La Vanguardia

Francisco llega a una Colombia muy polarizada sobre el proceso de paz

El narcotrafi­cante ‘Otoniel’, del clan del Golfo, anuncia su sumisión a la justicia

- EUSEBIO VAL Bogotá Enviado especial

Francisco aterrizó ayer en una Colombia que lo aguardaba con enorme simpatía, aunque también con el realismo de saber que la simple presencia del Papa y de su mensaje de reconcilia­ción no bastan para que el país sudamerica­no supere la gran carga de recelos y de polarizaci­ón que ha provocado el polémico proceso de paz con la guerrilla y con otros grupos violentos vinculados al narcotráfi­co. La fractura que hay que superar no sólo es política y social; también en el seno de la jerarquía católica colombiana se dan profundas divisiones.

Pocas horas antes de la llegada de Jorge Mario Bergoglio, se produjo otra noticia que generó, a partes iguales, esperanza y acusacione­s de oportunism­o. Apareciero­n dos breves vídeos de uno de los delincuent­es más buscados, Dairo Antonio Úsuga, alias

Otoniel, jefe del poderoso clan Úsuga o clan del Golfo, en el que prometió “el sometimien­to” de su organizaci­ón a la justicia. Otoniel vestía uniforme militar.

Entre quienes critican la política del presidente Juan Manuel Santos, el show de Úsuga es otro caso de uso oportunist­a de la coyuntura para dar otra vez impunidad a una organizaci­ón criminal, legalizar su patrimonio acumulado y evitar la extradició­n y el encarcelam­iento de sus capos en Estados Unidos. El Gobierno colombiano venía haciendo gestiones con Úsuga desde hacía 16 me- ses. Se da la circunstan­cia de que el número dos del clan, Roberto Vargas, Gavilán, resultó muerto hace pocos días en una operación de las fuerzas de seguridad.

El caso de Úsuga es paradigmát­ico del cáncer que ha sufrido Colombia durante más de medio siglo, de las vinculacio­nes entre guerrilla, paramilita­res y tráfico de drogas. Se trata de universos con áreas comunes. Úsuga militó en un grupo guerriller­o, el Ejército Popular de Liberación (EPL), y luego se pasó a las milicias paramilita­res “de autodefens­a”. El clan del Golfo ha sufrido duros golpes en los últimos años. Se calcula que sus efectivos se han reducido de 4.000 a unos 1.900 y que su cúpula, diezmada, resiste escondida en las selvas del Urabá. Su estrategia pasa por que el Estado les reconozca un cierto estatus político y se beneficien así de las normas que se han establecid­o para la guerrilla de las FARC y de las que se están negociando con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el grupo que, también en vísperas de la visita papal, anunció el acuerdo de una tregua de más de tres meses.

En el breve saludo a los periodista­s que lo acompañaba­n en el avión, el Papa reconoció que el viaje es “un poco especial” porque lo hace “también para ayudar a Colombia a ir adelante en su camino de paz”. En efecto, a quienes primero tendrá que convencer es a los obispos colombiano­s, que vivieron en su seno la misma división que hubo en la sociedad y que provocó, el año pasado, el rechazo en referéndum al acuerdo de paz con las FARC. En un reciente encuentro con la prensa en Roma, el secretario del Consejo Pontificio para la Nueva Evangeliza­ción, José Octavio Ruiz Arenas –ex arzobispo de Villavicen­cio, la ciudad donde, este viernes, se celebrará el encuentro de reconcilia­ción nacional en el que víctimas y verdugos compartirá­n una ceremonia litúrgica–, reconoció que “nunca los obispos habían estado tan divididos”.

Tras su vuelo de más de 12 horas desde Roma, Francisco se limitó ayer a saludar al presidente Santos en el aeropuerto y a recorrer, en papamóvil, los 15 kilómetros hasta la nunciatura, donde se hospeda. Hoy le espera una jornada agotadora. Será agasajado por las autoridade­s, visitará al presidente, rezará en la catedral, se reunirá con los obispos, se reunirá con los responsabl­es del Consejo Episcopal Latinoamer­icano (Celam) y presidirá una misa en el parque Simón Bolívar.

Por razones logísticas y de seguridad, el Papa pernoctará siempre en Bogotá. Los días en que volará a Villavicen­cio y a Medellín, regresará por la tarde a la capital. Tras la última jornada, en Cartagena de Indias, el domingo, Francisco tomará el avión en un vuelo nocturno de regreso a Roma.

Las medidas de seguridad fueron haciéndose ayer muy visibles a medida que se acercaba la llegada del Pontífice. La entrada del céntrico e histórico hotel Tequendama, donde se hospeda el séquito papal y la prensa, quedó colapsada por un auténtico ejército de jóvenes policías –1.200–, con vistosos chubasquer­os, que se alojarán estos días en este hotel y unos apartament­os anexos para facilitar su labor de vigilancia en el corazón de la capital.

El pacto con las FARC provocó divisiones como nunca entre los propios obispos Los narcotrafi­cantes pretenden disfrutar de condicione­s como las bandas políticas

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ANDREW MEDICHINI / AP Francisco no rehuyó fotos y selfies a bordo del avión de Alitalia que lo trasladó de Roma a Bogotá, un vuelo de más de 12 horas
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