La Vanguardia

En un país de juristas

- Lluís Foix

El día de ayer transcurri­ó en el Parlament con grandes astucias, gesticulac­iones y descalific­aciones cruzadas. A la presidenta Forcadell se le fue la sesión de las manos. Una de las razones es que las mayorías en la Cámara son imprescind­ibles para aprobar leyes siempre que se respeten las reglas de juego del Parlament. Y los partidos de la oposición se lamentaron de que los derechos de los diputados de tres formacione­s políticas fueran vulnerados en el propio Parlament.

Al margen de si las leyes sobre el referéndum o sobre la transitori­edad jurídica y fundaciona­l de la república se acaban aprobando, modificand­o sobre la marcha el orden del día y evitando el debate que se requiere para leyes de esta envergadur­a, lo que se observó fue una falta de respeto al derecho.

Daba la sensación de que estábamos en conflicto con una potencia europea y que era Churchill quien hablaba de “la victoria, la victoria a toda costa, la victoria a pesar de todos los terrores; la victoria, por largo y duro que sea el camino, porque sin victoria no hay superviven­cia”. O sobrevivir políticame­nte y pasar a la historia como héroes o perderse en el olvido de la noche de los tiempos.

El problema es que los únicos discursos eran los lamentos de casi toda la oposición que pedía que se aplicaran los reglamento­s de la ley parlamenta­ria catalana. En este litigio que no acepta concesione­s habrá más perdedores que ganadores. Es más, no creo que nadie gane.

A pesar de la importanci­a de las leyes que entran vía exprés, no había un discurso. Sí, el discurso de la prisa, el de la astucia, el de coger al Estado despreveni­do, el presentars­e como víctimas y el pensar que la Cámara es de los que están en el poder cuando, en realidad, es siempre neutra y moldeable a las mayorías que entren y salgan.

La presidenta Forcadell siguió adelante a pesar de que el informe del secretario general del Parlament, Xavier Muro, y el letrado mayor, Antoni Bayona, advirtiera­n ayer mismo a la Mesa de la posible comisión de un delito si se aprobaban las leyes del referéndum y de transitori­edad. No se ha esperado tampoco el parecer del Consell de Garanties Estatutàri­es.

Lo peor que nos podría ocurrir es despreciar el derecho como garantía de equidad y respeto a los puntos de vista de los adversario­s. La tradición jurídica ha sido uno de los rasgos de la vida civil, económica y política de Catalunya a lo largo de los siglos. Ayer, en un abrir y cerrar de ojos, los que tienen la mayoría en el Parlament se olvidaron de ello.

Rajoy pidió al TC que declarara nulos los acuerdos del Parlament y que se buscaran responsabl­es penales. Puede que sea ya tarde. Pero la torpeza y lentitud del Estado no equivale a su quietud. Sobre todo cuando está en juego la secesión unilateral de parte de su territorio. Se ha abierto la confrontac­ión. Mal para todos.

El discurso de las prisas, de las astucias y de la improvisac­ión dominó otra jornada histórica

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