Leo el fumigador
El partido lo dominaba moderadamente la Juve. No tenían tanto el balón los italianos, pero sabían qué hacer exactamente con él, replegándose atrás con una armonía que, de tan estudiada, provocaba una mezcla de envidia, tirria y hartura en el Camp Nou. Los turineses ya anularon al Barça la temporada pasada, así que se corría el riesgo de vivir una puñetera secuela. Pero entonces apareció Lionel Messi. Al mismo tiempo que los socios, conectados a la radio a través de sus auriculares, se comentaban unos a otros que la alarma que había hecho desalojar la Sagrada Família era felizmente falsa (hasta aquí se propaga ahora la amenaza terrorista), el argentino prolongó el bienestar de la grada con una jugada que fue en realidad un estallido futbolístico. La agarró el pulga (hay que recordar ese antiguo apelativo, ahora que juega al lado de un mosquito, Dembélé, y es entrenado por una hormiga, el txingurri Valverde), vio el pasillo, simuló frenar la jugada, la reactivó de repente, se mezcló con Suárez en una corta pared y envió el chut a la base del palo, lejos del alcance de una leyenda como Buffon. Al fin, insecticida para el Juventus.
Es imposible calibrar que sería del Barça sin Messi. No ahora que el club lo estaba pasando mal institucionalmente. Siempre desde que llegó ha jugado para engrandecer y honrar al club. Se le reclama hoy para una fotografía protocolaria. Su respuesta siempre estuvo en el césped. Que la haga cuando quiera.
Protegido y bendecido por Messi, el Barça de Valverde avanza. Asimilado el durísimo baño de realidad sufrido en la Supercopa, el grupo del nuevo entrenador parece plenamente consciente del lugar en el que se encuentra. Se expresa solidariamente, deja toda la magia para el crack, y trabaja de forma compacta. Hay una línea beneficiada por esta nueva manera de desenvolverse. Los centrocampistas no recorren largas distancias cuando reciben el balón. Los compañeros les marcan y facilitan rápidamente la línea de pase. Faltó a ratos más velocidad de balón, pero Iniesta sobó la pelota como en sus mejores tiempos, a Rakitic se le volvió a ver cómodo y Busquets no ofreció esa imagen de zancada larga y desesperada hacia atrás que describe como pocas al Barça cuando se descontrola.
El Barça, no era fácil, reconquistó un pedacito del terreno europeo perdido. Sería bueno no regalarle demasiados elogios. Está demasiado centrado.