La Vanguardia

“Trump es un psicópata incapaz de leer un libro”

Un crítico y desengañad­o Paul Auster presenta en Madrid su monumental novela ‘4 3 2 1’, sobre un hombre y cuatro destinos

- FERNANDO GARCÍA Madrid

APaul Auster no le gusta hablar de Donald Trump, dice. Pero es que no puede aguantarse. Ayer, en la presentaci­ón de su monumental novela 4321 (Seix Barral/Edicions 62), el ya septuagena­rio escritor de Newark (Nueva Jersey) se despachó a gusto contra el presidente, al que considera “un psicópata maníaco, peligroso para Estados Unidos y para el mundo”, así como “incapaz de leer libros”. “Él ha dicho que no le gusta ni olerlos, así que supongo que tampoco le gusta sujetarlos y lo máximo que lee son memorándum­s”, apuntilló.

Auster “reza” por que Trump no resulte elegido para un segundo mandato –añadió–, pues duda de que el mundo sobreviva a ocho años con él al frente. Pero por ahora lo que más “enfada y entristece” al autor es el hecho de que al hombre de la cara anaranjada lo votaran 60 millones de estadounid­enses; en parte por un rechazo a Hillary Clinton, que fue “puramente misógino incluso por parte de las mujeres”.

El autor de Leviatán y Trilogía de Nueva York, premio Príncipe de Asturias de las Letras (2006), dijo a La Vanguardia que en las semanas que llevaba de gira por Europa no había encontrado “ni a una sola persona” que aplaudiera a Trump. También tuvo palabras de simpatía hacia Escocia y Catalunya, cuyas situacione­s y ansias independen­tistas consideró “muy similares”. Y, como buen contador de historias, tiró de relato (no ficticio) para explicar su percepción de lo que diferencia al Viejo Continente de aquella parte del Nuevo representa­da por “el presidente del extraño corte de pelo”. Se trataba de la más que cálida acogida que le dedicó el presidente finlandés, Sauli Niinistö, que no sólo lo recibió en persona y le invitó a comer, sino que luego lo entrevistó en una pequeña librería y se hizo amigo suyo. Días después, Niinistö viajó a Estados Unidos y lógicament­e habló con Trump. El republican­o hizo algo insólito, por no decir descarado. Aprovechan­do que Finlandia está a punto de renovar su envejecida flota de aviones de combate, de pronto anunció que el Gobierno nórdico había contratado la construcci­ón de 70 naves con Boeing. “¡Y era mentira! Donald Trump se lo había inventado y Niinistö tuvo que desmentirl­o”, contó Auster.

El novelista precisó enseguida: “En Europa veo las mismas ansiedades, el mismo crecimient­o del populismo e iguales reticencia­s hacia los inmigrante­s... Compartimo­s problemas. Pero es distinto. Y la gran diferencia está en el enorme poder de Estados Unidos. La repercusió­n de lo que hace mi Gobierno no es desde luego la de Finlandia, con cinco millones de habitantes”.

Para Auster, “el orden mundial de los últimos 70 años –su edad– se está desmoronan­do, y ahora nos movemos hacia un lugar diferente”. Vivimos un mundo en el que “todo se está fragmentan­do y donde, como dice mi brillante Siri (su esposa y también escritora, Siri Hustvedt), la gente sabe cada vez más acerca de cada vez menos cosas”.

El universo en vías de desaparici­ón al que Auster se refería es el que, con el foco sobre los años 50 y 60 del siglo XX en EE.UU., retrata en su 4321 : una novela compleja y rica sobre un hombre y cuatro destinos. Su protagonis­ta, el joven Archie Ferguson, es coetáneo y coterráneo del escritor, pero no lo describe a él porque “no es un libro autobiográ­fico”. El texto, de casi mil páginas, despliega cuatro versiones y vidas de Ferguson que divergen entre sí por causa de circunstan­cias, decisiones y “hechos inesperado­s” que viven los personajes. No es cuestión del azar, aclaró Auster, sino más bien de lo imprevisto; de sucesos repentinos pero que “forman parte de la mecánica de la existencia”. Como el del rayo que mató a un compañero suyo de campamento a los 14 años cuando ambos reptaban bajo una verja a pocos centímetro­s uno de otro: un accidente imponderab­le que no sólo se refleja en la novela, sino que constituye su “corazón emocional”. No en vano el hecho real en que se basa fue “el momento quizá más importante” de la vida de Auster. “Porque entonces –explicó– me di cuenta de lo poco seguro que era el suelo que pisaba; de cómo a cualquiera puede sucederle cualquier cosa en cualquier momento”.

Los cuatro Ferguson que habitan 4321 son precoces, inteligent­es y de un modo u otro extraordin­arios. Pero mientras el número uno es ante todo inseguro, el cuatro vive marcado por el conflicto con su padre y, de los otros dos, uno desaparece antes de lo esperable y el otro pervive hasta el final... Y más allá. Pero eso lo debe descubrir el lector.

La novela tiene su tanto de tragedia y drama, pero también sus toques de humor. “Un humor a veces tan seco que no sé si todo el mundo le pillará la gracia” –señaló–, pero en general lo bastante explícito como para cazar enseguida el guiño. Es el caso de la escena en que un personaje, Noah, propone a Ferguson que escriba una carta a Dios. Archie le dice que no puede. ¿Por qué? ¿No tiene dinero para sellos?, le pregunta el amigo. “No es eso; lo que no tengo es la dirección”, replica Ferguson. Auster cree inevitable la mezcla de lo trágico y lo cómico porque así ocurre en la vida. “Somos criaturas ridículas, ¿no cree?”.

La obra es por otra parte un enorme homenaje a la literatura universal por parte de quien cree que “hoy en Estados Unidos los escritores no existen, son seres marginales que jamás salen en televisión porque allí la gente tiende a no leer”. El novelista hablaba sin aparente acritud pero con decepción evidente: un sentimient­o similar al que dijo haber sentido cuando hace poco, en una cantina de Brooklyn, donde vive, vio a seis miembros de una misma familia –padres, abuelos y nietos– que no se miraban unos a otros porque todos estaban sumergidos en sus respectivo­s smartphone­s. “Fue una de las escenas más deprimente­s que he visto en mi vida”, lamentó.

Auster tiene ya otro libro en marcha, un ensayo, y está deseando empezar otra novela. Pero con él nunca se sabe lo que va a publicar. Entre sus citas en 4321 destaca una de Edgar Allan Poe: “Lee mucho, escribe mucho y publica poco. Permanece alejado de los sabihondos y no temas nada”. Una cita que lleva a la cuestión de si tiene Auster mucho material en el cajón, sin publicar. “Miles de páginas”, incluidas las de dos novelas que decidió no terminar, nos confesó. Y sentenció: “El fracaso es una parte importante de mi trabajo”. Quién lo diría.

La novela es un enorme homenaje a la literatura universal y parte de la importanci­a de los hechos inesperado­s

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J.P.GANDUL / EFE Paul Auster, fotografia­do ayer en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid

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