplausos, los abrazos y reconocimientos públicos han sido la manera en que la ciudadanía ha conseguido ponerse a la altura de todos estos profesionales.
Agentes de la Guardia Urbana fueron de los primeros a llegar al Pla de l’Ós, justo donde se había detenido la furgoneta en su loca carrera por la Rambla. Desenfundaron su arma reglamentaria y corrieron a los pasillos de la Boqueria en persecución del terrorista. Otros agentes se quedaron en La Rambla, desenfundando herramientas que no necesitan reglamento específico, sus manos y su vocación de servicio, y en pocos segundos estuvieron en todas partes: en el traslado de heridos, en reanimaciones de urgencia en los casos más graves o en protección de los más pequeños, en un primer momento; para seguir después con la configuración de perímetros, control y desvíos del tráfico o gestión de confinamientos. Siempre en estrecha y competente cooperación con los Mossos d’Esquadra.
El 17 de agosto la Guardia Urbana de Barcelona hizo un trabajo extraordinario. Sí, también la Guardia Urbana. Y por eso la gente de Barcelona se lo ha reconocido con flores. Pero la policía local de Barcelona hace un trabajo extraordinario cada día, por el que también tiene que recibir apoyo, comprensión y afecto. El trabajo y la responsabilidad que tiene la Guardia Urbana es imprescindible para el buen funcionamiento de la ciudad. Lamento que la alcaldesa Ada Colau y su gobierno municipal hayan tardado más de dos años en percibir que la Guardia Urbana es un aliado y no un enemigo para la buena marcha de la ciudad. Habría que preguntarse si hoy el gobierno Colau volvería a tener las actitudes entre despreciativas y acusadoras que en relación a la Guardia Urbana tuvo al principio del mandato.
La capital de Catalunya necesita una Guardia Urbana que se sienta querida, valorada y respetada por sus ciudadanos en su acción cotidiana, y el primer paso para conseguirlo es que perciba que el gobierno de la ciudad es el primero que mantiene estos sentimientos.