“El referéndum no es la única solución”
Raphael Minder, corresponsal de ‘The New York Times’ en Madrid
Desde su llegada a la corresponsalía de The New York Times en Madrid, en el 2010, Raphael Minder se interesó por Catalunya y, a partir del 2012, por el proceso independentista. Un análisis que toma forma ahora con un libro, The struggle for Catalonia. Rebel politics in Spain (Hurst), en el que ha trabajado los últimos dos años, con más de 300 entrevistas a líderes políticos (Pujol, Aznar, Junqueras, Rivera, Roca, Piqué...) y representantes de la sociedad catalana.
¿Por qué eligió Catalunya?
Siempre me ha llamado la atención lo “glocal”, la búsqueda de la identidad propia en un mundo global. En el caso de Catalunya quería saber por qué en una sociedad democrática en tiempo de paz existe este deseo de cambiar su situación, de ser un estado pese a los grandes avances que ha vivido España.
Entonces…
Hay mucho de sentimental. Yo lo apunto en la introducción del libro. Puedo explicar ciertas cosas, pero no la parte emocional, porque eso depende de cada individuo y Catalunya es muy plural y diversa. Esta semana en el Parlament lo hemos visto: no sólo es un debate de Catalunya con Madrid, también de catalanes contra catalanes.
¿Y el factor económico? Cuando llegué a España en el 2010 entendí que había una frustración enorme por la sentencia del Estatut, una desilusión con el proceso democrático español. En el 2012, pensé que con Artur Mas la reivindicación era sobre todo económica, el pacto fiscal, pero hoy nadie habla de si una Catalunya independiente va a ser económicamente mejor o más limpia de corrupción. Todos hablan como juristas que no entienden de lo que hablan porque usan una jurisprudencia distinta.
¿Por qué cree que sucede eso? Hay un problema de ignorancia y de desinterés en ambos lados. Muchos jóvenes catalanes pasan de lo que ocurre en Madrid, excepto quizá cuando juega España el Mundial, y eso también tiene que ver con la globalización. Luego existen también unas élites que en una época se necesitaban, y ahí tenemos el pacto del Majestic entre el PP y Convergència, y ya no se necesitan para
conservar el poder o ganar votos.
Ante esto, ¿piensa que un referéndum es la solución? No es la única solución. La base de cualquier referéndum es que todas las partes implicadas acepten la legitimidad de su proceso y el resultado. De lo contrario no tiene ninguna fuerza. Y aquí no ocurre así.
¿Una reforma constitucional en clave federal? El problema es que no veo mucha gente trabajando en serio para conseguirla. No existe un dirigente en España y en Catalunya que, como hizo Nelson Mandela, esté dispuesto a irritar a parte de sus votantes para lograr algo para el futuro de su país. Veo además otros problemas
¿Por ejemplo? España ya tiene un modelo federal, incluso en materia fiscal, sin que sea vendido por el Gobierno y entendido como un modelo federal por la población. También que cualquier cambio constitucional necesita una base de confianza y lealtad institucional y pensar que el otro no promete aquello que jamás va a cumplir. La transición se hizo con la voluntad compartida de evitar un caos completo o de volver a la guerra civil. Está claro que por mucha reforma que se haga nunca se va a apagar del todo el independentismo, pero muchas sociedades conviven perfectamente con radicales dentro.
¿Ve símiles internacionales en el proceso independentista? El Brexit ganó porque muchos británicos estaban hartos de muchas cosas sin entender realmente qué cambio iban a lograr saliendo de la UE. También veo semejanzas en la elección de Trump y en la lucha por las banderas en EE.UU. Son apuestas de cambio sin tener garantías de que las cosas vayan a ir mejor.
¿Cómo contempla el papel de Barcelona en este proceso? El relato de Barcelona es muy distinto al del resto de Catalunya. Y es complicado crear un Estado sin controlar el área metropolitana.
¿Es posible la independencia? Muchas cosas que pensé que nunca pasarían han acabado ocurriendo. Viajé en 1989 a Alemania del Este y tres meses después no existía este país ni el Pacto de Varsovia... La independencia es factible, pero sería un cambio brutal con muchas consecuencias en muchos niveles.