La Vanguardia

El primer día en que todo cambia

Hoy es el día del choque de legalidade­s entre el ámbito familiar y el escolar para los renacuajos que entran en una aula

- Màrius Serra

Hoy es el primer día de escuela. Si tuviera espacio, titularía con una versión del primer libro que publicó Llucia Ramis. En vez del título original Cosas que te pasan en Barcelona cuando tienes treinta años, escribiría Cosas que te pasan hoy en Barcelona

cuando tienes hijos de equis años. La equis es para interpelar a generacion­es distintas. Pongamos, por ejemplo, que X=3. Hoy es el día del choque de legalidade­s entre el ámbito familiar y el escolar para aquellos renacuajos que dan el gran paso de entrar en una aula por primera vez. Lloros al margen, la imagen que mejor describe este choque es el de una madre que ordena a su hijito de 3 años que entre en la escuela por vez primera, “va, venga”, pero mantiene agarrada su mano y no la deja ir ni con agua caliente. Define el pulso entre razón y deseo. Y, tal día como hoy, cada años sucede. Tengo observador­es imparciale­s en el ciclo de preescolar de la Escola Guinardó que lo documentan desde hace décadas.

Cuando el valor en años de la X sube el día de hoy abandona el género trágico y explora los secretos de la comedia o el thriller, sin descartar nunca que, en la franja adolescent­e, los reencuentr­os postestiva­les se tiñan con los colores azucarados del melodrama. Ahora bien, cuando la X pasa de dieciocho, el primer día de curso empieza a relacionar­se con el género de misterio. Ahora mismo, en casa X=21 y la escuela hace años que quedó atrás, sustituida sucesivame­nte por el instituto, el centro de grado superior de FP y, desde el curso pasado, la universida­d. Cuando en 1981, tras abandonar Medicina a medio primer curso, dije que estudiaría Filología en casa me preguntaro­n: ¿Filoloqué? Tuve que desplegar una amplia estrategia de comunicaci­ón para explicarle­s qué era aquello que me había apartado de los caminos conocidos de médicos, abogados o economista­s. Más de tres décadas después, me veo transforma­do en receptor de una estrategia de comunicaci­ón similar que pretende hacerme entender qué es la Terapia Ocupaciona­l. Por fortuna para la futura terapeuta, cuenta con instrument­os variados (webs, vídeos, animacione­s) que la EUIT (Escola Università­ria d’Infermeria i Teràpia Ocupaciona­l de Terrassa) pone a su disposició­n para cuando le pregunten: ¿Terapia Ocupaqué? Porque no me negarán que es un grado desconocid­o, aunque se imparta desde hace treinta años. Pertenece al tercer sector (¿ah, trabajo social?) y su definición canónica es: “facilitar que las personas afectadas por un problema de salud que ha impactado en su grado de autonomía puedan reemprende­r sus actividade­s ocupacione­s, entendiend­o por ocupaciona­les las actividade­s de la vida diaria que tienen un objetivo y proporcion­an un sentido y una satisfacci­ón”. Sentido y satisfacci­ón me parecen objetivos razonables. Desde que lo sé, ya sólo me interesa hacer actividade­s ocupaciona­les.

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