El Madrid ayuda a pasar el trago
Las mejores noticias para el Barça llegan de Madrid: en el Bernabeu hay problemas y hay debate
El viejo rival produce las buenas noticias que el Barça necesita después de un verano sofocante para el club y los aficionados. Empató el Real Madrid con el Levante en el Bernabéu, donde no consigue marcar la superioridad que se esperaba después de sus exhibiciones en la Supercopa. Durante un mes, el Madrid permanecía ajeno a las críticas. No había amago de debate alrededor del equipo. Era tan favorito para ganar la Liga que vivía en un planeta aparte. Los problemas correspondían al Barça, sometido al verano más estresante desde la huida de Figo al Real Madrid.
La victoria sobre el Espanyol no impide pensar que el Barça ha hecho demasiadas cosas mal en los últimos meses. Hasta en lo protocolario hay discusión. Todo indica que Messi ha renovado por el Barça, pero el personal está muy sensible. No encuentra la manera de recibir buenas noticias, de recordar los tiempos en que los mejores del mundo querían jugar en el equipo. Voló Neymar al París Saint Germain y han regresado temores que parecían espantados del imaginario culé.
El aficionado medio ha invertido su mirada sobre el club y el equipo. Durante años ha vivido un optimismo feroz, impropio de la doliente naturaleza que caracterizó al Barça durante décadas. Por primera vez, los más jóvenes, acostumbrados a la vida muelle de un periodo extremadamente feliz, han comprendido las incertidumbres de sus mayores. Con este material tristón se ha construido el verano: se fue Neymar, no llegaron Verrati y Coutinho, el sustituto del brasileño será una promesa no consagrada y los otros dos fichajes son Deulofeu, que vuelve porque no ha acabado de triunfar en ningún sitio, y Paulinho, brasileño de 29 años que ha pasado los últimos meses en China.
El paisaje ha invitado más a la depresión que al entusiasmo. En la última semana, el presidente Bartomeu ha realizado esfuerzos sobrehumanos por vender algo de optimismo a su alrededor. “Tenemos mejor equipo que el año pasado”, ha dicho, pero la gente no compra el mensaje. La gente considera que el Barça ha vendido muy mal, que ha comprado poco y que le han toreado en el mercado de verano.
Hace tres años, Luis Suárez, alfa y omega de aquel Liverpool que estuvo a punto de ganar la Premier League con dos de pipas, fichó por el Barça, porque nadie se resistía al Barça cuando tiraba la caña. Hace dos meses, el fracasado intento de fichaje de Verrati cristalizó en la compra de Neymar por el PSG. Un mes más tarde, el Barça lanzó su ofensiva para contratar a Coutinho, que juega bien pero no alcanza ni la mitad de la importancia que tenía Suárez en el Liverpool. La operación fue un desastre. Coutinho sigue en el Liverpool.
Este ha sido el triste panorama veraniego del Barça. Hasta la renovación de Messi genera polémica. Es evidente que ha renovado y que sólo falta el protocolario acto de la foto, pero en estas condiciones hasta lo protocolario alcanza una magnitud diferente. Messi encontró tiempo para hacerse una foto con Neymar el día que el Barça anunciaba acciones legales contra el jugador brasileño. Sin embargo, ni Messi ni el club han encontrado el momento adecuado para plasmar la renovación en una fotografía oficial. Y en esta ocasión, la foto de marras tenía un considerable valor simbólico. El Barça necesitaba enviar un mensaje potente al mundo, y nada supera todavía en potencia a Messi y lo que representa para el club y para el mundo del fútbol. Aquella era la foto necesaria que nadie ha visto.
Nadie esperaba que este clima de incertidumbres se aliviara en el campo. El Barça ha ganado sus tres primeros partidos, con más solvencia que espectáculo. Messi sigue con el gatillo fácil y el equipo encabeza la Liga, pero las mejores noticias para el Barcelona llegan desde el Bernabeu. Los dos empates del Madrid han devuelto al club a la cruda realidad del fútbol. Hay problemas –el equipo no gana– y hay debate: la plantilla ha empeorado, falta un central, se ha traspasado a Morata y Mariano, Bale comienza a irritar al personal y el presidente empieza a hablar mal de los árbitros, que siempre es una pésima señal de debilidad.