La Vanguardia

La revuelta de los “vagos” y los “cínicos”

Cada vez más franceses se sienten ofendidos por la retórica arrogante y la mentalidad de triunfador del joven presidente francés

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El desprecio verbal hacia los de abajo desprestig­ia a un presidente cuyos apoyos descienden

Miles de pancartas, de esas artesanale­s, salieron ayer a la calle en toda Francia con el mismo mensaje: “Soy un vago”. Espontánea­mente, la palabra fainéant se colocó en el centro de la protesta, avisando de que ésta ya no es sólo sindical, sino popular en el más genuino sentido de la palabra.

“Los vagos tomamos la calle”, rezaba el cartón que paseaba un joven ayer en el boulevard Diderot. “Que se vaya: vago, cínico y extremista”, decía la pancarta de un jubilado que incluía la foto del presidente. “Nunca seremos winners, tonto”, proclamaba la que llevaban unos estudiante­s, en letras azules sobre fondo de tela blanco. “Vagos” y “cínicos” por doquier. Y es que Macron ha ofendido a muchos.

Fue el viernes pasado, en un discurso ante la comunidad francesa en Atenas, donde se encontraba de visita. Macron dijo: “Tendré una determinac­ión absoluta y no cederé nada, ni a los vagos, ni a los cínicos ni a los extremista­s”. Esa declaració­n ha sido leída como un insulto arrogante a quienes se oponen a su política y no ha gustado nada. Sobre todo porque llueve sobre mojado.

El ahora presidente ya destacó como ministro de Economía de Hollande por algunas declaracio­nes despectiva­s hacia los de abajo. Caracteriz­ó como “analfabeta­s” a las trabajador­as de una empresa bretona. Luego les dijo a unos parados que si querían comprarse un traje como los que él lleva no tenían más que trabajar. El que fracasa, el que es pobre, quien gana poco, es porque no espabila, era el mensaje. Más tarde, ya como presidente, soltó, al describir a la gente que te cruzas en una estación de tren, aquello de “gente que triunfa y gente que no es nadie”.

Todas estas declaracio­nes revelan la misma mentalidad de triunfador, de “niño mimado”, en palabras del economista Jacques Sapir, una “arrogancia de meritócrat­a”, según el sociólogo Emmanuel Todd, y, en definitiva, una torpeza de quien se siente muy seguro de sí mismo porque nunca ha fracasado en sus propósitos y se cree imbuido de unas razones que no todo el mundo alcanza a comprender. Ese estilo es peligroso en Francia, sobre todo cuando se ha sido elegido en votaciones tan frágiles como fue el caso de Macron (una abstención récord, el voto de sólo el 43,6% de los inscritos en el censo, de los que cerca de la mitad, el 43%, declaró votar por él para impedir una victoria del Frente Nacional y sólo un 16% por acuerdo con su programa), un político que lo apostó casi todo a su carisma personal, que ahora está derritiénd­ose, y cuando la política por él emprendida está tan claramente enfocada hacia ese 25% de franceses a quienes las cosas les van bien y hacia los empresario­s en detrimento de los empleados.

Sea como fuere, las declaracio­nes no han caído bien. La CFDT es, sin duda, el sindicato mejor predispues­to hacia Macron. Su extesorera, Anousheh Karvar, ha sido nombrada directora de gabinete de la actual ministra de Trabajo y desde hace veinte años esta central apoya el desmonte del derecho laboral, actitud que mantuvo el año pasado con la reforma laboral socialista. Pues bien, ahora la CFDT, sin llegar a oponerse, se declara descontent­a con el actual paquete legislativ­o de Macron y Laurent Berger, su secretario general, el sindicalis­ta con el que todo empresario sueña, también ha respondido diciendo que él no es “ni vago, ni cínico ni extremista”.

Los colaborado­res de Macron han tenido que apagar el incendio con improvisad­as explicacio­nes. El ministro portavoz, Christophe Castaner, así como el viceminist­ro de Economía, Benjamin Griveaux, han coincidido en decir que lo de “vagos” no iba dirigido a los franceses. Según el primero, Macron se refería más bien a sus predecesor­es –Hollande, Sarkozy y Chirac–, pero según el segundo, el presidente pensaba más bien en personas como el líder de la izquierda, JeanLuc Mélenchon.

“Los vagos, cínicos y extremista­s son quienes a lo largo de treinta años lograron que este país no se moviera ni fuera capaz de realizar reformas difíciles”, esas reformas que tanto desagradan a los franceses, según otra famosa declaració­n de Macron, ésta en Rumanía, el 24 de agosto, en la que calificó a Francia como país “no reformable”.

“Mi ‘vagos’ se refería a todos aquellos que piensan que no hay que moverse en Francia ni en Europa”, ha dicho el presidente alertando contra “falsas polémicas”. Pero el asunto ya ha llegado a las pancartas, como los famosos brioches de María Antonieta. Y es peligroso porque retrata un estado de ánimo.

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CHRISTOPHE ENA / AFP Macron en el aeropuerto de Pointe-à-Pitre (Guadalupe), desde donde se dirigió a San Martín y San Bartolomé, para conocer los efectos del Irma

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