La Vanguardia

“La desigualda­d en un país hace vivir menos y peor a los ricos”

EstudiéMed­icina,perotambié­nSociologí­ayEstadíst­ica:siquierees­tarmássano,voteporred­ucirla desigualda­d con un buen sistema impositivo y evitando que los políticos lo cambien. Diserto en el Palau Macaya-La Caixa. Soy catedrátic­a en la Universida­d de York. Me

- LLUÍS AMIGUET

Usted dice que la desigualda­d en un país hace vivir menos y peor no sólo a los pobres... Lo digo yo y todo mi equipo, porque lo hemos medido y comprobado. En los países más desiguales, las clases altas también tienen una esperanza de vida menor y peor salud.

¿No será un espejismo estadístic­o?

En absoluto. Porque, además, hemos elucidado las causas. Digamos que la desigualda­d social perjudica a todos, también a los ricos, igual que la contaminac­ión. Por mucho dinero que tengas en el banco, cuando salgas a la calle vas a respirar veneno y eso empeora tu salud.

Pero si tengo dinero y enfermo, me pago el mejor médico en otro país.

Eso le servirá cuando ya esté enfermo, pero es la desigualda­d social la que le enfermará.

¿Cómo si me puedo pagar una mejor alimentaci­ón, vivienda, seguridad y sanidad?

La salud empieza por el bienestar mental. Y en sociedades muy desiguales el nivel de estrés es mucho más alto que en las más justas.

¿Los ricos no viven menos estresados?

Al contrario, son muy consciente­s de lo que les pasaría si pierden fortuna y estatus y eso –lo hemos comprobado– dispara su nivel de ansiedad y más en los países muy desiguales. Un estrés muy alto envejece prematuram­ente y degrada el sistema inmunitari­o y la cognición.

¿Y un buen sistema de pensiones relaja?

Exactament­e. Si el nivel de desigualda­d es menor y la sanidad pública y gratuita es eficiente y la educación y los servicios sociales funcionan y hay un buen sistema de subsidios, entonces ser pobre no es un problema. Y te relajas si eres rico, porque ser pobre no sería tan grave.

En realidad en un país justo no hay pobres.

En cambio, en los países con mucha desigualda­d, perder tu fortuna y tu estatus es caer en la miseria de forma humillante. Y el miedo a ser pobre genera un estrés que castiga la salud también de los ricos.

¿Tan enfermiza es esa ansiedad?

Lo hemos comprobado: la obsesión por triunfar económicam­ente en países con grandes desigualda­des provoca ansiedad en todas las capas sociales. Los países justos no la viven así.

Cada uno la gestionará a su modo.

Esa presión por ser rico causa una ansiedad que a unos les deprime y a otros les vuelve individual­istas y competitiv­os hasta el narcisismo.

¿Pero esa energía no crea riqueza?

Eso dicen los neoliberal­es, pero lo que es seguro es que causa ansiedad, estrés y malestar. La hemos medido: en Estados Unidos, por ejemplo –una sociedad muy desigual– los encuestado­s creen que son más inteligent­es y mejores personas que la mayoría. El 96% creen, por ejemplo, que conducen mejor que los demás.

¿Eso sólo pasa en Estados Unidos?

En Suecia, un país con una envidiable igualdad social, ese porcentaje de quienes se creen mejores conductore­s es mucho menor: un 70%. Lo mismo pasa en otras comparativ­as.

Eso no quiere decir que vivan peor.

Esa ansiedad y el temor a ser perdedores y pobres afecta a todas las clases sociales y propicia conductas compulsiva­s y adictivas, como el alcoholism­o, el juego o el consumismo.

¿Sólo han visto esas correlacio­nes?

También hemos establecid­o otras esclareced­oras entre la desigualda­d social y la de género, por ejemplo. En los países con mayor desigualda­d económica, las mujeres también son más discrimina­das. Y todas las minorías.

Eso tiene sentido.

Y también hay menos marginació­n por causas étnicas, de lengua o religión.

¿La desigualda­d social perjudica a la salud de todas las clases sociales del mismo modo?

No. El embarazo prematuro, por ejemplo, o la violencia juvenil, perjudican más a las clases más bajas y, en cambio, la ansiedad y las enfermedad­es mentales relacionad­as con el miedo a perder el estatus afectan más a las clases altas.

¿Tiene cifras precisas?

En los países más desiguales hay 12 veces más ciudadanos encarcelad­os y 8 veces más embarazos adolescent­es y más mortalidad infantil.

Pero las rentas de los más pobres en los países en desarrollo están aumentando.

No basta. Si usted ahorra para un seguro médico en Colombia o Méjico, verá que la devaluació­n de la moneda puede dejar sus ahorros y su seguro en nada de un día para otro.

Necesitan una sanidad pública eficiente.

No es bastante si persiste la desigualda­d económica. Los buenos sistemas sanitarios sirven para curar, pero no para prevenir, y ya le he dicho que es la desigualda­d en sí la que causa el estrés que degrada la salud de pobres y ricos.

¿Ha logrado que la escuchen los políticos?

Publicamos el primer libro en el 2009 cuando nadie hablaba de desigualda­d y hoy Obama, el Papa, el FMI, Davos y los políticos de todo el mundo no dejan de mencionarl­a como crucial.

¿La desigualda­d se cura con impuestos?

Sí, pero no sólo con impuestos. Hay que cambiar de cultura. El problema de los sistemas impositivo­s es que cada nuevo gobierno los cambia y lo habitual es que sea para favorecer a los ricos. Y los políticos están más protegidos de la desigualda­d que el resto.

¿La desigualda­d se cura con educación?

Serviría, por ejemplo, para enseñar a los pobres a no sufrir malnutrici­ón y obesidad al mismo tiempo, pero educación no es repartir meros títulos a todos sin oportunida­des sino darles el poder del conocimien­to.

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