La Vanguardia

El lago de los niños perdidos

El guatemalte­co Eduardo Halfon novela la historia de un tío muerto que su familia siempre le ocultó

- XAVI AYÉN

Apartir de un equívoco, un malentendi­do o un silencio familiar, Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) ha construido de nuevo una de sus breves y magnéticas novelas. Duelo, recién publicada por Libros del Asteroide, trata del hermano muerto de su padre, fallecido cuando solo tenía 5 años. Indagando en esa misterioso hecho, del que parece imposible conocer causas y detalles, el investigad­or-narradorau­tor edifica una obra que conforma una continuida­d con sus últimos títulos.

“Antes que nada, me vino la primera frase: ‘Se llamaba Salomón. Murió cuando tenía cinco años, ahogado en el lago de Amatitlán’. Yo tenía un equívoco en la memoria, creí que había muerto ahogado, pero hablando con mi padre resultó que no, que fue en Nueva York, está enterrado allá, nadie sabe dónde, ni de qué enfermedad murió”.

La familia Halfon, con todas sus ramificaci­ones, parece una mina de la que se van extrayendo historias fantástica­s. “Todas las familias, creo yo. La cuestión es cómo conviertes las anécdotas en literatura”. Algunas páginas parecen cruzarse con El padrino, pues “mi papá tuvo un socio Bonano, del clan mafioso, en Miami. Su hijo y yo jugábamos en el mismo equipo de fútbol”. Y “el socio del tío Emile apareció muerto en el mar. Aún guardo el recorte de prensa en que explica cómo el hermano de mi abuelo estafó a una viuda millonaria, a la que enamoró y luego le hizo creer que ella estaba comprando una fábrica de lencería en Francia, regida por monjas, le dio el dinero a él para eso, y más tarde le hizo comprar un pueblo entero, pero eran falsas inversione­s, él se quedaba el dinero”.

Por todo el libro sobrevuela la presencia monstruosa de ese lago, “un lago que se lleva a los niños, tóxico, apestoso, fuente de muerte, pero que en mi infancia fue todo lo contrario. El abuelo de mi mujer todavía va allí, a su chalet, los domingos, como si nada”.

Un lago que es una metáfora, pues “separa al Halfon niño del Halfon adulto, también limita la memoria con la ficción. Al final, pese a su toxicidad, el narrador se sumerge en él, acepta esa parte oscura, no me pregunte por qué. Es como mi relación con Guatemala, un país tan macabro, violento, al que, sin embargo, quiero. Como el judaísmo, algo que rechazo con vehemencia pero a lo que vuelvo”. En el libro tenemos también sobadoras, una especie de chamanas guatemalte­cas que embadurnan con ungüentos a sus clientes; a mujeres semidesnud­as correteand­o por la fábrica de su padre; hasta a la propia madre de Halfon, que desarma a cualquiera con su belleza. “Yo veía eso como una habilidad mágica, imponía su voluntad a las autoridade­s, policías, agentes del aeropuerto... La gente le dejaba hacer cosas que a los demás no les estaban permitidas, no más que por guapa”. Todo aparece impregnado de un sentido del humor sutil. “Como el erotismo, el humor aparece en momentos muy solemnes. Son válvulas de escape”.

Halfon, residente en Nebraska, escribe novelas cortas (esta, 106 páginas), le salen muy rápidament­e pero luego se pasa años trabajando el lenguaje, “podando el bonsái, buscando la música, es casi un tambor, cadencia, ritmo, repeticion­es”. En fin, “libritos que a mí me gustaría leer, de una sentada, pero todo muy profundo, un río con muchos afluentes que te lleva muy abajo”.

“Yo jugaba al fútbol con el hijo de un mafioso, y el socio de mi tío apareció muerto en el mar”

 ?? INMA SAINZ DE BARANDA ?? Eduardo Halfon, fotografia­do ayer en un hotel de Barcelona
INMA SAINZ DE BARANDA Eduardo Halfon, fotografia­do ayer en un hotel de Barcelona

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain