La Vanguardia

Sólo conocido por Dios

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Soldado argentino sólo conocido por Dios”. El gélido viento del Atlántico sur golpea 121 lápidas con esa inscripció­n en el cementerio de Darwin, un enclave bello e inhóspito de las islas Malvinas donde reposan los restos de buena parte de los soldados argentinos caídos en la guerra de 1982 contra el Reino Unido. Esas placas anónimas constituye­n uno de los principale­s asuntos pendientes tras la contienda, pero se espera que pronto sean sustituida­s por otras con nombres propios. Bajo la supervisió­n del Comité Internacio­nal de la Cruz Roja (CICR), hace un mes finalizaro­n los trabajos de exhumación de los cadáveres no identifica­dos.

El equipo de catorce antropólog­os de varios países –incluidos Argentina y el Reino Unido o España–, que el 20 de junio inició las tareas se sorprendió del buen estado de los restos mortales. Después de 35 años, los ataúdes de madera se habían desecho en una tierra muy húmeda y especialme­nte ácida, pero las bolsas plásticas que contenían los cuerpos los preservaro­n mejor de lo que se esperaba, con lo que las muestras extraídas para analizar su ADN son de buena calidad.

“Somos cautelosam­ente optimistas de que llegaremos a una gran proporción de identifica­ciones”, declaró ayer Laurent Corbaz, el alto funcionari­o de la Cruz Roja que coordina esta misión, calificada de “humanitari­a”, que ayer ofreció los primeros datos en una rueda de prensa con correspons­ales extranjero­s en Buenos Aires. “Abrimos 121 tumbas, exhumamos 121 cuerpos”, agregó Corbaz, confirmand­o que finalmente no había restos mezclados de más de un soldado en una misma sepultura, como también se había especulado.

La mitad de las muestras de ADN ya fueron analizadas en un laboratori­o de la ciudad argentina de Córdoba, en simultáneo con un centro español y otro británico para garantizar el cien por cien de fiabilidad. Está previsto que a finales de este mes se hayan obtenido los correspond­ientes códigos genéticos y en octubre puedan ser cruzados con el ADN de los familiares.

“La gran mayoría de los familiares ha dado su consentimi­ento”, explica Diego Rojas, representa­nte del CICR en Argentina, aunque reconoce que es “probable” que al final quede alguna lápida sin nombre. Los familiares de una pequeña parte de fallecidos son reacios a facilitar muestras genéticas por diversos motivos personales, generalmen­te para no reabrir un asunto tan doloroso.

No obstante el jefe de la delegación de la Cruz Roja en el Cono Sur, Lorenzo Caraffi, recuerda a La Vanguardia que según la Convención de Ginebra “los estados partes de un conflicto armado internacio­nal tienen la obligación de identifica­r a los militares fallecidos en combate”.

La exhumación acabó el 7 de agosto de la misma manera que comenzó, con una breve ceremonia religiosa. Y para hacerla realidad fue necesario que cambiara el Gobierno argentino. Aunque la identifica­ción era un viejo anhelo de los familiares, no fue hasta el 2012 que la entonces presidenta argentina, Cristina Fernández, decició empezar a negociar con el Reino Unido al respecto. Sin embargo, la hostilidad mostrada por el kirchneris­mo hacia Londres por la reivindica­ción de la soberanía de las Malvinas, provocó que no se alcanzara un pacto hasta la llegada del presidente Mauricio Macri, que ha supuesto una mejora de las relaciones entre ambos países.

En la guerra murieron 649 militares argentinos, 255 británicos y 3 civiles malvinense­s. Muchos soldados argentinos fueron enterrados provisiona­lmente y sin identifica­ción, antes de ser trasladado­s al camposanto. Además de las 121 tumbas desconocid­as, en Darwin hay 230 sepulturas con nombre, de soldados cuyos familiares quisieron que siguieran enterrados en un territorio que consideran parte de Argentina. Del lado británico, sólo catorce soldados permanecen sepultados en el archipiéla­go, aunque en un cementerio ubicado en San Carlos, en la otra punta de la isla.

La Cruz Roja exhuma a los

soldados argentinos de las Malvinas enterrados sin

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