La mitad de Steely Dan
Walter Becker era la mitad de Steely Dan, lo que significa que era el cincuenta por ciento de una de las fórmulas musicales que han pasado a la historia del pop por su inteligencia, habilidad y brillantez, por crear una música impregnada de aromas jazz-rockeros, latinos, y de letras cargadas de afilada intención.
Becker nació en 1950 en el barrio neoyorquino de Queens y creó Steely Dan a los 22 años junto al no menos sobresaliente Donald Fagen, también multiinstrumentista, vocalista y compositor. Durante los 70 tuvieron lugar los trabajos de mayor esplendor de la banda (especialmente Can’t buy a
thrill, del 72, y Countdown to ectasy, del 73). Ambos, Becker y Fagen, cuando juntaron fuerzas eran jóvenes, implacables en cuanto a tener las ideas muy claras y de un posicionamiento de cierta superioridad intelectual... y lo cierto es que desde el primer momento prácticamente alcanzaron una indiscutible reputación por sus casi despiadados métodos de grabación en el estudio, obligando a los músicos de sesión a grabar y repetir decenas de veces las mismas tomas en pos del sonido perfecto.
Los resultados de todo tipo justificaban ese esfuerzo casi obsesivo, al menos numéricamente. La banda/dúo ha vendido más de cuarenta millones de copias de sus nueves álbumes de estudio, se hizo con cuatro premios Grammy y se convirtieron en miembros del Rock and Roll Hall of Fame en el 2001. Todo ello gracias a una música de melodías sencillas y pegadizas y a unas letras descriptivas que no evitaban ni la ironía ni el cinismo, que encumbraron al grupo en su primer periodo de actividad, entre 1972 y 1981. Pese al éxito o a consecuencia de este, la salud de Becker se resintió visiblemente en aquella época, en que se convirtió en adicto a las drogas, padeció una serie de crisis y precipitó eventualmente su marcha del grupo para recuperarse físicamente.
La excelente acogida de sus más rentables álbumes, Aja (1977) y
Gaucho (1980), no fueron suficientes para esa decisión de abandonar el proyecto con Fagen. Mudado a Hawái y ya limpio, comenzó una segunda carrera musical como productor, dando luz a discos de propuestas tan diferentes como China Crisis, Rickie Lee Jones o Michael Franks. Más allá de muy esporádicas colaboraciones, Becker y Fagen no volvieron a reunirse hasta 1993, cuando comenzaron a girar otra vez como Steely Dan y producir el primer disco en solitario del otro.
Siguieron trabajando –girando, grabando– sobre esta premisa de intermitencia, que fue dando sus frutos en forma de discos como
Two against nature, muy bien recibido en el 2000, o Everything
must go, y de hecho, el grupo continuaba girando este año aunque Becker se perdió algunos conciertos el pasado julio, lo que despertó algún tipo de inquietud. Al margen del grupo de su vida, Becker había actuado y grabado en los últimos años con las cantantes Krishna Das, Rebecca Pidgeon o la gloriosa Madeleine Peyroux.
Donald Fagen le dedicaba el domingo unas apenadas líneas, pero también sabrosamente informativas: “Walter Becker era mi amigo, mi compañero de composición y de grupo desde que nos conocimos como estudiantes en el Bard College en 1967 (...) Nos gustaban muchas de las mismas cosas: el jazz (desde los años veinte hasta mediados de los sesenta), W.C., Fields, los hermanos Marx, la ciencia ficción, Nabokov, Kurt Vonnegut, Thomas Berger y Robert Altman. También el soul y el blues de Chicago”.
La banda/dúo ha vendido más de cuarenta millones de copias de sus nueve álbumes de estudio