Vic, una Babel musical
Para importar música, hay que exportar; pero para exportar, hay que importar
Cuando en septiembre de 1989 se inauguró el Mercat de Música Viva de Vic (MMVV), la calmada ciudad de Vic se vio sacudida por riadas de jóvenes metropolitanos venidos en tren (algunos con el pelo pintado), pero también por osonenses y vicenses, veraneantes y curiosos. Desde entonces, cada año, los comerciantes esperaban el acontecimiento como agua de mayo y los bares hacían acopio de pan, butifarra, carne, embutidos y cerveza. Más que un mercado, aquello era una fiesta ciudadana donde las transacciones comerciales quedaban en un discreto segundo plano.
Con el paso de los años, sin dejar de ser un festival urbano, el MMVV se convirtió en lo que pretendía ser: un mercado para comprar y vender música, con conciertos, congresos, exposiciones, encuentros de profesionales y la presencia de discográficas, representantes, instituciones, asociaciones, festivales europeos y centenares de periodistas venidos de todas partes, que junto con los artistas y programadores cada septiembre llenan los hoteles. Sin embargo, la progresiva concentración de los conciertos en los escenarios en L’Atlàntida, la Plaça y el Sucre comportó que muchos comerciantes dispersos por la ciudad rebajaran sus expectativas de negocio. Con todo, el impacto económico del 2016, cerca de tres millones de euros, es relevante.
Pero más allá del aspecto mercantil, no veo clara la orientación de un Mercat hipotecado, como toda la industria del sector, por la música pop-rock, ni tampoco las propuestas y novedades que se presentan en Vic, una ciudad de 43.000 habitantes, una cuarta parte de los cuales son extranjeros que se quedan sin degustar ni compartir sus propias raíces musicales. Es el caso de los 3.600 magrebíes, los más de mil ghaneses, o los centenares de sudamericanos, nigerianos, indios, chinos o rumanos, por citar las nacionalidades con más implantación ciudadana.
En el año 2002, Jordi Turtós –entonces director del Mercat– dijo que, en el futuro, esta demanda debería ser atendida con más decisión, y que en Francia, el mercado de músicas del mundo nos llevaba veinte años de ventaja. De hecho, en un intento de clara apertura, aquel año el MMVV ya llevó a Vic a algunos músicos argelinos y marroquíes.
Sería injusto olvidar que, además del bloque mayoritario de grupos y solistas catalanes y de toda España, durante tres décadas en Vic también han venido artistas de Noruega, Estados Unidos, el Reino Unido, Cuba, Venezuela, Chile, Portugal, Hungría, Francia... Esta última edición que empieza mañana, por ejemplo, tendrá un marcado acento italiano, un hecho que para Marc Lloret, el actual director, “contribuye a la proyección exterior del Mercat. Para importar, hay que exportar; y para exportar, hay que importar. La intención es que esta tendencia se consolide”. A ver si en el futuro se recupera el impulso de hace quince años.