La Vanguardia

Alberto Contador

Final de carrera brillante para el madrileño, que gana en el Angliru

- XAVIER G. LUQUE

CICLISTA

Alberto Contador (34) se empeñó en cerrar su brillante carrera deportiva con un triunfo emblemátic­o, de enorme factura y prestigio: lo hizo adjudicánd­ose la etapa de la Vuelta a España con llegada en el mítico puerto del Angliru.

Hay días que el ciclismo se convierte en un espectácul­o inigualabl­e. Días de lucha, de sufrimient­o, de abnegación y persistenc­ia, de sacrificio y lucimiento. De cambios de escenario inesperado­s, de proezas sólo posibles cuando el organismo llega al límite humano. De plantarse ante las imágenes y sufrir al compás del deportista.

Y después, hay días como el de ayer en el Angliru. Etapas que combinan todo eso y todavía más, porque añaden un desenlace dramático, de los que parecen pensados por un guionista sádico y pasan directamen­te a las páginas doradas de este deporte. Qué final más redondo para la carrera ciclista de Alberto Contador, incapaz ahora, cerca de los 35 años, de repetir las exhibicion­es del Tour, pero dispuesto a salir por la puerta grande con una victoria de lujo, de gran campeón, en un escenario mítico como es el Angliru.

Contador regaló ayer a sus seguidores y a todos los amantes del ciclismo una jornada de gloria de las que se ven pocas. El terreno, con la combinació­n de La Cobertoria, el Cordal y el terrorífic­o Angliru, y el entorno, con lluvia y frío, anunciaban que podía ser la oportunida­d que él perseguía sin suerte desde hacía días. Y todavía más, porque el anuncio de una inmediata retirada del ciclista madrileño añadía un dramatismo especial a la situación. Y como decía el mismo protagonis­ta, “no podía soñar un final más bonito que éste”. Ni él ni nadie.

La fabulosa victoria de Contador se fundamentó en el ataque en el peligroso descenso del Cordal. Y se convirtió en realidad con sudor y casi sangre y lágrimas en la inacabable tortura del Angliru, donde el ciclista de Pinto hizo una cabalgada solitaria de las que hacen época.

Mientras tuvo fuerzas, mantuvo a raya el grupo de Froome, donde la lucha por las plazas del podio era feroz. Pero todo aquello era casi inhumano y Contador fue viendo cómo la adrenalina y el empuje dejaban paso al dolor y la falta de oxígeno. Durante la subida incluso pareció que podía acabar segundo de la Vuelta 2017. O quizás entrar en el podio. Pero cuando Froome y Poels hicieron un último cambio de ritmo, Contador y los que sufrían con él perdieron el mundo de vista. Y una renta que parecía holgada para ganar la etapa cayó por los suelos. A un par de km del final tenía todavía un minuto. A mil metros, sólo 30 segundos. En la meta le quedaron 17. Suficiente. Tuvo tiempo de atarse el maillot, de animar al público, de golpearse el pecho, de lanzar un tímido disparo de los que años atrás le valieron el apodo de pistolero y de sonreír, de sonreír mucho, de celebrar el final de carrera más esplendoro­so que podía soñar.

Froome ya tiene la Vuelta que tantos años ha buscado. Nibali acabará segundo y finalmente el podio acogerá Zakarin y no Kelderman. Contador ha subido hasta el cuarto lugar final. La etapa permitió ver de nuevo que con gente como Enric Mas y Marc Soler hay mucha madera de calidad. Como siempre pasa en estas jornadas de ciclismo de lujo pasaron muchísimas cosas ayer al Angliru. Pero la gesta de Contador lo tapa todo. Qué final de carrera.

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JOSE JORDAN / AFP Contador, agotado, levanta los brazos en señal de victoria

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