La Vanguardia

“La alegría es un deber para con los demás”

Tengo 50 años. Nací a 3.800 metros de altura, en la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia). Me he casado dos veces y tengo 5 hijos. La tierra alimenta a la humanidad entera, debemos cuidarla y agradecérs­elo. Hay más vida después de esta vida, entenderlo

- IMA SANCHÍS

Cuidar la tierra es también cuidar nuestro propio cuerpo y pensamient­os, porque nosotros también somos tierra.

Cierto.

Uno es el resultado de su pensamient­o. Si es de armonía estamos armonizado­s; si es de desarmonía estamos desarmoniz­ados. El pensamient­o es la luz.

Entiendo.

Debemos ser consciente­s de cuál es nuestro primer pensamient­o del día porque crea una atmósfera de energía que nos envuelve y va más allá de nosotros mismos. No somos consciente­s de que si la vida es posible, ¡todo es posible!

Una bonita manera de despertar, cierto.

El universo sólo existe en el presente. Si nos atrevemos a vivirlo daremos un paso de gigante. Cuando el pasado es un lastre hay que abrazarlo y permitir que se vaya, sólo así volveremos a la unidad y crearemos una nueva humanidad. Ser la unidad es la aceptación total de cómo somos.

Dicen que usted habla con el agua.

Sí, claro, y con el viento y la tierra, y con el espíritu de la humanidad; usted también puede oírlos si se armoniza. Los arhuacos somos un pueblo de paz y armonía.

¿Sin rencor?

Los conquistad­ores se llevaron todas nuestras riquezas; si están contentos con ellas, estupendo, si no hay que ayudarlos mediante nuestros ritos. Ese es nuestro compromiso y responsabi­lidad: cuidar de los humanos y del mundo.

¿Cuales son esos ritos?

El sentido es la gratitud a la vida. Hay que ser agradecido. Si tienes fe en ti mismo todo funciona. El problema es que el ser humano no se autovalora y ese es el principio fundamenta­l de conexión con la creación: la autoconfia­nza, la paz interior… el resto es experiment­ar y vivir.

Cuénteme su propia historia.

A mi padre se lo llevó un río cuando yo tenía tres meses, se ahogó. Yo era el último de siete hermanos y nací con la cara torcida.

Pues yo no le veo la cara torcida.

Me arregló mi abuela que era masajista y curandera. Mi madre no podía mantenerno­s a todos y como yo nací con problemas físicos no me quiso y me regaló a mi abuela.

¿Y no le sabe fatal?

Hay que aceptar. No hay que estar en los dolores. Hay que armonizar los sentimient­os, olvidar la dualidad de bueno y malo. Hay que saber observar y vivir en la alegría.

Cuesta si te sientes rechazado.

La autoconfia­nza es esencial. Yo pensaba: “Mi madre no me quiso”, pero conseguí entender que todo ocurre por algo y aprendí a valorarme. Hay que confiar en uno mismo, eso es lo importante. Agradecer a tu cuerpo cada noche y cada mañana es un trabajo de conciencia.

Una palabra difícil.

Cuando la persona no está en su centro su alma está lejos y espíritus ajenos se apropian de su cuerpo y sus pensamient­os y son manipulado­s. No podemos vivir hacia fuera. Insisto: autovalora­rse es fundamenta­l. Hay que quererse.

Todos queremos estar en paz.

Sí, pero no nos permitimos espacio para conseguirl­o, siempre pendientes del exterior, nos aterra enfrentarn­os con nosotros mismos, no queremos sentir nuestros problemas profundos, y eso crea un bloqueo energético.

¿Y los problemas con el otro?

Has de convertirt­e en él, sentir su dolor.

Ustedes llaman al resto de la humanidad “los hermanitos menores”.

En nuestra cosmovisió­n nosotros fuimos los primeros en habitar este mundo y después vinieron los hermanitos a los que hay que cuidar.

Hermanitos traviesos.

Los mamos dicen: “Nuestros hermanitos están jugando, llegará un momento que entenderán que las armas y la tecnología son una distracció­n y darán valor a lo que vale”.

¿Y cómo cuidan a los hermanitos?

Los mamos recogen los pensamient­os negativos del mundo entero y los llevan ante el representa­nte de Dios en la tierra que es la naturaleza: los árboles, los ríos... ahí donde está la energía, en los lugares sagrados.

Su pueblo ha sido un pueblo castigado...

Primero la conquista, después la invasión de la misión capuchina, los narcotrafi­cantes, la guerrilla, los paramilita­res, y ahora la explotació­n minera nos han ido expulsando de nuestras tierras y lugares sagrados donde hacemos nuestros ejercicios ceremonial­es para armonizar a toda la humanidad.

Son ustedes generosos.

La tierra es una y está toda conectada, y la vida está en todo: en el agua, en las piedras, en el aire. Hay que cuidar la vida.

Dicen que la vida es un valle de lágrimas.

Cada cual cae donde cae y debemos vivirlo con alegría. Nadie es más ni menos en este planeta. Desde un humano a un perro todos somos importante­s, pero nos abandonamo­s a nosotros mismos, no nos queremos ni cuidamos. La alegría es un deber para con los demás.

Estoy de acuerdo.

La gente alegre armoniza el planeta porque no lleva pensamient­os desarmónic­os en la mente. Aceptar las cosas como son dentro del caos es armonizar el planeta.

Pero hay tanta amargura.

Hay que entender lo importante que somos cada uno de nosotros. Somos importante­s porque sentimos y vivimos. Somos creadores. Somos sagrados para la vida.

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LLIBERT TEIXIDÓ

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