La Vanguardia

Al cole, niños: os vais a enterar...

- Joaquín Luna

He visto este verano a hombres curtidos en los cuarteles de Sidi Ifni tirar de carritos con gemelos por calles empinadas de Barcelona, he visto a mujeres maduras cuya belleza la fagocitan niñas de nombre Laia en playas interminab­les –y no de Normandia–. Y en todas partes he visto una ilusión: ¡que empiece el curso!

Niños y niñas: os vais a enterar esta semana de lo que vale un peine.

A mí ni me va ni me viene pero estoy alucinado con la tiranía con que miles y miles de niños –llamados a ser “la generación mejor preparada” de la historia– han sometido a muchos adultos en el espacio público este verano y me gustaría vitorear el retorno a las aulas y barracones en su nombre (¡cómo van a decirlo ellos si las criaturas son sangre de su sangre!).

Los niños donde tienen que estar es en la escuela, crispando a los profesores que se han pegado el verano padre, chinchando a los compañeros y haciendo preguntas. –¿Qué pasará el 1 de octubre, seño? –¡De París! Los niños vienen de París, Laia, y los trae la cigüeña.

A los niños, creo yo, hay que engañarles y reprimir sus ansías de conocer la verdad en dos palabras, como si los adultos supiéramos lo que es la verdad y en dos palabras. El problema es que engañar a un niño parece tan feo como pegar a un padre cuando es lo más sensato. –¿Por qué te casaste con mamá? –Porque... ¡me moriría sin ella! –¿Y yo qué hago entonces? ¿Tú eres tonto, papá?

A los niños hay que mentirles sin rubor y procurar que se traguen las trolas hasta que tengan edad de engañarse solos, tarea para la que la escuela está más capacitada porque los niños no son nada personal y los ven, espero, listos o tontos, feos o guapos, pesados o plastas, sin mediar los lazos familiares, tan corrosivos para formar personas con criterio.

Además, los niños pierden en la escuela la superiorid­ad moral de la que gozan en el ámbito familiar gracias a la tecnología. ¿Cómo va a cuadrar un abuelo a sus nietos si estos le chulean con el móvil y las redes?

–Laia, ¿tú sabes cómo instalarme una aplicación para ganar amigos que se llama Tinder o algo así?

–Es muy fácil pero si no quieres que me chive a la abuela tienes que venir a ovacionar mi debut teatral.

¿Dónde van a estar mejor los niños que en la escuela, comiéndose los mocos, marraneand­o el fricandó y chivándose del compañero que les estira de los pelos con la excusa de que tiene vocación de estilista?

Y las calles, nuestras calles, volverán a ser de los adultos, limpias de tiranos, tiquismiqu­is y resabiados que se hacen los interesant­es en los mercados donde preguntan por preguntar, en las terrazas donde yo fumo y desgastan a mamás y abuelas, que no tienen tiempo de nada. Ni de gustarse, por ejemplo.

Ya lo digo yo por ustedes: ¡qué alegría da que los niños empiecen el cole y desaparezc­an de las calles!

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