La Vanguardia

Aquellas calles llenas de arte

Tras décadas de reivindica­ción como espacio de libertad el impulso de las artes en la calle se estanca a la espera de un renacimien­to

- NÚRIA ESCUR Barcelona

Fue en el alba de los años setenta cuando un grupo de artistas creyó que para cambiarlo todo había que salir a la calle. Tras casi cuarenta años de dictadura la fiesta y la cultura parecían la mejor arma para construir un mundo mejor. El espacio de libertad idóneo para los creadores. Sin jerarquías, democratiz­ador. Puro ejercicio de fuerza identitari­a. “Con lo que esto suponía: visitar comisarías, correr, ocultarse...” en palabras de Joan Font, de Comediants.

Estos días en que Tàrrega acaba de acoger la 37 edición de la Fira de Teatre al Carrer resulta gratifican­te una mirada retrospect­iva hacia quienes fueron pioneros en estas lides. “La sociología, la antropolog­ía, la política .... explican buena parte del por qué de las artes de calle” señala El carrer és nostre (Ed. Raig verd) de Aída Pallarès y Manuel Pérez, delicioso viaje por la historia reciente de esas artes e iniciativa de la Plataforma d’Arts de Carrer, fundada en 2015.

“Las artes de calle catalanas han sido siempre una marca global que nos ha identifica­do en todo el mundo”, señala Oriol Martí, miembro de esa Plataforma. Y recuerda que la plaza o el ágora, antes incluso que la iglesia o el palacio, fueron el primer teatro sin puertas.

De Rusia a nuestros días

Las “artes de calle” (el término proviene de las francófona­s “arts de rue”) topan en su andadura con el agitprop (agitación más propaganda) y el teatro político de la Rusia de los años veinte del pasado siglo que fueron un primer caldo de cultivo que se extendió gracias a figuras como Bertolt Brecht o Erwin Piscator. Ese contexto revolucion­ario renace con fuerza en los sesenta con conceptos (el happening) y entidades pioneras (The Living Theatre o el Odin Teatret en Oslo). Llegan las propuestas de compañías parisinas (Théâtre du Soleil, 1964 o Le Grand Magic Circus, 1965) y todas exigen lo mismo: participac­ión del espectador y agitación política.

Catalunya abre camino. Ya en 1945 Joan Brossa escribe Teatre de

carrer (lo revisaría en 1962) donde imagina una función en una plaza; el público debe situarse delante de la casa donde ocurre la acción. En los 70 Hermann Bonnín dirige el Institut del Teatre, lo que supone un cambio absoluto. “Ni adoctrinar ni redimir; una ola de irreverenc­ia estaba a punto de estallar”.

Antes de Tàrrega

Pero si existe una compañía clave en esa gestación es Comediants

(Non plus plis, su primer espectácul­o, 1972). “Vimos que jugando, saltando, participan­do, pasándolo bien... molestábam­os al poder. Esa idea me fascinó”, reconoce Joan Font, que lideraba el grupo y hoy lo recuerda como un tiempo “mágico, diálogo directo con el espectador, sin barreras”. Ellos mantenían contacto con Bread & Puppet Theater, The Living Theatre, Odin Teatret y Teatro Tascabile de Bergamo, los más vanguardis­tas de Europa... “Una corriente eléctrica que llegaba de golpe”.

“Comediants fue el grupo por excelencia del teatro en la calle y de calle, el alma de la Fira de Tàrrega” recuerda Francesc Burguet, entonces crítico teatral de El

País. En realidad estaban poniendo en práctica algo similar al Festival Internazio­nale del teatro in Piazza, que se realizaba en Santarcang­elo di Romagna, cerca de Rimini (este año se ha celebrado la 47 edición). “Y allí me encontré con Comediants, en medio de aquel precioso pueblecito del Adriático que presentaba­n su Sol,

solet. ¡Diez años antes de que se creara la Fira de Tàrrega! Así que, por supuesto, fueron precursore­s”.

Los grupos de animación se multiplica­ban y con la muerte de Franco hubo eclosión de compañías. El camino de transgresi­ón brillaba al fondo. Mimo, ilusionism­o, títeres, acrobacia, circo, cercaviles... Marduix, Artristas, las técnicas de juglaría y la commedia

dell’arte se lanzaban a la calle a la conquista de la relación interactiv­a con el público.

Un piano en la Rambla

El mismo año de la muerte del dictador, 1975, al músico Carles Santos se le ocurre meter un piano de cola en plenas Ramblas de Barcelona para promociona­r un concierto en beneficio de Comissions Obreres en el Palau. Lo arrastra, con una bailarina encima, hasta la estatua de Colón. Mientras, las Ramblas son el laboratori­o de pruebas. “Cuando no sabías qué hacer –recuerda Pera Tantinyà, de La Fura dels Baus– bajabas la Rambla y encontraba­s algún amigo. Siempre había alguna historia”.

Paralelame­nte, Els Joglars intensific­aba su andadura y el circo se renovaba con La Tràgica y Els Germans Poltrona. “Yo soy el primer payaso posfranqui­sta. Cuando todo el mundo empezó a meterse a político, yo me metí a payaso”, admite Poltrona.

Y llegaría el revulsivo, la provocació­n: La Fura dels Baus, fenómeno de “els tres xicots de Moià”. Cuando empezaron, en 1980, sus fundadores no eran más que tres chavales con inquietude­s. Ni Carlus Padrissa ni Pera Tantinyà ni Marcel.lí Antúnez habían estudiado nada relacionad­o con el teatro (los dos primeros eran albañiles y el tercero cursaba Bellas Artes) pero arrasaron.

Nace el correfoc

En 1981 la Biennal de Venecia contrata a Comediants para reinventar la fiesta del Carnaval y les encargan las fiestas de la Mercè en Barcelona. Nace el primer correfoc –palabra inventada por Joan Brossa– del país.

El entonces alcalde de Tàrrega, Eugeni Nadal, con el objetivo de transforma­r la fiesta mayor también se la encarga a Comediants. Surge la Fira del Teatre Trifulques Xim-Xim al Carrer, primera edición de esa nueva Fiesta Mayor que más tarde sería Fira Tàrrega. Gigantes, grallers, trabucaire­s, Albert Vidal, Faquir Kirman, Comediants... ocuparon todas las calles de la localidad en tres días. En total 42 actuacione­s, todas gratuitas.

Septiembre de 1983, Tàrrega. Un grupo de jóvenes que lleva cuatro años actuando por calles y plazas –otra vez la Fura dels Baus– aparecen en el pueblo. No forman parte del programa inicial pero, ante su insistenci­a, la dirección decide dejarlos actuar. Quieren proyectar su carrera, hacer ruido...

Ese mismo año, en un malherido Festival de Sitges, irrumpen las memorables Delikatess­en, primer gran montaje de La Cubana (llegarían a representa­rlo en la puerta del Corte Inglés), Accions (La Fura en un paso a nivel del tren) y la acción Parc antropològ­ic de Albert Vidal (un día representa­da en el zoo)... “Eran grupos que transgredi­rán los límites –señala Burguet–

y que intentaron reventar las paredes del teatro convencion­al. Aquel año en que el Festival de Sitges estaba moribundo y sólo lo salvó el teatro en la calle, durante la clausura, Joan Brossa se inventó aquello de ‘La Cubana y el Vidal / han salvat el festival’”.

Hasta tal punto funcionaba la intensidad en el fondo y en la forma que una tarde de septiembre de 1986, en la sexta edición de la Fira de Tarrega, podría haber terminado en tragedia. La Cubana ofrecía uno de sus espectácul­os de calle más multitudin­arios, recuerda Burguet, “se montó una cola monumental por las calles de Tàrrega y en medio de ese cacao humano, Jordi Milán, el director eterno de La Cubana, y Josep Perea, uno de sus fundadores, iban tirando cohetes de tamaño considerab­le. Me dijeron que les guardara algunos. La multitud te arrastraba sin remedio... las chispas de uno encendiero­n otros. Antes de que hirieran al público Perea los pisó hasta herirse. A Jordi Milán le explotaron en la mano y hubo que hacerle un transplant­e con un trozo de masa muscular que extrajeron, si no me falla memoria, de su glúteo”.

En las últimas década la ilusión creativa “callejera” se fue apaciguand­o, si exceptuamo­s el paréntesis de euforia olímpica. Se pasó del idealismo al beneficio. Según Font, hoy por hoy no son buenos tiempos para las artes de calle “porque el concepto calle ha cambiado a una velocidad increíble; ya no tenemos tiempo de compartir, la calle es a menudo un espacio de miedo y parece que importa más lo que ocurre en las pantallas. La emoción de festejar juntos la vida queda lejos”.

El escenario por naturaleza

Y a pesar de todo (“nadie puede vivir sólo del trabajo de representa­r en la calle”) quedan grupos que consideran que la calle no es un decorado para turistas sino el escenario humano por naturaleza de esa gran pieza de teatro que protagoniz­amos cada día. Donde el público se sienta libre inmerso en lo que algunos definieron un día como “el abrazo del espacio”. Font y el sector al que representa confían. “Estoy seguro de que volverá esta necesidad de salir. Estamos preparados para emocionarn­os”.

En un documento privado fechado en el año 2007 por Joan Font y Jaume Bernadet, de la compañía Comediants, se avanzó a lo que ocurriría: “Solicitamo­s a las institucio­nes y gobierno de la Generalita­t que lidere un nuevo renacimien­to de las artes en la calle. Urge una esfuerzo en todos los aspectos de recuperaci­ón del espacio público (...) Abrir una puerta al debate y empezar el cambio. Pedimos atención e inversión para no seguir perdiendo el tren de las artes de la calle. Como artistas que hemos escogido este espacio por escenario somos consciente­s que nuestros espectácul­os están abiertos a todo el mundo y expuestos a muchos modos de pensar. ¡Debe haber una política de las artes de la calle!”. De la advertenci­a hace ya una década. ¿Necesitará­n un nuevo aliciente revolucion­ario?

 ?? ARCHIVO LV ?? Tàrrega. Actuacione­s en la Plaza Major de Tàrrega, uno de los escenarios clásicos de la Fira de Teatre de la localidad, que ayer cerró su edición número 37
ARCHIVO LV Tàrrega. Actuacione­s en la Plaza Major de Tàrrega, uno de los escenarios clásicos de la Fira de Teatre de la localidad, que ayer cerró su edición número 37
 ??  ?? La Barcelona de la transición Una actuación histórica, de la compañía Els Comediants, en la fiesta mayor de Barcelona –la Mercè– del año 1981
La Barcelona de la transición Una actuación histórica, de la compañía Els Comediants, en la fiesta mayor de Barcelona –la Mercè– del año 1981
 ?? ARCHIVO LV ??
ARCHIVO LV
 ?? ARCHIVO LV ?? Sitges. La compañía La Cubana, en su actuación del año 1986 en Sitges, donde tres años antes había acudido con una memorable Delikatess­en que contribuyó a una recuperaci­ón de la cita
ARCHIVO LV Sitges. La compañía La Cubana, en su actuación del año 1986 en Sitges, donde tres años antes había acudido con una memorable Delikatess­en que contribuyó a una recuperaci­ón de la cita

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain