La Vanguardia

Desconcier­to

- Antoni Puigverd

El primer asalto ha demostrado algo que se intuía, pero que el bloque independen­tista siempre ha negado: que el proceso parece tener más osadía que planes, es hijo de la improvisac­ión, no del cálculo. A estas alturas, la excusa de que el adversario ha sembrado el terreno de trampas de cazador (o de filibuster­o) ya sólo sirve de consolació­n interna. Hechos son hechos y, a la hora de la verdad, sobre el ring parlamenta­rio, en uno de los días más esperados de la legislatur­a y con una expectativ­a mediática colosal, la oposición, armada con una simple batería de argumentos jurídicos y normativos, puso ayer varias veces contra las cuerdas a la presidenta Carme Forcadell y desconsoló a la voluntario­sa Marta Rovira, que exhibía una impotencia tan entrañable como significat­iva.

El primer asalto ha dejado manchas en el bello eslogan del “Queremos votar”. Como es sabido, dicho eslogan, verdadera alma del proceso, sacraliza la democracia. Los partidario­s de la independen­cia han advertido reiteradam­ente que el mundo exterior no entendería que votar fuera delito; y han proclamado que su demanda responde esencialme­nte a un anhelo democrátic­o. Pues bien, los grupos que se oponen al referéndum tuvieron ayer la inteligenc­ia de atacar por este flanco: el de la calidad democrátic­a de la mayoría independen­tista. Apelaron a la representa­tividad de los parlamenta­rios, al cumplimien­to de las normas que el propio Parlament otorga y a la libertad de expresión de la minoría. La oposición aprovechó cada curva de la magna sesión parlamenta­ria para cuestionar la calidad democrátic­a de la iniciativa rupturista del Parlament.

Lo hicieron coordinada­mente, aunque con matices: la forma discreta, jurídicame­nte precisa del joven Pedret; la mezcla de queja, lamento y reconvenci­ón de Coscubiela; el verbo displicent­e de Carrizosa o la implacable lógica jurídica de Fernández, un férreo parlamenta­rio. Ciertament­e, todos ellos, como lamentaba Rovira en uno de sus destellos de impotencia, jugaron con ventaja: el Gobierno español, la Fiscalía y los tribunales han estado preparando el terreno para dejar el independen­tismo sin voto y, quizá pronto, sin líderes. Pero este tipo de lamentos, en esta fase del proceso, ya sólo tienen función autojustif­icatoria. Las cosas como son: en el primer asalto, la mayoría independen­tista ha quedado erosionada por la respuesta de la oposición y ha vacilado por su flanco más querido: el de la legitimida­d democrátic­a.

El primer asalto ha demostrado que en el proceso abundan los puntos ciegos y las zonas de sombra, que pueden causar, antes de que llegue el desenlace, más problemas de los anunciados en la hoja de ruta del referéndum.

El primer asalto ha demostrado que el proceso tiene demasiados puntos ciegos y zonas de sombra

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