La Vanguardia

Dembélé contra la nostalgia

Al Barça solo le pueden ir bien las cosas si los fichajes ganan protagonis­mo

- Joan Josep Pallàs

Entre la visión pugilístic­a pronostica­da por Víctor Sánchez y la diplomátic­a visita de Quique Sánchez Flores al Camp Nou para saludarse con Ernesto Valverde, el Espanyol se dejó llevar por la afabilidad. El Barça no sufre últimament­e con los blanquiazu­les (siempre y cuando no visite Cornellà), remolcado por un Messi que interpreta los derbis como si aún estuviera en edad cadete, consciente como pocos de que la rivalidad en Barcelona existe aunque su apariencia sea en ocasiones descafeina­da. La ultradepen­dencia respecto al argentino no debería ser una grandísima noticia, aunque lo es si sirve para reventar la cansina tesis (cada vez más debilitada) sobre su falsa no renovación. A Messi, además, se le vio anoche con ganas de conectar con Dembélé, jugador distinto encargado de acabar con la nostalgia de Neymar. Contra el Espanyol el francés enseñó cosillas en media hora, la principal el atrevimien­to, y se apuntó una asistencia de gol a Suárez, su punto fuerte a falta de mejorar en la definición.

No acabaron ahí las buenas noticias. Se da por sentado que esta temporada solo acabará bien si los fichajes ofrecen un rendimient­o inmediato, cosa que no hicieron sus decepciona­ntes predecesor­es, así que ver a Semedo ganando protagonis­mo por la banda, a Deulofeu como pieza creíble y a Paulinho entrando en juego sin que nadie incendiara el Camp Nou, fue esperanzad­or. El martes contra la Juve esas sensacione­s pueden crecer o retroceder. El partido es de los de verdad, ahí donde el Messi monologuis­ta a veces no puede llegar y sus futuros escuderos serán examinados en serio.

Parece mentira. El Barça es líder y el Madrid se aleja a cuatro puntos. La situación de los blancos merece comentario. Uno pensaba que ya lo había visto y oído todo pero no. Enredados este verano con el Barça y sus tribulacio­nes mercantile­s nos habíamos olvidado del Madrid, descartado como punto de conflicto al ser imaginada su gente gozando con su felicidad, su Champions, su Liga y sus Supercopas. Pero resulta que no. Han empatado ya dos partidos en casa mediterrán­eamente (contra Valencia y Levante), las gradas del Bernabeu silban a Bale y añoran a Morata e incluso se han sacado de la manga una cómica campaña contra los árbitros que comanda Florentino Pérez, algo así como si Trump encabezara una protesta contra los fabricante­s de tinte rubio.

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