El último aliado
Julen Lopetegui sale en apoyo de un Ángel Villar abandonado por todos sus excolaboradores
El día en el que el planeta fútbol volvía a hablar de España como de una gran selección, minutos después de barrer a Italia en el Santiago Bernabeu, Julen Lopetegui aprovechó el estado de euforia general para, sin que nadie se lo pidiera, lanzar en la rueda de prensa una defensa sentida de Ángel Villar, el expresidente de la Federación al que todos han abandonado, en especial sus colaboradores más cercanos, los presidentes de las federaciones territoriales que durante casi tres décadas le estuvieron haciendo la pelota y que desde la entrada en prisión de su exjefe quieren construir una especie de villarismo sin Villar.
Si de bien nacido es ser agradecido, Lopetegui decidió robar el foco a sus jugadores y aplicar dicho refrán ante la máxima audiencia: “Quiero tener un recuerdo hacia Ángel Villar. Es el primer partido que no está con nosotros. Él me fichó y quiero darle un recuerdo porque imagino que lo estará pasando mal”, aseguró Lopetegui, consciente de que Villar ya no está en la cárcel. Salió de Soto el 1 de agosto, tras pagar la fianza de 300.000 euros impuesta por el juez de la Audiencia Nacional.
En la Federación, que se ha pronunciado públicamente desde hace semanas por la dimisión de Villar, cesado por el CSD el pasado 25 de julio durante un año, las palabras de Lopetegui han causado una mezcla de indignación y asombro. Nadie esperaba un gesto así de un hombre de talante y modales tan discretos como Julen Lopetegui. “Él es al fin y al cabo un hombre de la casa y ha disparado contra los que le pagan”, sostenían esta semana en la Ciudad del Fútbol, la sede de la Federación en Las Rozas.
Los que le conocen aseguran que si de algo puede presumir Lopetegui es de ser fiel a sus ideas y a sus amigos. Una mínima mirada a su biografía habla sobre todo de su tenacidad. Sin ser un portero de unas condiciones técnicas sobresalientes, logró lo que muy pocos consiguen: un hueco primero en la plantilla del Real Madrid y, años más tarde, tras su paso por el Logroñés, en la del Barcelona.
Como entrenador, Lopetegui debutó en el banquillo del Rayo Vallecano, pero encontró su lugar en las divisiones inferiores de la Federación. Del 2010 al 2014 dirigió sucesivamente y con diferentes éxitos a la sub-19, la sub-20 y la sub-21. Una trayectoria que remeda a la de otro vasco, Iñaki Sáez. Al igual que en el caso del exlateral del Athletic, que sucedió a José Antonio Camacho cuando el murciano se negó a seguir tras el Mundial de Japón y Corea, el nombramiento de Lopetegui como sustituto de Del Bosque tras el Mundial de Brasil fue toda una sorpresa, una decisión personal de Villar en contra de una junta que le pedía que nombrara a alguien más bregado en el fútbol de élite, alguien como Paco Jémez o Joaquín Caparrós, los primeros en las quinielas.
No es que Lopetegui fuera precisamente un recién llegado. Con 51 años venía de entrenar a un equipo de Champions como el Oporto, con resultados discretos. La elección de Lopetegui tampoco fue ningún capricho. Su misión era la de jubilar definitivamente a la vieja guardia, los ganadores del Mundial y dos Eurocopas, y quién mejor que el último entrenador de la mejor España sub-21, la de los Isco, Koke, Morata o Saúl.
Al igual que Del Bosque con Luis, Lopetegui optó por una evolución, no una revolución. Ya dijo en su presentación que él era un hombre de la casa. Ese 21 de julio del 2016 Lopetegui y Villar se dieron un fuerte apretón de manos, portada en todos los medios. Pocas veces más se les ha visto juntos. Pero el sábado en el Bernabeu, Lopetegui demostró más memoria que casi todos, una memoria políticamente inoportuna.
UN HOMBRE TENAZ Sin ser un portero sobresaliente, Lopetegui consiguió jugar en el Barcelona y el Real Madrid Villar le nombró seleccionador en contra de la junta, que quería a un técnico más experto