La Vanguardia

Tesoros a sorbos

Abre Tribut, un bar de vinos cuyo propietari­o pondrá a la venta, por copas, pequeñas joyas de su colección

- CRISTINA JOLONCH Barcelona

Es fácil encontrar bares en los que sirven buenos vinos por copas. Pero no tanto pequeñas joyas de añadas remotas o procedente­s de botellas de las que se conserva casi tan poca producción como clientes que pueden permitir comprarlas. Sin embargo, ¿hay una clientela dispuesta a regalarse un día muy especial una copa de las carísimas? ¿a disfrutar una copa, de un super vino? Sebastià Lozano cree que sí y por ello ha creado Tribut Petit Celler (Beethoven, 8), en su remodelada tienda de vinos que ocupa el local que un día fue una sucursal bancaria. En la antigua caja fuerte, que ahora ha enmarcado en una habitación acristalad­a para ganar espacio, guarda algunas de esos tesoros que ha ido adquiriend­o desde que hace poco más de un par de décadas despertó su pasión por los vinos “cuando haciendo campana en el instituto me apunté a un curso de catas”. A partir de entonces estudió sumillería y empezó a comprar y vender vinos en sus tiendas primer de Moià, para luego trasladars­e a Manresa y acabar abriendo también en Barcelona.

En la carta, muy extensa para un bar de vinos, 250 referencia­s. Incluye desde botellas sencillas a partir de cinco euros la copa –siempre se sirve media copa o, a un precio más reducido, menos cantidad como cata– a botellas de lujo. Una copa –en realidad media– de Vega Sicilia Único del 1970 por 150 euros (la botella sale por 1.150 euros y la cata por 60), un Pingus del 2011 por 145 euros la copa; el mismo precio que la copa de Château Latour 2005; el Château Cheval Blanc 2006 por 120 euros; como L’Ermita de 1998; 180 euros el Château Mouton Rothschild 2005.

¿Existe algún vino que merezca valer más de mil euros la botella? La respuesta de Sebastià Lozano es “segurament­e no, pero como en otros ámbitos, es una cuestión de oferta y demanda”. En su caso, explica, se trata de una colección de botellas que ha ido adquiriend­o en sus viajes a bodegas, en la mayoría de casos botellas más bien encontrada­s que buscadas. “La primera vez que viajé a la Rioja regresé con un gran vino del Penedès”. Es una colección que podría vender perfectame­nte a través de Internet, pero de la que ha decidido desprender­se de manera que llegue a más apasionado­s del vino como él. Las botellas, una vez abiertas se mantienen perfectame­nte por el uso del Coravin, un artilugio ya indispensa­ble en los bares de vinos que permite extraer el contenido sin descorchar.

La mayoría son de Catalunya, la Rioja o la Ribera del Duero, pero también una colección muy exclusivas de viejos vinos de Jerez, o botellas de la Champaña, Burdeos o la Borgoña. El nuevo bar, que dirige Bernat Martínez (ex sumiller de Àbac) desde el que se organizará­n actividade­s culturales en torno a la cultura del vino, abrirá el 15 de septiembre y contará, a la entrada, con una barra de vermuts con conservas de La Cala, firma creada por Albert Adrià. Para acompañar los vinos, servidos en las copas idóneas para cada tipo, habrá buen jamón, ostras, atún, foie y otros bocados de una cocina fría que asesora Xavier Ribolleda. ¿Cerveza? “No es la idea”, responde Lozano, con la sonrisa de quien espera no sucumbir. “No es la idea. Es un bar de vinos”.

Tiene 250 referencia­s de vinos para degustar a copas, desde cinco euros a casi 200 euros la media copa

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Sebastià Lozano saca una botella de la caja fuerte del Petit Celler, que ocupa una antigua sucursal bancaria
ANA JIMÉNEZ Sebastià Lozano saca una botella de la caja fuerte del Petit Celler, que ocupa una antigua sucursal bancaria

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