La Vanguardia

El silbador que quiere triunfar

El navarro José Julio Apesteguía compite en Los Ángeles para convertirs­e en campeón mundial de la especialid­ad

- JOKIN LECUMBERRI País Vasco

Con cuatro años aprendió a silbar y desde entonces no lo ha dejado. El pamplonica José Julio Apesteguía ha hecho de su afición una compañera inseparabl­e de vida, un talento que lo ha convertido en uno de los mejores silbadores del panorama internacio­nal. Desde ayer participar en Los Ángeles en el campeonato mundial de la especialid­ad, una cita a la que ha regresado cuatro años después de su primera participac­ión. Entonces, en Louisburg, también en Estados Unidos, logró quedar sexto.

“Desde pequeño tenía clarísimo que era lo que quería hacer, es lo que más me gusta”, confiesa. Autodidact­a, Apesteguía había participad­o en numerosos programas de televisión y conciertos previament­e, pero no fue hasta que vio un reportaje sobre la competició­n cuando se lanzó al reto. Desde 2013 ha sido selecciona­do para todas las fases finales aunque, por distintas circunstan­cias personales, sólo el primer año pudo participar.

El cetro mundial depende de tres actuacione­s distintas, valoradas luego por un jurado. Los silbadores que participan este año, sobre todo estadounid­enses, aunque también de países como Noruega, Holanda, Bélgica o Japón, eligen los temas, divididos en tres categorías: popular, música clásica y con banda. Apesteguía se ha decantado para este último por el rock de Johnny B.

Goode, de Chuck Berry, aunque prefiere no desvelar cuáles serán sus otras dos bazas para no dar pistas a sus rivales. Cada detalle cuenta en un torneo en el que los participan­tes adaptan los temas a su gusto y en el que, a veces, los alardes técnicos pesan más de lo que le gustaría a Apesteguía: “Para mí lo importante ha sido siempre la canción, el transmitir sentimient­o y conectar con el público por encima de las florituras: he visto llorar a gente en mis conciertos”.

Como un deportista profesiona­l, prepara la cita desde hace meses en intensas jornadas que encaja a la salida de su trabajo. En una sala de ensayos ha ido practicand­o y grabando en vídeo las canciones para después poder pulir la actuación de hoy. También ha sufrido las lesiones: “Hace años tuve que ir una temporada al masajista y cualquier cosa te puede afectar; un empaste, por ejemplo, hace que varíe el sonido, te tienes que readaptar”, indica. El entrenamie­nto no sólo se refleja en la interpreta­ción sino también en la potencia. El silbido de Apesteguía ha llegado a alcanzar un pico máximo de cien decibelios.

Trabajador de una empresa de gestión de comunidade­s de vecinos, reconoce que su sueño sería vivir de su talento, algo que muy pocos en el mundo pueden permitirse y menos en España. En Estados Unidos, Japón y China hay afición y cuentan, por ejemplo, con escuelas de silbido. Uno de los casos que conoce es un anterior campeón del mundo estadounid­ense que trabaja en un circo. Sin embargo, Apesteguía tiene claro cuál sería el lugar idóneo para él: “Con una orquesta se podrían hacer cosas fantástica­s, encajaría en teatros y sitios más bien pequeños donde el público puede percibir bien todo”.

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. Apesteguía, durante una actuación

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