Velas vudú en el Pequeño Haití
Los haitianos de Miami se resignan a la amplia cobertura mediática del ‘Irma’ frente a huracanes mucho más destructores en su tierra
Tras el paso del huracán Irma por las islas del Caribe y por el sur de Florida, el Clive’s Café, un restaurante jamaicano en el barrio del Pequeño Haití, que sufrió pocos destrozos, parecía el lugar idóneo para plantear una cuestión tabú: “¿Crees que los medios mundiales habrían dedicado una semana entera al Irma si en lugar de dirigirse a Florida, hubiese replicado el paso destructor del Mitch, que mató a miles de personas en México, Centroamérica y el Caribe hace diez años? ¿O del Matthew, que dejó un resultado mortífero de 546 haitianos fallecidos hace menos de un año?
Los jamaicanos que servían empanadas caribeñas y platos de
jerk chicken (pollo con especias) tras el ayuno forzado de 48 horas por el ciclón se rieron ante la ingenuidad de la pregunta. “Yo llevo 30 años viviendo aquí y los estadounidenses siempre se ponen los primeros. Estados Unidos sólo se preocupa por Estados Unidos. Si pasara esto en Jamaica, se preocuparían más por la muerte de un estadounidense que de miles de jamaicanos”, dijo Norman Murray, de 45 años, el propietario del restaurante, cuyo tejado salió volando durante el huracán Andrew que devastó Miami hace 20 años. “Es una cuestión de poder y privilegio; cuando eres el país con poder haces mucho más caso a los tuyos”, explicó Marleine Bastien, directora de la Asociación de Mujeres Haitianas en Miami.
Haití al final se escapó sin grandes destrozos ya que el Irma se desplazó hacia el norte y pasó de largo del país más pobre de América, aunque el daño a los cultivos puede pasar factura en un país de precaria seguridad alimentaria. El balance mortífero del huracán
Irma en las islas del Caribe, aunque no tan trágico como otros huracanes, ha sido mucho peor que en Florida. Murieron 43 personas en el Caribe; 11, en EE.UU.
Pero si la semana pasada las islas sirvieron en los medios como un tráiler adelantado de la película de desastre, útiles para crear más suspense para el público en Florida, ahora brillan por su ausencia en la cobertura. Es significativo también que ni siquiera se hable apenas de los territorios estadounidenses en el Caribe –Puerto Rico e islas Vírgenes–, donde murieron siete personas. En Puerto Rico más de la mitad de los 3,5 millones de isleños están sin electricidad y hay grandes daños de infraestructura.
Esto es grave porque ambos territorios atraviesan una grave crisis de solvencia y carecen de fondos para afrontar la reconstrucción. Aunque tienen derecho a ayudas de la agencia federal de emergencias (FEMA), carecen de representación en Washington, necesaria para defender una asignación justa de dinero. “Los cuatro millones de ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico y las islas Vírgenes no tienen representación en el Congreso de
Washington ni en los medios de comunicación estadounidenses”, advierte John Nicholls en The
Nation.
Es decir que el excepcionalismo, que coloca al estadounidense por encima de los demás, tiene sus propias excepciones cuando se trata de sus poblaciones caribeñas y principalmente de negros. No es de extrañar que crezca el movimiento independentista en Puerto Rico, tras una década de crisis de deuda en la que los pagos a los bancos han primado sobre los servicios públicos, ahora más cruciales que nunca.
Pero hay excepciones dentro de la misma ciudad de Miami. En la cobertura mediática de la crisis, apenas se ha hablado de los caribeños residentes en el Pequeño Haití. “Los haitianos somos una anécdota que viene después. Primero vienen los anglohablantes, luego los hispanohablantes y nosotros, después”, dice Bastien. Menos mal que existen las emisoras de radio en lengua creole, que han informado bien a los residentes que lo hablan. La mayoría de haitianos se quedaron en casa y dependían de sus redes familiares para el apoyo.
“Nosotros estamos en contacto constantemente con nuestros familiares en Haití; usamos Twitter, Facebook y la radio en lengua creole”, dijo el dueño de un colmado haitiano que logró, aunque fuera sólo por un día, imponerse a la competencia de los supermercados que cerraron la víspera del huracán. Con la ventaja de que esta tienda, además de comida, vendía velas de vudú, muy útiles para los cortes de luz que vendrían con el huracán.
Lo cierto es que, más que el huracán, el principal peligro para la permanencia de los pequeños comercios y los habitantes de bajos ingresos del Pequeño Haití es la gentrificación galopante que se extiende por los barrios colindantes, al estilo diseño de Wynwood. Estas zonas repletas de galerías de arte contemporáneo y tiendas de moda de lujo –consideradas modelos por el exalcalde de Barcelona– sufrieron pocos destrozos en el huracán. Pero cuando se trata de tiendas de Bulgari o Yves Saint-Laurent, cualquier rama caída es un problema de imagen. “Lo siento, señor, nadie puede hacer fotos aquí hasta que lo limpiemos todo”, dijo el guardia de seguridad en el distrito de diseño cuanto intentamos hacer una foto de las calles privadas del inmobiliario y coleccionista de arte Craig Robbins, y del centro comercial de lujo, ensuciado por montones de hojas y ramas cortadas.