Mirando de cara al 1-O
La movilización mayoritaria transcurre sin ningún incidente y espolea al independentismo para el referéndum
“Si ustedes se marchan ahora no habrá quien haga el recuento”. “Me importa un rábano. Que cuenten como quieran. Somos muchos”. Así respondía uno de los manifestantes que dejaba pocos minutos después de iniciarse la movilización del Onze de Setembre organizada por la ANC, junto a Òmnium y la AMI.
Habrá baile de cifras. La Guardia Urbana hablaba ayer de “en torno a un millón” de asistentes. La Delegación del Gobierno en Catalunya, 350.000. Pero en las manifestaciones hay mucha o poca gente. Quizás sea una buena manera de cuantificarlas. Y el caso es que ayer había mucha gente. Para los organizadores era importante el éxito de la manifestación, ya que “el 1-O se gana en el Onze de Setembre”. En el trasfondo, algunos de los presentes mostraban su descontento por la decisión aún pendiente de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, sobre la implicación del Ayuntamiento en el 1-O. “Esta es la Diada; di, Ada”, bromeaba con un juego de palabras uno de los manifestantes.
El guión transcurrió casi según lo previsto. De inicio, un respetuoso minuto de silencio en memoria de las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils del 17 de agosto. Poco después, a las 17.14 h, se pusieron en marcha las cuatro lonas que tenían que desplazarse por encima de la multitud de cabezas. Empezando desde los extremos, tenían que encontrarse en un preciso momento en el punto central de la cruz que formaron los asistentes en la calle Aragó y paseo de Gràcia. Pero no salieron sincronizadas y tampoco llegaron al mismo tiempo.
En dos de las lonas se leían unos síes en varios idiomas; en la tercera una urna sobre la inscripción “Referéndum es democracia”. La última apostaba por una paloma de la paz. La organización pretendía que, al paso de las lonas, los manifestantes se vistieran con la camiseta fosforescente. Hubo quien cumplió lo estipulado, pero muchos ya la llevaban puesta desde primera hora.
Peccata minuta. El ambiente fue festivo y absolutamente pacífico, como en las anteriores Diades. Hubo castellers, actuaciones musicales y un sinfín de estelades. También hubo tiempo para que las entidades soberanistas recogieran dinero para sufragar la fianza de cinco millones de euros impuesta a los “represaliados” por el 9-N. Todo acompañado por el cántico acuñado en Valls durante el reciente registro en el semanario El Vallenc: “Dónde están las papeletas”.
Al final, cuando ya hacía tiempo que la gente se dirigía a casa, el presidente de la ANC, Jordi Sànchez, tomó la palabra para asegurar que la Diada había sido “otra lección de civismo y democracia”. “¡Y ya van seis!”, gritó, al tiempo que señalaba que “con esta actitud no pueden ni jueces, ni fiscales, ni guardias civiles”. Además, acusó a Arrimadas (Cs), Iceta (PSC), Coscubiela (CSQP) y Albiol de “esconderse detrás del ruido del Parlament”. También habló Jordi Cuixart, presidente de Òmnium, quien advirtió al Estado que “no puede robar el derecho de voto a los catalanes”.
En contraste con el civismo de la movilización mayoritaria, la izquierda alternativa independentista se manifestó por la noche en la plaza Comercial de Barcelona. En esta última, miembros de Arran quemaron una bandera española, una francesa y una europea.
Pendientes de la decisión de Colau, un manifestante afirma que esta es la “Diada; di, Ada”