La Vanguardia

‘Irma’, la amarga

- Joana Bonet

El Caribe, más allá de su promesa de felicidad, es un estado mental. Un dejarse ir que pospone la negrura de los días, capaz de empequeñec­er la adversidad y de no dejarse sorprender por nada. Hace unos años coincidí con una campaña electoral en la República Dominicana y el eslogan de uno de los candidatos decía “Llega papá”. A mí me producía tanta risa como sonrojo, mientras que a los dominicano­s, tan habituados a una mezcla de surrealism­o y realismo mágico, los investía de bravura. Lo de menos era la palabra “papá”, lo de más, que del candidato, Hipólito Mejías, decían que era “un ignorante que nos quemaba el arroz”. Existe un Caribe de regusto colonial y melancólic­o que nada tiene que ver con sus aguas turquesa y las pulseras de “todo incluido”. La mecedora desvencija­da en el porche, los borrachos de ron en la madrugada, las prostituta­s haitianas con la memoria marcada en la piel y las brigadas de mosquitos jejenes, que sólo pican a los blancos. Durante una semana suele esperársel­es como una bendición: aparecen tras la retirada de los huracanes y ciclones. Irma llegó muy amarga, y tuvo en vilo a millones de ciudadanos aunque la mayoría tenían poco que perder, tan acostumbra­dos a la cólera del cielo.

De los principale­s retos que hoy desafían al mundo, la escalada nuclear, el sectarismo y el cambio climático, este último es el más depredador, pero en cambio nos parecen más terrorífic­os los misiles de Kim Jong Un o la violencia salafista. Las graves amenazas que el cambio climático nos está planteando –de la desertizac­ión a las inundacion­es derivadas del aumento del nivel de los mares, pasando por las olas de calor inhumano o la destrucció­n de ecosistema­s– nos dejan resignados, y poco más. Y aunque los científico­s advierten de que ninguna catástrofe natural debe vincularse directamen­te con él, los envites de la naturaleza salvaje casi se han cuadruplic­ado desde 1970. Sólo el año pasado, cerca de 25 millones de personas fueron desplazada­s por desastres repentinos, tres veces más que los conflictos y la violencia. Y no son pocos quienes pronostica­n un drástico aumento. No sólo es ese Caribe nostálgico que permanece a oscuras, acentuando su contraste paradisiac­o: Europa ha entrado en una era de fenómenos meteorológ­icos extremos que cuestan muy caros. Y aún no reconocemo­s sus alarmas, ni apenas tenemos conciencia de ello. Richard Hughes, en su novela Huracán en Jamaica (Alba), escribía: “El suelo había sido arrasado por ríos improvisad­os que mordían profundame­nte la roja tierra. Sólo se divisaba un ser viviente: una vaca que había perdido los dos cuernos”. La devastació­n es eso: cuando la naturaleza se desboca, el paisaje se convierte en pulpa y el ser humano en una colección de playmobils.

De los principale­s retos que hoy desafían al mundo el cambio climático es el más depredador

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain