El pulso social arranca en Francia
Primera prueba de fuerza de los sindicatos, menos débil de lo previsto
El pulso social contra la reforma laboral de Emmanuel Macron, por decreto y profundizando la de su predecesor, François Hollande, ha comenzado en Francia. Se esperaba débil, pero no lo fue. Los sindicatos hablan de éxito: medio millón de manifestantes en unas 180 localidades (la mitad de esa participación según el Gobierno), con unas 40.000 personas en París y cortejos importantes en Marsella, Lyon, Nantes y Toulouse, que en algunos casos acabaron con enfrentamientos y algunas detenciones.
Éxito sindical porque pese a ser presentada como un asunto de la CGT, el sindicato más activo y beligerante, la realidad es que la convocatoria implicaba a otras centrales, incluido un sindicato de cuadros, y también al final a más de una docena de federaciones y una cincuentena de uniones departamentales del sindicato FO, cuya dirección decidió no participar y desencadenó una revuelta de sus bases.
Y para colmo los feriantes. El sector de las ferias itinerantes bloqueó con sus enormes camiones y viviendas móviles parte de los accesos a París y otras ciudades, ocasionando enormes problemas de tráfico, siguiendo la consigna del padrino del sector, Marcel Campion, un polémico personaje que los medios de comunicación suelen caracterizar como una especie de gángster. Los feriantes participaron en el cortejo parisino en defensa de “35.000 familias y 200.000 empleos en peligro”, pese a tener muy poco que ver con la reforma laboral. Los conflictos se suman.
El éxito sindical tiene credibilidad porque es muy difícil organizar protestas importantes tan cerca de las vacaciones. Por eso, en medios sindicales se confía en que el movimiento vaya a más en las próximas jornadas; el día 21, la víspera de que los decretos (ordenanzas) se aprueben en el Consejo de Ministros y el día 28, cuando la convocatoria la firma el movimiento de la izquierda Francia Insumisa, para entonces ya con participación plena de los temidos universitarios y bachilleres, que son los que deciden los pulsos sociales en la calle en este país.
El Gobierno le quita hierro al asunto. “Aguantaremos”, dice el ministro de Economía, Bruno Le Maire. Su cálculo es racional: con la excepción de las elecciones al Senado de este mes, el Ejecutivo dispone de dos años y medio sin elecciones a la vista. Las municipales tocan en primavera del 2020, así que hay una autopista para imponer lo que sea, con métodos duros y sin pagar peaje, se piensa.
Después de la reforma laboral vendrá la reforma del impuesto a las fortunas, otro regalo de 4.000 millones anuales a los más ricos, y eso sin contar la supresión de miles de empleos subvencionados que ya han dejado cojos a muchos ayuntamientos y escuelas, o los 120.000 puestos a suprimir en la castigada función pública.
Los nuevos paquetes de Macron contemplan más precariedad, posibilidad de acuerdos de empresa que violen los parámetros del código de trabajo, y facilidades y abaratamiento del despido.
“La idea de que facilitar el despido va a crear empleos me deja perplejo”, dice el exministro de Trabajo de Mitterand Jean Auroux. “Si pueden despedir con mayor facilidad, lo que harán los empresarios será sacarse de encima a los empleados que no les gustan, bien por ser caros o por exceso de sindicalismo, y contratarán a otros menos caros por ser menos vete-
Habrá una segunda edición el día 21 y otra el 28, ya con participación de los temidos estudiantes
ranos”, dice el socialista. Pero la actual ministra de Trabajo, Muriel Penicaud, no está de acuerdo. Es la primera ministra de esa cartera que procede del mundo empresarial y su argumentario no tiene nada que ver con el de Auroux y anteriores ministros. Por primera vez Francia tiene una ministra de Trabajo que representa exclusivamente los intereses de las grandes empresas como Danone o Dassault, en las que Penicaud pasó veinte años. Su idea es que una mayor precarización incrementará el empleo, algo discutible.
Para Macron la reforma laboral es un elemento de su política europea. Cree que sólo podrá convencer a los alemanes para una reforma de la zona euro si previamente logra transformar Francia.
“¿Creen que nuestros socios europeos nos harán caso si no sabemos cambiar las cosas?”, dijo el presidente la semana pasada en una visita a Atenas. “La capacidad de Francia en transformarse será su capacidad para transformar Europa al mismo tiempo”, explicó.
A cambio de la reforma laboral y las otras medidas sobre pensiones y seguro de paro al gusto de Berlín y Bruselas que van a poner a Francia en pie de guerra, el presidente cree que podrá obtener concesiones mayores de Angela Merkel en materia de un presupuesto europeo común y un ministerio de Finanzas para la eurozona, pero lo más probable es que Berlín sólo haga concesiones menores en ambos frentes, porque Alemania no va a cambiar su diseño de Europa, que confeccionó a su medida en beneficio de su economía exportadora.
Es así como el lío social que se avecina en Francia es inseparable de la crisis de la UE, con su agravamiento como escenario más probable. Mientras tanto, el presidente ha lanzado ideas tan pintorescas como la de compensar su recorte de cinco euros mensuales en las viviendas subvencionadas (6,8 millones de afectados) para los más pobres pidiendo a los propietarios que reduzcan ellos cinco euros los alquileres.
“Es una propuesta absurda digna del régimen soviético”, ha dicho el presidente del sindicato de propietarios inmobiliarios, Jean Perrin. “No corresponde a los propietarios reparar las torpezas del Gobierno”, ha dicho el presidente de la cámara nacional de propietarios, Denys Bruel.
Macron dedicó la jornada a una visita a las islas de San Martín y San Bartolomé, en las Antillas, devastadas por el huracán Irma, donde prometió ayudas rápidas por valor de 50 millones de euros.
“La transformación de Francia nos hará creíbles para reformar la UE”, dice el presidente francés