El sentimiento por un país
Ayer nos dejó Jacint Borràs. Recuerdo una conversación muy bonita que tuvimos cuando presentamos el Partit Demòcrata (PDECat) en l’Hospitalet de Llobregat. Era el día 27 de abril, festividad de la Virgen de Montserrat, y la primavera estaba avanzada pero todavía hacía fresco. Aquel fue un acto cálido y sentido. Jacint me dijo convencido que el Partit Demòcrata (PDECat) era el mejor heredero del legado convergente, y describió con nostalgia aquellos tiempos de trabajo codo con codo con el president Pujol y tantos otros patriotas que hicieron posible que Convergència fuera un proyecto ganador. Con las palabras justas me transmitió fuerza y determinación para seguir adelante.
Jacint era una persona espléndida. Próxima, comprometida, sencilla, enérgica y honesta que defendió y trabajó siempre por lo que creía. Formó parte de una generación de personas que tomaron el relevo de la defensa de nuestro país y su conciencia política, cultural y social en uno de los momentos más oscuros de nuestra historia.
Era el presidente de Convergència Democràtica de Catalunya. Lo era porque su persona simboliza perfectamente el espíritu que llevó a la fundación de este partido. La voluntad y convicción de componer un espacio político que trabajara, desde todos los sectores de la sociedad catalana, para servir de forma mayoritaria al país y a su gente. Para ser útiles en el país, pero serlo con unos valores muy claros de honestidad, humildad y compromiso.
Su generación entendió la gran oportunidad que representaba para el catalanismo político la transición hacia la democracia y supo dar forma a una expresión política que transformaron en mayoritaria porque partía de la base más esencial, reconstruir el país, pero sobre todo, hacerlo con su gente. Sus otras dos grandes pasiones eran el Barça y la familia: todos lo sabíamos y siempre que podíamos le hablábamos de ellas.
El país se tenía que construir desde todos y cada uno de sus pueblos y ciudades, y Convergència necesitaba gente valiente y con empuje para hacerlo posible. Jacint llevó con orgullo el estandarte de esta manera de hacer y de ser en l’Hospitalet de Llobregat, asumiendo la responsabilidad de ser concejal desde las primeras elecciones democráticas hasta el año 1987. Lo hizo con la incertidumbre de una incipiente democracia y cuando la sombra del franquismo todavía estaba muy viva.
En los últimos días hemos seguido la evolución de su salud delicada y frágil por su hija Meritxell, actual consellera de Govern de la Generalitat y una de las mujeres más valientes que conozco. Cuando tristemente me llamó para decirme que su padre había fallecido, le dije que estaba convencida de que Jacint estaba orgulloso de su valentía, y que lo echaría mucho de menos pero que siempre lo tendría con ella. Callamos y con este silencio lo compartimos todo, nos lo dijimos todo.
Qué gran suerte tuvo Convergència y ahora tenía el Partit Demòcrata (PDECat) al disfrutar de su calidez humana, de su buen hacer y de sus puntos de vista. Lo echaremos de menos y mucho. Descanse en paz.